EL PECADO ROMÁNTICO: EXPIACIÓN, DE JOE WRIGHT
Ojos transparentes a la vez que impenetrables de una niña, o una joven emergiendo como una diosa del agua desde el fondo de una vieja pileta… En Expiación… también importa un sonido, seguido de otros, que forman una percusión alegre y rápida: la ‘voz’ de la máquina de escribir, contando, casi cantando (desde lo invisible) una historia trágica (sin contarla, porque nunca leemos las palabras de la novela sino que leemos las imágenes). Corazón sonoro de una película que nos dice que contar es una alegría aunque lo que haya que contar sea terrible.
Las escenas repetidas con variaciones en el punto de vista son lo mejor de la película. Allí se registran observaciones delicadas que se ofrecen en imágenes irreductibles de gestos, expresiones, cuerpos, miradas, actitudes, movimientos, todos fugaces, más que con palabras, y que aspiran a una cierta complejidad, sobre todo entre los personajes principales. Pero este estado idílico de la puesta en escena, que se corresponde con los momentos más idílicos de la película, no durará. La película muestra pronto las limitaciones de su propia mirada. Tras la escena de la separación de los amantes, la película se separará de sí misma, se convertirá en otra cosa, separándose de nosotros. Los saltos temporales la desenfocarán de su objetivo inicial. Se perderá en ramificaciones que no serán coherentes con lo anterior. La unidad quedará rota. Volverá solo en pedazos. Buscará ser otra u otras películas –una guerra, una enfermera, unos amantes fantasmas- sin conseguirlo jamás. Expiación… -y esto es sin duda lo más grave-, dejará de ser crítica con su propia mirada.
Qué gran cuidado con los escenarios, la reconstrucción de época (como el personaje de la escritora, el director se siente un dios a escala), la vestimenta, el casi velo de tul de la fotografía, las escena de guerra… oh, la guerra es romántica… al distraerse un buen rato con las escenas de la guerra el director parece olvidar que la guerra de que trata Expiación... es otra, traicionando su tema. Wright descuida lo esencial: la información que nos permita conocer más de lo que ocurre en el interior de los personajes. Se trata de una historias de amor interrumpida (la escena del coitus interruptus en la biblioteca es clara al respecto, literal y simbólicamente), pero eso no significa que la interrupción o disminución de la revelación de los matices de deseo, pasión, esperanzas, dolor, conflicto, etc., entre los personajes principales, constituya un acierto.
Que la película presente enormes huecos no se debe a elipsis sabias… Los enormes huecos –me dirán- son las vidas de los personajes. Sí, pero era necesario mostrar algo más sobre esos huecos, explicarlos, describirlos de alguna manera. No hacerlos ‘sentir’ es un defecto. Se sienten más como torpeza o carencia o parche que como soluciones narrativas.
Ironía helada y velada hacia el final: la imagen de la vieja escritora, multiplicada por varios televisores. Es la entrevista-confesión. Escritora y lectores, queda claro, necesitan poner fin a la historia con algo de felicidad. Es la receta. Expiación... entrega lo que quería con una escena imposible. Así se expresa la idea romántica de que el amor trasciende la muerte, etc., pero es la escritora la que considera que ha sido ella quien les ha dado ese momento, que antes les había quitado, y esto es ridículo. Pero sí; a través de la película, el espíritu romántico se manifiesta; y lo hace sin temor al absurdo, al error o al ridículo. Apuesta por la trascendencia del amor. Más allá de su imposibilidad. Más allá de la muerte.
Mario Castro Cobos
La Cinefilia No Es Patriota
Otro texto sobre Expiación:
http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2008/03/atonement-expiacin-2007-de-joe-wright.html
1 Comments:
At 10:10 AM, Anonymous said…
a ratos anticuada, a ratos ridícula, a ratos absurda. y a ratos muy conmovedora.
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