LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Friday, April 04, 2008

DE KURTZ A BUSH

"Debemos matarlos, debemos incinerarlos, cerdo tras cerdo, vaca tras vaca, aldea tras aldea, ejército tras ejército, y me llaman asesino, ¿cómo hay que llamarlo, cuando los asesinos acusan a los asesinos?"

Apocalipsis Ahora! (redux), 2001, de Francis Ford Coppola




Al ver Apocalipsis ahora! siempre tuve la impresión de que su trasfondo crítico podía opacarse por la espectacular aventura que ponía en escena, como si sus ribetes surreales ganaran un lugar preferencial en la memoria. Ante ese riesgo, se podría decir que con su nueva edición Coppola ha hecho a su película más “reflexiva” ya que profundiza en la tragedia del coronel Kurtz que encarna Marlon Brando.
La de Apocalipsis ahora! es una ascensión que tiene dos partes, dos instancias. La primera es la del viaje de Willard (Martin Sheen) y sus vicisitudes: situaciones de dimensiones delirantes hasta lo alucinatorio. La travesía al interior de la jungla, y la guerra que la atraviesa, es también el proceso de enajenación de sus acompañantes. Es aquí que se desliza un cuestionamiento sobre lo absurdo del conflicto de Vietnam, así como de sus grados de miseria.



Lo asombroso del filme es la manera en que el naturalismo -tan americano- de la dramaturgia de Coppola hace verosímil una odisea donde todo está trastocado y tiene dimensiones exageradas. Esta es una primera parte filmada con un ánimo casi festivo y celebratorio, donde en medio de una realidad tan infernal como maravillosa (desde el punto de vista de la operática puesta en escena) la muerte ejerce su dominio de una manera aterradora.
La segunda instancia es aquella en la que Willard se enfrenta a Kurtz. Como antesala a este encuentro, en la nueva versión se ha incorporado la escena de una plantación francesa en la que encalla la barcaza del héroe. Se acaba el espectáculo de violencia y sorpresa al aire libre. Por el contrario, el filme adquiere atmósferas cálidas e íntimas, y se despliega un monólogo con el que el líder del misterioso clan intenta justificar su demencial obstinación -entre nacionalista y anárquica- por no abandonar una porción de tierra y poder en medio del Apocalipsis. Los franceses son como fantasmas que aparecen y desaparecen entre la niebla, y anuncian la entrada al territorio de Kurtz, quien lejos de construir su propio reino en función a glorias coloniales del pasado -como los europeos- ha desafiado a los líderes de su propio país.
Con este nuevo capítulo también accedemos a una etapa más conversacional; y surgen una serie de cuestionamientos sobre los efectos enajenantes de la guerra, o sobre la moral de quien ha decidido asesinar de la manera más cruel y fría para sobrevivir.



"¿Hueles eso? ¿Lo hueles muchacho? Es napalm. Nada en el mundo huele así. Acabará con esta guerra. ¡Qué delicia oler napalm por la mañana! Un día bombardeamos una colina y cuando todo acabó, subí. No encontramos un solo cadáver de esos amarillos de mierda. ¡Qué pestazo a gasolina quemada! Me encanta el olor del napalm por la mañana. Aquella colina olía a... victoria."



Hasta que se produce el encuentro. Para esto, hay que decir que Willard, desde el principio de su misión, está obsesionado con el coronel a quien debe buscar y ejecutar. Como el Michale Corleone de El Padrino o el Rusty James de La ley de la calle, el Willard de Apocalipsis ahora! está fascinado con una imagen paternal y mítica, dueña de su propia ley, la figura rebelde de un sobreviviente hundido en una melancólica soledad. Porque ¿No es Kurtz, ese militar que ha impuesto sus propios dominios en medio de un sistema que desprecia por hipócrita y falaz, una encarnación más de "el padrino" Vito Corloene (que interpretó años antes el mismo Brando) como también del hermano mayor (Mickey Rourke) de La ley de la calle?

Si Willard es tan frío para asesinar (como lo ha revelado en el trayecto matando a una joven indígena herida accidentalmente), al igual que el mismo hombre que busca, y si ha sido enviado a esa misión chantajeado por haber cometido crímenes de guerra (los que también cometió Kurtz); entonces, ¿qué los diferencia?

