MARIPOSA NEGRA
El (d)efecto Mariposa
por Mario Castro Cobos y Fernando Vílchez
"Nada se atreve a elevarse.
En ninguna parte una torre."
R. M. Rilke
MCC: Ya que no me parece una mala idea la de citarme a mí mismo, les contaré que en el N.10 (Agosto 2006) de la revista de cine godard!, para ser preciso en el Dossier sobre el Décimo Festival Elcine, escribí lo siguiente sobre Mariposa Negra (pág 32):
"Nuestro gran cineasta costumbrista nos desconcierta para siempre con su primera película lésbica. Su costumbrismo, de manera por completo inesperada, se ha refinado extrañamente hasta el paroxismo en la mala parodia de sí mismo. Un buen día, una chica cuyo novio juez ha sido asesinado, tiene una genial idea: asesinar, como acto de venganza, al mismísimo Montesinos. No es broma, aunque parezca. Diálogos aterradores, guión de ingenuidad incomprensible, trayectorias previsibles de la historia, trasciende los límites de la mera comedia involuntaria. Según el director, la copia vista en la noche de la inauguración no es la definitiva. Recemos porque sea así. Retroceso alarmante en la carrera de Lombardi."
FV: A mí, Lombardi como personaje no me deja indiferente en absoluto. Lo quieran o no, él debe ser el director más importante del cine nacional desde hace un par de décadas: hacen retrospectivas de su obra en otros países, ha sido jurado en diversos festivales y, no lo nieguen, si hacemos una lista de las diez mejores películas peruanas de todos los tiempos, deberían aparecer al menos tres de las suyas. Personalmente, con el mediometraje Los Amigos, que apareció en Cuentos Inmorales, y sobre todo con La boca del lobo, Lombardi me emocionó bastante y lo confieso sin rubor. Claro, no es lo que ahora todo el mundo llama "cine de autor", pero sí ha demostrado en algunas ocasiones ser un director de oficio. Y, repito, no tengo dudas de que es el director más poderoso del medio. Eso, como sujeto.
Ya otra cosa es su cine. Hace mucho que ha dejado de emocionarme su actividad. Saber que estrena una película no me emociona y esto empieza cuando se dedica únicamente a frívolas adaptaciones de libros más frívolos aún. Y con Ojos que no ven, al verlo subirse a la moda de las historias corales, pensé que ya este señor no tenía mucho que ofrecer, aunque benévolamente concluí que aunque uno no lo desee, en una filmografía más o menos vasta, siempre existe la posibilidad de hacer películas olvidables... de vez en cuando.
Pero al encontrarme con Mariposa negra su cine confirma que no está sufriendo un tropiezo sino hace rato que se ha estancado en una ociosidad perenne de la que, parece, él mismo no quiere salir. Ese gusto en Los Amigos por desarrollar personajes interesantes, ya no se ve. Esas ganas en La boca… de ocultar las cosas, han desaparecido. Su voz en off, en lugar de ser una marca registrada, suena más a recurso gastado. Es más, amenaza con cerrar su trilogía sobre la década corrupta, otra vez adaptando un libro del señor Cueto (otro responsable). ¿Es posible aceptar esto tranquilamente? Un señor cuestionado por la prensa en sus manejos como dirigente deportivo nos quiere hablar sobre la corrupción del país. Y tocando a Montesinos, pero no a Fujimori, además. No me lo trago.
MC: No siendo ni juez ni fiscal ni psicoanalista diré que Lombardi tiene derecho de hacer películas sobre el tema que quiera cuando quiera y como quiera. Ahora, si el personaje de niña-mujer justiciera que representa, debemos creer, el tema que lo obsesiona para trilogía, y que tortura su sensibilidad moral, por qué será entonces que resulta tan ridículo y tan fuera de caja, me pregunto yo. ¿A qué se deberá? Entonces, el "vamos a tratar un tema importante, aunque no tengamos una idea muy clara de cómo tratarlo" se siente ahí muy fuerte, sin que uno sea telépata.
