LA NANA (2009), DE SEBASTIÁN SILVA
*Película vista en el XIII Festival de Lima*
Al principio, la cara más rictus de-bruja-mala (amargada, reprimida, traumada) de la protagonista, es algo tan enfático, tan vulgarmente subrayado, tan irresistiblemente tonto, que pienso que ese solo hecho ya me da una clave -y que no augura nada bueno-. Sé que me quieren llevar, a tontas y a malas, a un extremo; a un cliché, y de los grandes: me pregunto por qué. La respuesta la iré descubriendo a medida que la trama avance: lo que pasa es que me quieren llevar de un extremo hasta el otro, al de la suavecita y bonita, tranquilizadora e increíble redención mentirosa de la figurita en caricatura. Pero poner el cliché de cabeza un rato no es, en modo alguno -ni de broma- la superación del cliché.
Lo que seguirá lo puede adivinar cualquiera: la nana parecerá un misterio y una amenaza, la nana será tolerada por la dueña por causas no del todo claras, la nana luego crecerá en poder y a la vez correrá peligro de ser expectorada de la familia. Y, como, en cierto momento, la nana hace agua, hay que ponerle una ayudante. A estas bajas alturas, uno ya sabe que sus colegas nanas, impajaritablemente, van a sufrir.
La película no está mal llevada, pero la simplificación hace que la gente ría, desinflando al toque aristas más problemáticas y críticas. Es un frívolo divertimento. Hay cierta solvencia en el manejo de los personajes y situaciones, destacándose la irrupción de la tercera colega nana, que es toda espontaneidad y buen corazón. Entonces hay que ser ingenuo para creer en la magia o el milagro cuando nada más se aplicó una fórmula. Así, la cara de bruja mala se reinventa y se redime, la miramos al final haciendo footing y disfrutando de las bondades de un i-pod. La aceitada emocional que deja como saldo este vagamente monstruoso final feliz, me hace pensar en que hay que tratar mejor a las nanas... para que no peligren sus empleadores, sobre todo. La moraleja, como verán, aterra por profunda.
Y si sigues pensando, la conclusión es obvia: la cosa huele más bien a terapia barata, para la muy real y muy soslayada culpa y agujero negro que insinúa la película: la culpa social de esclavizar a una persona (¿es que no lo saben? ¿es que no lo sienten? ¿es que no lo han visto? ¿es que no lo vivieron o lo viven?), lo cual me sugiere que la lucha de clases debe ser tal vez un espantoso e inelegante invento de la prensa de izquierdas. Y La Ceremonia, de Claude Chabrol, una película, por supuesto, tan olvidable y tan inútil como un pedo al aire.
Lo que seguirá lo puede adivinar cualquiera: la nana parecerá un misterio y una amenaza, la nana será tolerada por la dueña por causas no del todo claras, la nana luego crecerá en poder y a la vez correrá peligro de ser expectorada de la familia. Y, como, en cierto momento, la nana hace agua, hay que ponerle una ayudante. A estas bajas alturas, uno ya sabe que sus colegas nanas, impajaritablemente, van a sufrir.
La película no está mal llevada, pero la simplificación hace que la gente ría, desinflando al toque aristas más problemáticas y críticas. Es un frívolo divertimento. Hay cierta solvencia en el manejo de los personajes y situaciones, destacándose la irrupción de la tercera colega nana, que es toda espontaneidad y buen corazón. Entonces hay que ser ingenuo para creer en la magia o el milagro cuando nada más se aplicó una fórmula. Así, la cara de bruja mala se reinventa y se redime, la miramos al final haciendo footing y disfrutando de las bondades de un i-pod. La aceitada emocional que deja como saldo este vagamente monstruoso final feliz, me hace pensar en que hay que tratar mejor a las nanas... para que no peligren sus empleadores, sobre todo. La moraleja, como verán, aterra por profunda.
Y si sigues pensando, la conclusión es obvia: la cosa huele más bien a terapia barata, para la muy real y muy soslayada culpa y agujero negro que insinúa la película: la culpa social de esclavizar a una persona (¿es que no lo saben? ¿es que no lo sienten? ¿es que no lo han visto? ¿es que no lo vivieron o lo viven?), lo cual me sugiere que la lucha de clases debe ser tal vez un espantoso e inelegante invento de la prensa de izquierdas. Y La Ceremonia, de Claude Chabrol, una película, por supuesto, tan olvidable y tan inútil como un pedo al aire.
(M.C.)
La Cinefilia no es patriota
3 Comments:
At 6:35 PM, Anonymous said…
No es Abencia Mesa la de la foto?
At 7:34 PM, Anonymous said…
La cinefilia es humalista...
At 8:37 PM, Anonymous said…
No veo porqué tiene que ser esta opinión humalista, yo soy chileno y detesté otra película de este mismo director (La Vida me Mata), principalmente algo que también se mencionó aquí: el cliché barato, y en aquella ocasión en clave de comedia, por lo que se me tornaba agresivamente aún más tediosa.
Yo imaginaba que La Nana sería distinto, pero gracias a lo que acabo de leer, puedo suponer que es el intento de hacer algo "serio" y que en el fondo es lo mismo pero que logró mucha mayor promoción.
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