LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Tuesday, December 28, 2010

THE BAD LIEUTENANT: PORT OF CALL - NEW ORLEANS (2009) DE WERNER HERZOG




(Estrenada por aquí con el feo título de Enemigo Interno)


Pregunta espinosa. Por qué Herzog andará filmando en estas últimas décadas a media máquina. (¡Gloriosos setentas!) ¿Dónde quedó aquella inimitable fuerza arrebatadora de antaño, el pathos, el angst de sus más grandes filmes? Qué le pasará a este hombre genial por la cabeza (gracias al cielo no anda tan despistado como Wim Wenders). ¿Será más feliz…? ¿Qué rayos hace este inconformista de pies a cabeza que lucha, romántica, épicamente, contra los límites de lo que somos -el hombre que buscaba imágenes puras, imágenes nunca antes vistas-, esta especie de mito viviente que redefinió el trabajo de director de cine- dedicándose ahora a este tipo de películas? (No hablo de todas las de estos años; aclaro.) Stroszek debe ser la comedia negra más negra que he visto en toda mi vida. Un alemán, no desprovisto de sentido del humor, cargado de Nosferatu, Caligari, M., Dr. Mabuse y Heil Hitler, cargándose el sueño americano, en la propia Norteamérica, de la mano de Bruno S. (tan rigurosamente impredecible e insondable como un santo, un niño o un animal). Nicolas Cage, (que no es Bruno S. ni Klaus Kinski ni ¡oh, enanos sublimes! los protagonistas de También los enanos comenzaron pequeños ni el hilarante pingüino suicida que aparece en Encuentros en el fin del mundo…) es una curiosa máscara viviente (casi La máscara, de este casi tío de Jim Carrey), que viene bien para Enemigo Interno ¡claro que sí! al transmitir la idea de mutante o de superviviente marchito/inmarchitable de sus propios Katrinas, muy energético y muy trash. Su rutina de amansar la voz al tiempo que de extralimitarse como método y marca sobrepasa la ridícula noción de ridículo porque ¿qué podrá significar para ti el ridículo, si, simplemente, estás más allá…? No estamos ante Corazón Salvaje de David Lynch pero la parodia es en ambas por lo menos tan abundante como el arco iris de estimulantes que se mete en el cuerpo el personaje de Cage a lo largo de Enemigo Interno. ¡Y aún así conserva bastante cordura! Si me detengo en él y no en el plot es porque ¿a quién le importa el plot en una película como ésta? Hablaré de lo que me proporciona más placer, que no puede ser casual, y que es más importante de lo que todos piensan: ese cariño y fascinación por los animales, tan humanos ellos, en su libertad, naturalidad y espontaneidad, con respecto a las piezas humanas del ¿thriller? que Herzog respeta de manera muy relativa (y que evidentemente debió respetar de una manera aún menos relativa…) Las espléndidas iguanas alucinatorias, la zigzagueante anguila de la primera escena, el perro que hay que sacar a pasear, el pez tras la matanza, al que el niño africano muerto considera su amigo y al que le dedica un poema… interesan no solo por pintorescos o humorísticos o poéticos sino por lo que evidencian: la otra cara del Cristo muriente, de la monja violada, del policía torturado y autodestructivo del personaje de Keitel, léase: judeo-cristiano-católico-sado-masoquista, en la película casi homónima de Abel Ferrara. Animales que en otras palabras, son la otra cara de nuestro imaginario occidental. Mientras que para uno el drama exige redención a cambio de tu vida, el otro es un anarquista con una excéntrica concepción del ‘bien’. Entiendo que a Herzog le gustara más filmar animales (lo hace a uno sentirse más libre) que filmar actores de Hollywood en un contexto industrial. Hitchcock evitaba filmar niños y animales porque no eran controlables. Es esa escapada gloriosa del determinismo lo que me gusta en definitiva. El plano final, que me recuerda por su paz maravillosa a Los límites del control, de Jim Jarmusch, transmite una contemplación mucho más pura. Hay tiempo para sentarse junto a un gigantesco acuario y preguntarse si los peces tienen sueños… Es el mejor Herzog, que establece conexiones especiales con o sobre los personajes animales y su ‘ser’ la Naturaleza. Creo que las sencillas y poderosas presencias animales prolongan además el trabajo más reciente de varios de sus documentales y su reflexión sobre lo que le interesa del hombre: ese regreso a las fuentes primordiales, a esa conciencia si se quiere superior que no desprecia ‘lo animal’. Ferrara se somete a un poder superior a despecho de sus tour de force de desenfreno; Herzog en cambio desafía abiertamente ese poder; es clásica su declaración sobre la necesidad de enfrentarse a algo más grande que uno. Creo, al mismo tiempo, que el resorte secreto que salva y vigoriza a esta película de su parcial sumisión a la convenciones (léase: imposiciones) industriales es precisamente la idea de ese “núcleo animal” (y no esa dicotomía bestia/ángel) como lugar privilegiado para la transformación y evolución en vez, repito, de ese círculo vicioso de pecado-culpa-sacrificio-redención que la película de Abel Ferrara conduce, previsible y brillantemente, hasta su paroxismo.

Mario Castro Cobos

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