LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Monday, December 12, 2011

DEMO (2011), DE MIGUEL VARGAS


*Película peruana en digital estrenada el 2 de Diciembre en el CAFAE.



Una vela encendida en primer plano, íntima y cercana, se abre entre una densa oscuridad, también cercana y familiar. A contraplano, una ciudad, Lima, que amanece iluminada artificialmente, siempre fría y distante, pero inevitablemente envolvente. Una metáfora del individuo cuya naturaleza noble, se torna sombría por el entorno, como si de forma paradójica, estar apartado emocionalmente de todo y de todos, le facilitara abrir su buen corazón, como si la ciudad le hubiese enseñado la frialdad y la manera fáctica de relacionarse, pero que valiéndose de ella, alcanza a mostrar su afecto a quienes de veras importan.

Luego, un par de amigas se encuentran, caminan, conversan de banalidades, tales como si el servicio de fotos internet es una estafa, si el chocolate es peor que el alcohol para la gastritis, entre otros. De pronto, de formatarantinesca, el tema cambia a algo de “mayor importancia” dentro del todo de la película; comienzan a hablar de las relaciones interpersonales. En ese momento, y casi inadvertido, ingresa al plano el protagonista, cruzando la calle, como si todo lo observado hasta ese entonces fuera una excusa y a la vez, preludio.

Así, con esa fuerza cinematográfica, Miguel Vargas hace un intro a “Demo” su ópera prima, dejando que en todo momento la “imagen natural documentada” se imponga a la poesía de la “imagen tiempo” y sobre los efectismos de la “imagen acción”. Para Miguel lo importante es cómo se llega a los momentos que realmente importan en el desarrollo de la historia, y deja a entrever los porqués. Constantemente disocia información entre diálogos nada impostados y de extremo naturalismo, con detalles que deben ser apartados y resaltados por el espectador. Hay momentos digresivos y que sólo adquirirán sentido en la medida que seamos capaces de relacionarlos con sus pares dispersados con un ritmo “semicromático”, es decir, la aparente linealidad de los hechos es revertida por escenas temporalmente descontextualizadas, y que adquieren su lugar conforme la dirección narrativa va siendo retomada, pues Miguel desea que sus planteamientos abanderen nuestro visionado, de tal forma que nos insta a construir no sólo la historia, sino la siquis completa de sus personajes en relación unos con otros, con el entorno y con el espacio tiempo de la Lima actual.

Porque para Miguel Vargas, las relaciones entre familiares, hijos, parejas o ex parejas, amigos, compañeros de trabajo, etc. Están cubiertos de cierto pragmatismo con sus acomodos; si una familia no funciona, nos separamos, no hay porqué llevarnos mal, si un ex no cumple con sus “deberes”, no hay porqué darle “derechos”, si un hijo es hiperactivo, hay que llenarlo de videojuegos, si alguien es molesto, simplemente lo desaparecemos, y si debemos desaparecer a alguien, esta debe ser una tarea tan natural y metódica como archivar documentos en una oficina, dejando poco espacio para la reflexión, sino más bien en el alcance de lo inmediato que nos ayude a “estar tranquilos”.

La película tiene como eje la historia de Micky, un tipo que no ha dejado aún sus hábitos juveniles, escucha la misma música de cuando aún estaba en el colegio, viste como seguramente vestía en sus días de adolescencia, y habla con la frescura de un pícaro púber.

Pero Micky, ha pasado por mucho; ha salido de su casa por problemas con su padre, vive solo con sus 3 perros, se ha separado de su mujer con quién tiene un hijo, recibe constantemente la visita de su hermana que lo busca sólo para pedirle ayuda, y sólo ha aceptado la adultez en el aspecto laboral, convirtiéndose en lo que tal vez nunca imaginó; un oficinista explotado.

Lo interesante en la historia de Micky es que ha sido asesino a sueldo, y que el aparente episodio de madurez que le trajo la paternidad le hizo abandonar dicho oficio. Pero las circunstancias se han hecho duras y le obligan a retomarlo, de ahí, se entrecruzan la historia de un hombre que quiere deshacerse de un familiar (quien tiene un misterioso encuentro con una muchacha, siendo este posiblemente el detonante de su fatal destino) y que contratará sus servicios a través de una service atendida desde un cibercafé barrial, por una mujer, la “gorda” que atiende a sus clientes como si se tratase de un delivery, o a través del “negro”, un ex futbolista de ligas locales que también hace “trabajos” casuales, entre otros personajes, todos extraídos de una realidad cercana, tangible, y conocida de primera mano, con un interés por la verosimilitud que evita la dureza de lo superficialmente construido sobre supuestos.

Lo importante en cualquier película de similares características sería el “trabajo” o al menos los pormenores del mismo; los cuestionamientos del asesino, su planificación y resolución. Pero en este caso, eso es meramente anecdótico, un hecho más que no altera la peculiar escaleta, y que más bien es parte de un fondo del que se justifica todo en la película; La vida humana vale tanto como la paternidad, o la filiación, la relación de pareja, o un empleo aburrido, y todo ello sólo son cálculos cotidianos, nada extraordinario, nada filosófico, ni teológico, sólo la existencia simplificada a lo que se quiera alcanzar, la tranquilidad vista desde la apatía, la paz interior que más significa aislamiento, y la supervivencia que es más una serie de condiciones y exigencias que se enfrentan con una parsimoniosa deportividad. Hay un momento en la película en que esto se ve claro, cuando el solitario Micky almuerza junto a sus perros.

Micky no es malo porque a pesar de sus errores como padre, se preocupa por su hijo y por su ex pareja, ayuda a su hermana y a su pequeña, asume responsabilidades, es “buen pata”, en fin. Micky no es bueno porque asesina a alguien para solucionar sus problemas. Él y su trabajo no son buenos, ni malos, sólo necesarios en la realidad que muestra Miguel Vargas. Esta Lima en la que, según comprobamos en las noticias, puedes por menos de20 soles acabar con algún desdichado indeseado. Y es que ese Micky “buena gente” es natural, el “otro” es sólo producto de la sociedad que lo cobija. Hasta ahí, es la recurrente historia del alter ego que lucha por el control del individuo, pero lo diferente aquí es que no hay un límite ni siquiera levemente marcado, tal es así que al parecer su ex pareja sabiendo de su anterior ocupación, y sin que esto le despierte un pestañeo, le insta a retomarlo debido las necesidades presentadas. Micky no quiere hacer esos trabajos no por cuestiones morales, sino por cierta “flojera” debido a su adolescencia arrastrada.

El valor de la vida se refleja en la escena final de la película, en la actitud de la familia en su visita al cementerio, como si se tratase de un viaje al centro comercial o una salida a algún almuerzo campestre. La asimilación de la vida ha sido y es tan dura que aparentemente la muerte no detiene este proceso, ese que nos toca vivir, y donde nuestro valor está encerrado en qué podamos ofrecer o qué encontramos hacer para estar bien.


E.E.Q.A.







2 Comments:

  • At 9:33 PM, Blogger Kevin Bustamante said…

    Que divertido e interesante blog tienes. "Dedicado al cine peruano que aún no existe" lamentablemente es nuestra realidad. Pero pronto cambiará :D
    Te invito a pasarte por mi blog :)
    http://zz-producciones.blogspot.com/

     
  • At 10:49 PM, Anonymous Anonymous said…

    !Asu que tal floro! pero te falto agregar que A-B-U-R-R-E, es muy lenta, No pasa nada, cuñao.

     

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