Willard se convierte en un hombre "que ama y que a la vez mata", como le dijo inquietantemente una misteriosa muchacha de la plantación francesa, pero sin saberlo. Kurtz, en cambio, decide asumir conscientemente un papel mesiánico desde su propia certeza, convirtiéndose en gobernante y señor de su propia enajenación -a la que confiere un estatuto suprahumano-. Kurtz reclama así su propia muerte desde el fondo de una soledad tan oscura como su sufrimiento, tan corrosiva y destructiva como su obstinación.




A diferencia de Willard, el coronel es una víctima pero también un monstruo. Rebelándose contra las autoridades norteamericanas, el mejor soldado de todos crea su propio reino en el corazón del territorio invadido, así como el Padrino regenta a su clan bajo sus propias reglas morales -aunque ya al interior de ese mismo país cuyo sistema está basado en la mentira-. Sin embargo, la verdadera "monstruosidad" de estos patriarcas radica en su frialdad para imponer justicia criminalmente, a propia mano. Los dos han usurpado facultades divinas, haciendo de su juicio personal el origen legítimo del castigo más horrendo, dado el supuesto origen "puro" de su balanza moral.

Kurtz es el reflejo aterrador de Willard, y quizá esa sea una de las razones por la que éste se ve resignado a matarlo. Hay un aspecto piadoso pero también salvajemente ritual en el final que le espera a este hombre desquiciado, un rito donde cada uno cumple consecuentemente su papel. Es más, lo extraordinario de la última secuencia es, precisamente, la comunicación silenciosa que establecen ambos. El coronel sabe cuáles son los propósitos del soldado y aún así lo deja vivir, a pesar de que ha podido ejecutarlo en cualquier momento. Kurtz planifica su propio final como una ceremonia largamente esperada, e incluso decide bajo que mano debe expirar. Se trata de un acontecimiento doblemente redentor: después de su muerte se han liberado los dos.

Pero cabe elevar la pregunta a otro nivel. Por algo Welles había intentado hacer, al llegar a Hollywood, su versión cinematográfica de la novela de Conrad que sirvió de base para Apocalipsis ahora! Y es que tanto el ciudadano Kane de Welles como el coronel Kurtz de Coppola constituyen metáforas magníficas de un país que impone a la fuerza los designios que surgen desde su propio juicio, cuando sus gobernantes han decidido convertirlo en el más poderoso de todos como condición de sobrevivencia. Y por último, Coppola se hermana con Welles de otra manera: ambos echaron a andar filmes desmesurados que expresaron ese abrumador aunque no menos trágico espíritu que anida en las entrañas del imperio americano.

Sebastián Pimentel

La Cinefilia no Es Patriota


2 Comments:

  • At 12:16 PM, Anonymous Anonymous said…

    Aquí en argentina, hay una banda de reggae que me gusta mucho, se llama resistencia, y tiene un tema que le dedican a este señor que está mencionado aquí en el titulo. Dice más o menos así:

    "La masacre ahora es legal si el q mata es Bush
    el mundo no se horroriza si el q mata es Bush
    y se unen las naciones a matar con Bush
    y el resto solo mira como mata Bush."

    te cuento que soy Ana Lucia de http://chiflame.net/, un sitio que creamos con un compa de la facu para ayudar a los bloggers a que puedan conseguir enlaces y aumentar las visitas a sus blogs, un beso

     
  • At 6:34 PM, Blogger Jeanne said…

    Sería interesante hacer una comparación entre the heart of darkness y apocalypsis now. Ver hasta que punto el endiosamiento de kurtz se encuentra en el personaje de conrad. Me queda como tarea pendiente porque mi profesora de inglesa no me aceptó la idea para la monografía. Creo que ambos develan la periferia de ese ideal de victoria universal, los costados sangrientos y salvajes de la colonización inglesa y la guerra de vietnam. El devenir de la locura en la guerra, de personajes caóticos que viven al margen.
    Te invito a mi humilde blog: http://aunamendigapelirroja.blogspot.com

     

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