LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Wednesday, November 22, 2006

CINE PERUANO: LA PRUEBA


La Prueba, de Judith Vélez
LA CONTINUA SEQUÍA
¿Existe una identidad nacional? ¿Qué significa ser peruano? Algunas disciplinas científicas y artísticas han tratado de despejar esta pregunta con mayor o menor suerte en algunos casos. Las películas peruanas han ignorado esta interrogante o han fracasado en proponer alguna posición consistente al respecto. Aunque es difícil exigir películas con un modelo que integre los diversos fragmentos sociales que conforman nuestro país, tampoco ha existido una serie de películas que en conjunto pueda retratar la diversidad social, racial y cultural que llamamos Perú. En algunos casos develan prejuicios ancestrales y divisionistas (como es el caso reciente de Madeinusa) o visiones idealizadas de sectores olvidados como las zonas andinas (es el caso de las películas de La Escuela del Cuzco que tiene como abanderada a Kukuli[1]).

¿Era necesario este preámbulo? Sí, porque La Prueba es una película que aborda abiertamente el problema de la identidad nacional. Desde el inicio las pretensiones de la cinta son claras: de las imágenes del mar y el gris cielo limeño pasamos, inmediatamente, a la altura andina de Arequipa. Costa y Sierra. La Selva queda excluida, aunque no importa: no se puede abordar todo. Las primeras palabras que escuchamos son las de la radio que informa sobre la prolongada sequía que azota la región. Es importante la función que cumple la emisora radial en la película: posteriormente, la misma voz y la misma emisora (Chema Salcedo y RPP), anuncian un atentado terrorista, en un flashback que se remonta 13 años en el pasado. Sea sequía o terrorismo, el país no ha mejorado en demasía su situación: los peruanos siguen viviendo en la incertidumbre.

La Prueba es una road movie. La elección de este género no es fortuita, al contrario, está estrechamente asociada a las pretensiones del filme. La mayoría de road movies siempre han funcionado como un bisturí: ellas diseccionan un país o una región y hurgan en su interior, develando el lado menos amable o conocido. Estas películas suelen rescatar al ciudadano anónimo u olvidado, que en ocasiones puede resultar ser el más representativo de todo un país. Ahí están Easy Rider, A Perfect World o The Straight Story
para demostrarlo.

Toda road movie necesita un viajero. En La Prueba recae esta función en el personaje de Miranda (Jimena Lindo) que, como lo dice su nombre, mira y anda. Ella es una limeña de familia acomodada venida a menos. Su travesía tiene como objetivo encontrar a su padre, quien hace trece años huyó a Arequipa para escapar de la justicia, para después convencerlo de que regrese a Lima y salvar a su hermano gravemente enfermo, quien necesita urgentemente una transfusión de sangre para vivir. Su búsqueda coincide con una terrible sequía que asola la región.

En este viaje presenciamos la heterogeneidad y el divisionismo entre los personajes, que de alguna manera registra a la irreconciliable sociedad peruana, donde ni siquiera existe armonía entre mismos grupos sociales. Este antagonismo se ve representado en la pareja protagonista: Miranda y Saúl (Pietro Sibille), enfrentados por su lugar de origen.

Lástima que Vélez esquematice estos enfrentamientos y no ofrezca alguna lectura original. Saúl, por ejemplo, no deja de pronunciar hasta el hartazgo la palabra “limeñita” para referirse a Miranda. ¿Hay algo más que podamos decir?

Otra “originalidad” de la película es la construcción de la figura paterna. El padre fugitivo que abandona a su familia intenta ser una metáfora del Estado que desampara a gran parte de los peruanos. No es gratuita la corrupción del personaje y que se desempeñara como funcionario público. ¿Pero acaso esta información no es sabida hasta el cansancio por todos?

La cinta acaba con la lluvia que pone fin a la sequía, simboliza la esperanza, que no todo está perdido. Una reconciliación entre todos es posible: la lluvia funciona como elemento unificador y cae sobre los diversos personajes de la película. Hubiera sido preferible, sin embargo, que tal solución nazca de las acciones internas de los personajes y no dejarla en manos de la providencia.

Lo que más llama la atención es la dificultad que tiene Vélez para conectar al espectador con su cinta. Badiou afirmaba que una película es una batalla contra el caos que es inherente a la realidad; el triunfo consistía en convertir esa impureza en pureza. La búsqueda del padre, la sequía, los prejuicios, las disputas entre comuneros, la transfusión de sangre, los flashbacks, el valle del Colca, etc., son elementos que se encuentran dispersos y que jamás llegan a integrarse, a pesar de la existencia de un discurso que los unifica. Y es que este discurso nunca traspasa las barreras del guion, solo se llega a través de él de manera conceptual. Eso explica la distancia que genera con el espectador que jamás se llega a comprometer con la historia. Judith Vélez sucumbió al caos.

