LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Friday, May 18, 2007

ESTRENO DE LA SEMANA: EL SUICIDA



WILBUR (WANTS TO KILL HIMSELF)
Un film de Lone Scherfig
Película que se te clava en el corazón y que, de paso, te clava algunas fórmulas… Yo creo que puede ser entendida solo o principalmente a través de sus contradicciones y contrastes. Por ejemplo, esa luz (se me ha quedado metida en la cabeza), que es casi como el espíritu o la esencia que anima a la película, que le da su particular tono emocional, mejor la describiré; es o da la fortísima impresión de ser luz natural; es fría, hasta helada, es cruda. Fuerte. Penetrante. Produce (si se quiere, psicológicamente hablando) una “sensación de realidad”. Es la luz de esos días con luz, iluminados, pero fríos, pero tristes. Pero sigue siendo luz.
El contraste o contradicción (aparte de consigo misma) se da, para mí, con la música. La música es la corriente tibia, cálida, de sentimientos de compasión para con las frágiles víctimas de la-vida-tal-como-es, de las víctimas que somos todos los seres humanos -o así dicen- (y si es un melodrama, más). Luz fría, cruda; música, “comprensiva”, emotiva, cálida.
La luz, esa luz, es simbólica y literalmente el mundo exterior, la luz que entra a través de una ventana, y la música es como lo interior, cuando, claro, puede salir.
Un tipo se quiere suicidar. Pero no hay subrayado alguno. No hay glamour. Hay una mecánica inevitabilidad aunque sea fruto de un condicionamiento. Los hechos se suceden con indiferente naturalidad, con cotidianidad total. Claro, en un momento dado la música entra, interviene. El humor entonces surge del fracaso. Así como las grandes tragedias implican el fracaso del buen humor. En esos casos, la santidad feroz de la tragedia reclama para sí la última palabra.
Los actores, por cierto, son tan naturales como la luz. Parecen tomados de la calle, parecen “reales” en su pequeña realidad, en su mundo digamos que sencillo. No hay grandiosos solos de trompeta actorales ni solos lamentables o insuficientes tampoco. Es extraordinario que se vean tan “comunes y corrientes”. Tan ellos y tan anónimos.
Entonces sigo con lo mío: luz cruda, música tibia. Luz cruda, fuerte, penetrante; personajes sencillos y frágiles. Una relación simbiótica se da entre los personajes de los dos hermanos y sus destinos. El que quiere morir, al parecer lo que más necesita es morir. Sin embargo uno piensa que quiere vivir, pues sus intentos de matarse son bastante ineptos. El otro, el que lo cuida y lo quiere salvar, parece el sano. Sin embargo, el truco está en que cuando uno de ellos mejora (el suicida) el otro enferma. Y en cuanto a la mujer, que justo cuando tendría que elegir entre los dos (entre el hermano marido y el hermano amante), uno de ellos enferma y muere y así se resuelve (disuelve) el problema. El problema que no se resuelve nunca es que eso se ve sospechoso, huele a guión, a solución fácil. Y que no se me diga que luego de tantos intentos suicidas al fin había que salvar a Wilbur y precisamente a costa del personaje del hermano.
La película pierde el rumbo cuando quiere “redondear”, o sea, evadir el conflicto, forzar la tragedia y el final “feliz”: viejas manías narrativas de las que no puede escapar. El llamado cine clásico (o su herencia facilona) pasa la factura.
Lo mejor de El suicida es su convincente humanidad. El clima de enorme fragilidad y desamparo de sus personajes, que es mostrado en general con justeza. La luz, como categoría espiritual (la luz nórdica, aunque la película no haya sido filmada ahí), las sensibles y naturales actuaciones (pese a la fórmula con que están construidos en ciertos aspectos los personajes y la trama), el humor gozosamente extraño, contradictorio, doble, que hace que en muchos momentos te dé risa y pena una después de otra o ambas a la vez; su realismo y su aceptación de lo más prosaico de la vida, de mucho de lo feo o desagradable (la escena precisa del vómito sobre el vestido de una niña). Lo mejor de este melodrama es su comicidad aún en lo trágico. Lo peor de esta comedia son sus momentos de melodrama efectista e inconsistente.
¿Era tan fácil sentir compasión y simpatía por la gente común? ¿O Scherfig los hace tan queribles que es inútil resistirse? ¿No hubiera sido mejor más profundidad y menos caramelo? ¿No hubiera sido mejor más reflexión y menos lágrimas?
Mario Castro Cobos

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2 Comments:

  • At 2:17 PM, Blogger Daniel said…

    hola Mario, buen texto, pero pucha, ya me contaste el final de la película, jajaja.
    Para el futuro, agradecería poner una advertencia para evitar seguir leyendo los que todavia no hemos visto la película.
    Saludos.

     
  • At 9:30 AM, Anonymous Anonymous said…

    Que puedo decir de esta pelicula?, ademas de concordar con todo lo que escribe MCC, pues que es una de las mas injustas que he visto en mi vida, y creo que el verdadero protagonista aqui es Harbour (Adrian Rawlins), terminas la pelicula queriendo matar al suicida, por que la verdad a mi este me cayo antipatico... see you around.

     

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