Yo amo el cine. Esta confesión tan simple no es ridícula. Así como en un acto de escepticismo y de fe renovada y masoquista, cuando uno va al estreno de una película peruana, se debate entre un ¡oh, dios, una película peruana otra vez, no! y un ¿y si esta vez se produce el milagro por fin? No sé, si equivocadamente o no (veré de nuevo Mariposa negra, por supuesto), creí por un momento que se estaba armando algo interesante. Tal vez esto es lo que me quiso decir Lorena Cancela, crítica argentina, al mencionar un nexo para mí exótico de la Mariposa con el cine de Atom Egoyan (Lorena también se refirió con interés al tema de lo que ocurre con las dos mujeres dentro de la película).
Igual que cualquiera, prefiero ver una película buena que una mala. Y casi siempre, luego de ver una película peruana, me siento como esos tipos que siempre se enamoran de la mujer equivocada, de esa que no los puede amar y que los hará sufrir. Amar el cine, me incapacita casi físicamente para amar el cine peruano. Me practico una autocrítica, la de haber caído a veces (pero menos que otros, me parece) en el juego de "rescatar lo positivo", que lleva a inventar incluso qué rescatar, cuando parece claro que todo, o casi, está muerto, y lo único que se pueden rescatar son los cadáveres. Como dije la noche de la presentación del n. 10 de la revista godard!: nunca el cine peruano me pareció tan malo como ahora, después de haber visto las mejores películas del Nuevo Cine Argentino...
En esa onda, Lombardi me parece el cineasta-símbolo de un grave problema. Les confieso que hasta ahora me da insomnio cada vez que recuerdo que el stablishment crítico peruano eligió el 2003 como mejor estreno comercial del año a Mystic River, de Clint Eastwood. Ese mismo año se estrenaron dos películas extraordinarias en el Perú, a saber: Exótica, de Atom Egoyan, y Mulholland Drive, de David Lynch. Es una obsesión que probablemente me persiga por el resto de mi vida. ¿Tan burgueses son nuestros críticos que no oyeron lo que le estaban gritando estas dos películas, de hecho más complejas, aunque menos "realistas"? Ese es el fondo del asunto para mí. Aun la mejor película de Lombardi trata más del "realismo" que de la realidad sentida como ese misterio del ser y del mundo, que exploran las mejores películas que se han hecho en la historia del cine.
Creo que Lombardi representa por estos lares esa tendencia o escuela o ideología. Ese dizque realismo, o realismo filtrado por las estructuras del cine de género made in Hollywood.
FV: Evidentemente el problema va más allá de Lombardi y su cine. Permítanme una sencilla analogía deportiva: la inacabable crisis del fútbol peruano no es solamente el entrenador conservador o los jugadores apáticos. También tienen mucha responsabilidad los dirigentes desadaptados, la prensa irresponsable, el hincha nervioso, los árbitros misteriosos, la Federación amarrete y hasta el recogebolas criollo. Es un todo que ha resultado imposible de descifrar durante décadas y que nos obliga a replantearlo todo de nuevo. El deporte, la cultura, la política, las ciencias sociales, cada área parece que ha llegado a un punto donde se hace necesaria la ruptura casi generacional, sobre todo cuando muchos íconos actuales de nuestro país a quienes se les llama fácilmente "especialistas", "analistas" o simplemente "líderes de opinión" en cualquier diario, son personas que simplemente han hecho fama y se han tirado a la cama. Y encima, roncan demasiado.