La elaboración de un buen guion es una de las tareas menos fructíferas de nuestro cine. La Prueba tiene un guion endeble, a pesar de estar firmado por Augusto Cabada (en co-autoría con Judith Vélez), un experimentado guionista, autor del texto de Bajo la Piel, uno de los mejores que se hayan hecho en nuestro país. Parte de la responsabilidad de esta representación esquemática recae en el libreto, así como la de los fallidos flashbacks que recorren toda la película que no nos dicen nada, solo enfatizan. ¿Qué aporta al argumento la historia del hermano enfermo? ¿Era necesario saber que era tímido?
Tal vez algunos justifiquen la presencia de estos flashbacks porque, de alguna manera, refleja la el desamparo e inferioridad de condiciones en que viven muchos ciudadanos, a pesar de que, en el papel, todos somos iguales ante la ley. Recordemos que el drama familiar en La Prueba refleja al país y sus problemas. Pero eso es, como dijimos, enfatizar. Antes de predicar cualquier alegato una película debe narrar una buena historia
[2] y de eso se olvida La Prueba.

La película se desvía por completo en algunos parajes. ¿Era necesario incluir un personaje argentino? Más desubicado aún es el ingenuo y manido debate entre el saber científico y el saber mágico-mitológico que sostiene Saúl con un campesino, que dicho sea de paso, provoca la secuencia más ¿poética? e innecesaria de la película: la representación de un ritual andino que invoca la lluvia.

Los manuales de creación cinematográfica más básicos advierten sobre el peligro de la redundancia, pero a pesar de ello es uno de los más frecuentes en las películas. La Prueba no es la excepción y está repleta de imágenes que grafican, sin aportar nada, lo que ya se sabe de antemano. ¿Era necesario que Gianfranco Brero haga el ridículo al huir infantilmente de su hermana? Solo podemos agregar que esta escena ingresa a nuestra selección de lo peor del cine nacional.¿A quién se le ocurrió llamar a la bodega del padre como “La escondida”? ¿Acaso no nos había quedado claro que había pasado a la clandestinidad?

La Prueba tiene un grueso error técnico: durante el transcurso de la película aparece en cuatro ocasiones el boom. ¿Cómo debemos reaccionar quienes percibimos semejante ultraje contra el convenio tácito de tomar como verdadera una ficción? Un error de menor envergadura es la fotografía en ciertos tramos de la cinta. Cuando Miranda y Saúl viajan dentro del carro la imagen adquiere tonos amarillos, que acentúa la sensación de sequía que asola los parajes. Sin embargo, apenas los protagonistas salen del auto la fotografía se torna azul como el cielo de Arequipa. Si estamos frente a una cinta de clara vocación realista, ¿cómo se explica esto?
Este desfase en la fotografía perjudica la continuidad de la película. Pero, a pesar de estos problemas, podemos afirmar que La Prueba tiene un alto nivel técnico.

Justamente algunos rescatan este aspecto de la película, como si se tratara de una gran virtud. Discúlpenme, pero tengo algunas consideraciones que me impide compartir tal entusiasmo:

1) Existen grandes películas con un deficiente nivel técnico
[3].
2) La calidad técnica de La Prueba no rescata a la película de la mediocridad. En todo caso su impecable acabado responde sobre todo a un respeto por el público.

Las actuaciones. Cada vez decepcionan más nuestras actores consagrados. Uno de los aciertos de Claudia Llosa fue el riesgo que tomó en confiar en rostros nuevos para su película (a pesar de que no haya logrado un rendimiento actoral uniforme). Judith Vélez apostó por nombres experimentados, sin embargo el resultado no pudo ser más decepcionante. Jimena Lindo no aporta los matices que hubiera hecho más interesante a su personaje y, especialmente, a la película. Pietro Sibille está lejos de repetir el nivel exhibido en Días de Santiago, aunque la responsabilidad no sea todo suya, ya que su personaje es intrascendente desde el papel. Gianfranco Brero solo es rutinario.

¡Cuánta diferencia hay con Kiarostami¡ En sus películas, el iraní sí desentraña su país a través del automóvil. Él sí conoce a la gente de su país, y si bien emplea figuras arquetípicas (el religioso en El sabor de la cereza o la puta en Ten) jamás llegan a ser adornos o personajes reactivos sino seres vivos y funcionales.

La Prueba es una película intrascendente, innecesaria, anodina. El cine nacional sigue en una sequía de buenas películas de, por lo menos, 10 años, que ni siquiera Días de Santiago o Madeinusa, las mejores películas de ese periodo, pueden atenuar.
Robinson Díaz Sifuentes

[1] Una anécdota: Kukuli fue exhibida en París por su director, Luis Figueroa, y tuvo como público privilegiado nada menos que a los surrealistas, con Breton a la cabeza. Ellos, entusiasmados, consideraron el filme como auténtico “Cine Inca”. Lástima que no se hayan enterado que han pasado centurias desde que los Incas desaparecieron .
[2] Obviamente, esta norma no se ajusta a todas las películas, como las cintas experimentales de Brakhage o McLaren, entre otros. Pero es aplicable a la mayoría de películas, incluida La Prueba.
[3] Ejemplos: las películas neorrealistas, La noche de los muertos vivientes, Pink Flamingos, etc.

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