LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Friday, April 24, 2009

LA FELICIDAD, JA JA. O: REVOLUTIONARY ROAD (2008), DE SAM MENDES


Los sueños se hacen a mano y sin permiso. Pero, ¿qué sucede cuando se postergan con la excusa de asegurar una vida ‘digna’, pidiéndole permiso al tiempo y a las circunstancias? Revolutionary Road explora la vida de los Wheeler, una joven pareja que pospuso el tiempo de ser feliz solo para caer en la monotonía de la rutina suburbana creyendo ser aún diferentes.

April (Kate Winslet), que sueña con ser actriz, se enamora de Frank (Leonardo Di Caprio), un joven poseedor de una gran confianza, predicador de libertad y sensibilidad. En los 50’s (y hasta ahora) la rutina era bien vista, y los ideales solo utopías del pasado joven (soltero) e inocente de los adultos. En resumen: los sueños deben ser desterrados y reemplazados por las responsabilidades que trae formar una familia.

La anestesia le dura poco a April, quien despierta luego de una fuerte discusión con su esposo. Decide revivir aquellos anhelos que tenían cuando jóvenes; irse a París y recomenzar. En este punto la frustración se convierte en el principal motor y eje central del chantaje inconsciente aplicado a Frank. Los Wheeler vociferan su decisión obteniendo como respuesta malas caras por parte de sus vecinos y amigos, y un único apoyo de parte de John (Michael Shannon), el hijo demente de la agente de bienes raíces.

Por otro lado, a Frank no le resulta tan fácil desprenderse de las ofertas de trabajo que inesperadamente se le presentan, a tal punto que desecha de antemano la idea de ir a París. Momento de alta intensidad con el que se juntan el embarazo de April, la noticia del nuevo empleo, las frustraciones pasadas, presentes y futuras, y un aborto general.

En este film, Sam Mendes se explaya en la sensación de estancamiento y frustración que mostró en American Beauty, el primero de sus cuatro films hasta ahora. Utilizando la intensidad de los protagonistas de Titanic y prescindiendo de la ironía desbordante de su primera película, Mendes logra adentrarse en los espectadores, haciendo que algún rincón de nuestro interior se retuerza cual sensación transmitida por una cinta de horror.

El último minuto no nos alivia para nada. Es más, puedes verte reflejado en el rostro arrugado de aquel viejo, quien resignado a solo vivir, disminuye el volumende su auricular como queriendo decir ‘mis años se deben a mi evidente sordera y a una ceguera que opté llevar’.

Karla Ramírez


La Cinefilia no es patriota




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