HOY, EN CINECANAL (72) A LAS 8PM: CAPOTE, DE BENNET MILER
Aunque esquiva lugares comunes, no los esquiva todos, y no prescinde, entre ellos, de mucho de los más graves. En el fondo yace la misma infamia habitual –no por eso menos indignante y repulsiva– en que caen los biopics. La simplificación brutal. Quién se salva. Es innegable que hay mucho cuidado por parte del director de no pasarse de la raya, de no exagerar, pese a que se trata justamente de un periodo de la vida de un personaje tan monumentalmente exagerado (o será por eso). Ese es el problema. Existe una sobriedad, claro, pero que deviene lasitud en la puesta en escena –¿se imaginan Capote filmada por Oliver Stone?–. Capote es una película discreta, contenida, incluso apacible, y conservadora; que ganaría mucho siendo audaz como su protagonista. Pese a algunos momentos dramáticos, se siente como si algo se interpusiera entre uno y la película; la vida está del otro lado del vidrio. Porque, cuando una película es tan ‘correcta’, podemos apostar a que algo no anda bien.
Lo mejor de la película, su razón de ser, se encuentra en Philip Seymour Hoffman. Lo que hace con su voz, sus gestos, y prácticamente cada uno de sus movimientos, es admirable. Retrata a un hipersensible envuelto en la piel fría de una lagartija. Pero: sin escamotear méritos, interpretar a un hombre que vivía actuando, no ha de ser terriblemente difícil. La simpatía ¿ingenua? por el personaje elegido puede tornarse peligrosa. Capote puede ser vista casi como una unipersonal filmada. El resto de personajes parecen espejitos. Establecida “la genialidad del personaje” –emisión de una serie de frases, más o menos agudas, ninguna de las cuales llega a genial–, rodeado constantemente de gente que lo admira, o admira su fama, se nos pide sibilinamente (aunque reconozcamos su miseria moral) que seamos indulgentes y que le ‘perdonemos’ sus no pocas debilidades “demasiado humanas”.
La cultura del éxito a toda costa lo justifica; la identificación tiene que ver mucho con esto. No importa si capote se pasa por la entrepierna la ética periodística y la de escritos también.; lo que importa es que logró escribir “el libro”, o eso fue lo que él creyó. Es lamentable que en las palabras que aparecen al terminar la película, se diga que A sangre fría fue el último libro que terminó. Truman Capote publicó en 1980 Música para Camaleones.
Trisres biopics: vuelven los mitos antiguos o contemporáneos manejables, para ser así consumidos alegremente por una mayoría no inclinada a pensar por sí misma. En suma, Capote no es, ni remotamente, el examen implacable de una conciencia, sino apenas un dibujo insatisfactorio y casi complaciente del cinismo.
Mario Castro Cobos
La Cinefilia No Es Patriota
2 Comments:
At 3:44 AM, Anonymous said…
Excelente Mario, como siempre!
Cito: "Porque, cuando una película es tan ‘correcta’, podemos apostar a que algo no anda bien."...
Y no sólo en la "película", sino en la vida...
(Mario: Cuando me visitas al negocio?)
At 10:51 AM, La cinefilia no es patriota said…
Gracias, Paco.
Vuestra pluma se extraña.
(Pronto iré por mi sánduich. Ahí nos vemos!).
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