LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Sunday, October 07, 2007

(EN TIEMPOS DE TLC) RECURSOS HUMANOS Y EL EMPLEO DEL TIEMPO, DE LAURENT CANTET


Vocación por la nada

El tiempo es, qué duda cabe, el asombro fundamental del hombre. Y Vincent, el protagonista del segundo largometraje de Laurent Cantet (El empleo del tiempo, L´Emploi du temps, 2001), ha despertado a ese asombro. Su vida es confortable, tiene una mujer preciosa y un par de niños también preciosos, en lo mejor de su edad. Y ahora, sencillamente, el tiempo le sobra. Está desempleado. Solo un hijo adolescente, luchador de yudo y medio díscolo, le plantea un problema, pero no demasiado grave (con los adolescentes siempre queda tiempo).


Quienes denuncian la sociedad industrializada, como lo hace Cantet, se valen de una vieja indignación: trabajo alienado, esa brecha innegable entre obrero y producto que manufactura. Denuncian el modelo fabril, que se instala incluso en la mente colectiva (corre contra el tiempo, tu tiempo es oro, no desperdicies tu tiempo, y un largo etcétera). Del timbre que iniciaba las clases de la escuela, al silbato de la fábrica, nos previenen, existe una estrategia oculta, un entrenamiento constante, una matanza de espíritus. Suena paranoico, pero argumentan que la denuncia es urgente cuando los discursos de libertad política (con aristas tan sensibles como derechos humanos, por ejemplo) y la libertad de mercado se amalgaman en un solo paquete ideológico, global, que multiplica y distribuye pobreza. Voces minoritarias, como la de Cantet, desde el interior de sociedades modélicas y democráticas, advierten que el modelo es imperfecto y, es más: que enferma.

A fines del siglo XX, Claude Chabrol justificó el asesinato de unos burgueses en perfecto estado de salud, diciendo que había realizado la última película marxista de la historia. Se equivocó. Con Recursos humanos (Ressources humaines, 2000), opera prima de Cantet, el viejo motor histórico volvió a activarse y una idea desprestigiada volvió a exponerse: el dueño de la fábrica no merece confianza, el patrón, valiéndose de cualquier progreso tecnológico, de cualquier coyuntura política (verbigracia, la reducción de carga horaria a treinta y cinco horas semanales por obrero), sin reconocerse ninguna responsabilidad social, buscará insaciablemente su beneficio, y recortará costos y se deshará de mano de obra prescindible: todo, en aras de la plusvalía. El estilo inquietante y observador de Cantet reflejaba una clase obrera sin razones de peso para protestar. Pero la clave estaba en la vergüenza, un sentimiento inherente a manejar máquinas y a ser prescindible, a depender. La (no a)callada y continua lucha de clases.


Si en Recursos humanos no había de qué quejarse, en El empleo del tiempo, sentir disgusto con lo que se tiene, parece locura, o es un camino a la locura. A mitad de su existencia, Vincent se percata de que le gusta más el interior de su automóvil que su oficina, y es despedido. Se entrega, entonces, a la mentira (un guionista, lo define Cantet) y se nombra a sí mismo asesor de la ONU para privatizaciones en el África. Paralelamente, valiéndose de las ventajas quiméricas de su nueva posición, convence a unos ex colegas de ganar dinero ilícito. Basta con embutirse en el sobretodo habitual, seguir cargando el maletín habitual, y una sociedad cimentada en las apariencias lo cree. Tan fácil engañar al prójimo y el desempleado mejora su estatus. Pero, ¿hasta qué punto puede mentirse un hombre…?


Pues, que se embarque en una empresa inviable, que estafe a gente que conoce y que lo pueden ubicar por teléfono, y que lo haga solo por ganar un poco más de tiempo, incomoda. Nadie entiende la conducta del personaje Por supuesto, el primero en no entender es el personaje): su desempleo no es un grito de libertad, ni mucho menos de rebeldía. El desempleado continúa trabajando y se convierte en su propio superior inflexible, se construye un minucioso infierno inútil, a su medida; de otro modo, su agenda permanecería en blanco, intolerablemente. Como en esas obras de ficción en que las computadoras desarrollan sentimientos, el hombre promedio ha intentado liberarse. El hombre promedio fracasa.



Es formidable cómo Cantet filma la normalidad, cómo le siembra o le descubre una sospecha (ese anciano, padre del protagonista, opresivo y de honorables intenciones). A la luz del estado mental de Vincent –luz que no cesa de ensombrecerse, durante la proyección– lo cotidiano revela una monstruosidad subrepticia: propinas desmesuradas, propinas que se negocian entre abuelo y nieto, préstamos intrafamiliares e, incluso, algo tan desprovisto de ideología, aparentemente, como la compra de ropas idénticas para las hijas de unas familias que no se conocen y que no se conocerán. A diferencia de Recursos humanos, El empleo del tiempo no reserva ni siquiera una útil advertencia; se limita al mero y paradójico diagnóstico de un hombre a quien no le falta nada, un hombre que descubre su nada íntima y esencial. El desenlace se orienta hacia el drama de la familia, al puro gore sociológico. Saber si el desempleado enloqueció, ése es el dilema. La entrevista de trabajo final no disipa ninguna duda.


Carlos Zevallos.




LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

1 Comments:

  • At 2:08 PM, Blogger supersilent said…

    Primera reseña que leo de esta maravillosa pelicula. Que grato.

     

Post a Comment

<< Home