En la mesa redonda que hicieron acerca de Mariposa Negra, ustedes podían ver a nuestros notables de la cultura echándose flores como hippies. Primero, Lombardi, quien deslizó una semejanza entre Mariposa Negra y Persona, de Bergman. O sea, en su cabeza pululaba la equivalencia “Liv Ullman es a Bibi Anderson como Melania Urbina es a chica de Así es la vida.” Alucinante. A su lado, el escritor Alonso Cueto estaba feliz con la adaptación de su novela, una obra bastante pobre en realidad (cualquiera que la haya leído incluso puede estar de acuerdo con que el final moralista que tiene el libro es incluso peor que el final de la película). Cerca, el psicólogo Jorge Bruce parecía excitado hablando sobre la senda del mal, la ascesis, la represión y por poco sale con Eros y Tánatos (¿o lo hizo? Ya ni lo escuchaba). Más allá de sus básicos conceptos hay que preguntarle a Bruce: ¿qué película vio? Sobre Giovanna Pollarolo no diré nada, solamente espero que a este tipo de cine le dedique su poemario La ceremonia del adiós.
Entonces... el asunto es, volviendo a la película, no amargarse porque la película es mala por tal o cual razón, sino tratar de ponerla en su contexto. Es decir, hablamos de una obra "cultural" que aparece en una sociedad hambrienta de logros, dirigido a un público que aplaude lo primero que se le pone, apoyado por una crítica que, de antemano, busca "lo rescatable". Es lo que tenemos y no hay más. O sí hay: compramos películas en Polvos Azules, vemos lo que se hace en otros países y entonces ya no podemos resignarnos a lo que nos toca. Luego de eso, aplaudir el cine nacional es como regresar a la caverna de Platón y pretender vivir contento en medio de las sombras luego de haber podido apreciar el sol. No se puede. ¿Qué hacer? La pregunta de Lenin. ¿Hablar del guión, de las actuaciones, de la voz en off? ¿Le escribimos una carta al señor Lombardi? ¿O hacemos como si nada?
MC: La crítica de cine aquí ignora de hecho lo que podemos llamar la crítica cultural. Una película, por más ficción que se pretenda, dialoga con su sociedad, tiene una relación complaciente o crítica con respecto a ella. Y la última película de Lombardi, a menos que uno sea definitivamente idiota o juegue a serlo, no refleja la realidad peruana: lo que refleja, a gritos, más bien, eso sí, es su incapacidad para reflejarla.
Devuélveme mi plata
Es mortificante el tono decididamente chapucero que Lombardi imprime a toda su película. Y no es solamente su esterilidad creativa lo que más molesta, sino también el desgano y la ligereza que están en el fondo mismo de la obra, cuyo argumento no sólo peca de ridículo, sino sobre todo de inverosímil. Los diálogos solemnes, los arranques emotivos desproporcionados de su protagonista, las melodías dulzonas que preceden sus apariciones (como para recalcarnos su inocencia), las locaciones alucinadas (un diario chicha frente a un parque casi sanisidrino ¿qué es eso?): son recursos que parecen sacados de una mala telenovela.
Pero también están los artificios fáciles y la incapacidad del director para construir atmósferas de tensión, inteligentes y sutiles. ¿Acaso no es patético el momento en que la protagonista anuncia a su amiga su decisión de matar a Montesinos? Este anuncio debiera ser lo suficientemente contundente y prescindir de adornos contextuales como los que se ven en la reacción de su interlocutora y en el diálogo insípido que le sucede. Otro clásico: la toma en que aparece el perfil atemorizante de Montesinos a través de una puerta entreabierta donde está reunido con un grupo de militares. Por favor, más autoridad tiene Condorito disfrazado de comandante en una fotocopia. La sala estalla en carcajadas. ¿Era esta la intención, Señor Lombardi? Me pregunto por qué no se toma más tiempo en trabajar sus personajes y los contextos en los que se presentan. ¿Por qué todo tiene que ser tan burdamente evidente y apresurado? ¿Por qué esa voluntad de darle al espectador cosas ya digeridas y con mínimas posibilidades de develar algo?
Exijo la devolución de los 12 soles que pagué por la entrada. No me parece justo que uno entre a una sala de cine y reciba semejante cachetada. Creo que Indecopi debería intervenir y obligarlo no solamente a cumplir con el reembolso, sino también a otorgar una indemnización por el tiempo mal invertido.
Viviana Quea Acosta