LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Tuesday, May 06, 2008

VOLVER (2006), DE PEDRO ALOMODÓVAR

La marca Almodóvar
He visto con mucho placer, en Lima, a lo largo del tiempo, los dieciséis largos dirigidos hasta ahora por Pedro Almodóvar. Como me pasa con Woody Allen, he disfrutado de cada una de sus películas sin hacerme problemas. Sea rescatadas por la televisión de señal abierta o por cable, proyectadas en los cines, Centros Culturales (el de España), Cineclubs (Arcais) o el mercado pirata, he visto todo lo que han hecho estos dos directores. Como cinéfilo, solo puedo sentirme agradecido.

Ya que he crecido con ellos, la ausencia de distancia es un problema; soy consciente de que puedo estar fuertemente condicionado: como ven, no lo oculto. El precio de su cotidianidad y cercanía (como si fuéramos amigos) me hace verlos de otra forma, lo sé; pero eso (y a continuación trataré de demostrarlo, a ver si puedo) no me ciega a la hora de proponerme dar un juicio.

Aunque la palabra suene hueca quiero simplemente decir que estos directores me son entrañables. Pero al mismo tiempo que reconozco sus talentos, creo reconocer, sin ser desagradecido, las reales limitaciones de sus propuestas. Me limitaré entonces al caso de Almodóvar, que se supone es el tema de este artículo.

El poder del humor y del melodrama en nuestras vidas me parecen un par de hechos absolutamente incuestionables y verificables hasta la saciedad en el diario vivir de cualquiera. Son una cantera espantosa, fascinante y enorme de la que se pueden extraer películas y otras obras de arte (cuando se pueden extraer obras de arte de todo eso).

En Almodóvar, por remitirme a un aspecto, el humor (grueso y sutil a la vez) ha sido una marca, algo constante, un rasgo definitorio desde el principio. Humor vulgar, absurdo, explosivo, vital, agudo, revulsivo, liberador, lúcido, crítico. Por ejemplo, en Volver, se puede ver ya desde la primera imagen: un grupo de mujeres sacudiendo el polvo y las hojitas secas de las tumbas al aire libre y con mucho viento. Algo que se puede juzgar patológico, necrófilo o por lo menos una pérdida de tiempo, es visto con calidez, gracia y simpatía. Es una imagen que divierte sin que el director se burle de todas esas mujeres. En fin. Nada más natural que convivir con los muertos.

Desde ahí ya tenemos la idea de una película de fantasmas. Muchos fantasmas. Los hombres por ausentes son los fantasmas. Padres incestuosos, maridos fugados o muertos hace mucho y no tanto… de La Mala Educación, película homosexual, imperfecta pero arriesgada en más de un sentido, pasamos a Volver, película femenina al cien por ciento. Pero sigamos. También la tía loca es un fantasma. Como el pueblo entero, en cierto modo. Y el fantasma que en realidad no es un fantasma pero si lo piensas bien sí es un fantasma, de tanto jugar a serlo sin quererlo: la madre.

Carmen Maura es un verdadero deleite, haga de madre fantasma, de rusa sonriente o de falso fantasma. Me produce, dicho sea de paso, lo mismo que cuando veo a Jack Nicholson en The Departed. ¡Haz lo que quieras! ¡Todo te está permitido! Es la magia de los grandes actores.


En el caso de Volver, apenas aparece Maura, la película crece, se profundiza (dentro de la “profundidad” que puede alcanzar una película así). Penélope Cruz, por su parte, llora muy bonito. Es hermosa de diversos ángulos y refrescantes perspectivas. Pero te interrogas por toda la película cuando la ves cantar dándote cuenta de que no canta, y hasta te emocionas, pero aquí viene el dilema: el grado de artificialidad que acaba por matar o afectar la emoción. Es algo que el dominio de la forma, a mi parecer, no cubre.

Almodóvar nos ofrece muchas cosas conocidas que disfrutamos pero pocas cosas nuevas, y éste es el punto: su estilo, ya asimilado, celebrado, reconocido, con piloto automático (ejemplo: ver a la señora de pelo corto recomendando un porrito) se ha vuelto una lista de lugares comunes (triste, ¿no?). Agradable, cuando es agradable. Predecible. Que ya es menos agradable. Salvo incondicionales. Las mismas virtudes y defectos, de película en película. Es, como decía antes, reencontrarme con un viejo amigo, qué bueno, aunque en gran parte ya sepas incluso lo que te va a decir y lo que tú le vas a responder. Lo aprecio, pero, eso no me impedirá de ninguna manera acudir al encuentro de experiencias nuevas y más excitantes.

Confesaré que en una segunda visión Volver me emociona menos. Veo más los hilos. Lo que no me alegra. Pero eso fue lo que me pasó. No es una calumnia decir que el otrora niño terrible, no está ya tan dispuesto (la menos de momento, aunque el momento se alarga) a jugarse y tomar nuevos riesgos.

Mario Castro Cobos

La Cinefilia No Es Patriota


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