LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Monday, December 11, 2006

VER O NO VER - JACK SMITH


FLAMING CREATURES
de Jack Smith


El único inconveniente de los planos detallados de penes fláccidos y senos turgentes, de las escenas de masturbación y sexualidad bucal de Flaming Creatures de Jack Smith es que nos resulta difícil simplemente limitarnos a hablar sobre esta notable película: nos sentimos obligados a defenderla. Pero al defender la película, y al hablar sobre ella, no quisiera presentarla con una menor atrocidad, con una menor fuerza de shock de las que posee. Como referencia: en Flaming Creatures una pareja de mujeres y un número bastante superior de hombres, la mayoría embutidos en vivos vestidos femeninos de la peor calidad, chispeantes, posan y gesticulan, danzan uno con otro, se libran a escenas diversas de voluptuosidad, frenesí sexual, romance y vampirismo, acompañados por una banda sonora que incluye algunos éxitos sudamericanos (Siboney, Amapola), rock-and-roll estridente y sugestivo violín, pasodobles, una canción china, el texto de un descolorido anuncio de una nueva especialidad de “rimmel” de tono “corazón”. Todo ello está representado en escena por una hueste de individuos, algunos en carretillas y otros no, y por una coral de estridencias y lamentos aflautados que acompañan el rapto en grupo de una joven de busto prominente, rapto que es alegremente transformado en orgía.
Como es lógico, Flaming Creatures ultraja, y pretende hacerlo. El mismo título nos lo indica. Flaming Creatures no es, de hecho, pornográfica si definimos la pornografía por la intención y capacidad manifiestas de excitar sexualmente. Las escenas de desnudez y de distintos abrazos sexuales (con la notable omisión del estricto coito) están demasiado cargados de “pathos” e ingenuidad para resultar lascivos. Más que sentimentales o lascivas, las imágenes sexuales de Smith son alternativamente aniñadas y simpáticas.

La hostilidad policial a Flaming Creatures es fácil de comprender. Es inevitable, por desgracia, que la película de Smith se vea obligada a defender su vida en los tribunales. Lo deprimente es la indiferencia, la mezquindad, la radical hostilidad a la película desplegada por casi todo el mundo dentro de la comunidad artística responsable. Sus defensores son, tan apenas, un círculo leal de cineastas, poetas y jóvenes “Villagers”. Flaming Creatures no ha pasado de ser un objeto de culto, del exotismo, premio que lo incluye en el nuevo grupo de cine americano, cuyo organismo comunitario es la revista Film Culture. Todos deberían estar agradecidos a Jonas Mekas, que sin apenas medios, con tenacidad e incluso heroísmo, ha hecho posible que veamos la película de Smith y otras muchas de este mismo.
Con todo, deberá admitirse que los pronunciamientos de Mekas y su séquito son estridentes e incluso positivamente alienantes. Es absurdo que Mekas pretenda que este nuevo grupo de películas, que incluye a Flaming Creatures, represente una ruptura sin precedentes en le historia del cine. Semejante truculencia plantea a Smith dificultades, pues hace innecesariamente difícil aprhender los méritos de Flaming Creatures. Flaming Creatures, en efecto, es una pequeña pero valiosa obra dentro de una tradición particular, el cine poético de shock. En esta tradición estarían Un Chien andalou, L’Age d’or de Buñuel, partes de Strike, la película de Eisenstein, Freaks, de Tod Browning, Le Maitre fou, de Jean Rouch, Le Sang des Betes, de Franju, Laberinto de Lenica, las películas de Kenneth Anger (Fireworks, Scorpio Rising) y Noviciat de Nöel Burch.

Los primeros cineastas vanguardistas americanos (Maya Deren, James Broughton, Kenneth Anger) realizaron cortometrajes que estaban técnicamente muy estudiados. Dados sus modestos presupuestos, el color, trabajo de cámara, actuación y sincronización de imágenes y sonido fueron lo más profesionales posibles. La piedra de toque de los estilos vanguardistas del cine americano (Jack Smith, Ron Rice y otros, pero no Gregory Markopolous o Stan Brakhage) es su elaborada crudeza técnica. Las nuevas películas, tanto las buenas como las mediocres, obras sin inspiración, muestran una obsesiva indiferencia hacia a todo elemento técnico, un primitivismo estudiado. Esto es un estilo cabalmente contemporáneo, y muy americano. En ninguna parte del mundo ha tenido el viejo clisé del romanticismo europeo –la mentalidad asesina contra la espontaneidad del corazón– tan larga carrera como en América. Aquí, más que en ningún otro lugar, prospera la creencia de que la pulcritud y cuidado de la técnica interfieren la espontaneidad, la verdad, la inmediatez. La mayoría de las técnicas prevalentes (pues incluso estar contra la técnica exige una técnica) del arte de vanguardia expresan esta condición. En la música, hay, en la actualidad, además de la composición, una interpretación aleatoria, así como nuevas fuentes de sonido y nuevos sistemas de mutilar los antiguos instrumentos. En pintura y escultura, está la posibilidad de descubrir nuevos materiales, y de duración, y la transformación de objetos en conjuntos perecibles (úsese una vez y tírese) o “happenings”. Flaming Creatures, a su propia manera, ilustra este snobismo sobre la coherencia y el acabado técnico de la obra.

Naturalmente, en Flaming Creatures no hay tema, ni desarrollo, ni necesariamente orden de las siete secuencias claramente diferenciables de la película (según mi cómputo). Es lícito sospechar de que se intentara incluso exponer repetidamente determinada pieza de montaje. Ninguna secuencia nos convence de que su duración haya de ser tal como es y no mayor o más reducida. Los planos no están cortados en el esquema tradicional; las cabezas quedan suprimidas, y al margen de la escena, aparecen a veces extravagantes figuras. La cámara es manual la mayoría de las veces, y la imagen a menudo tiembla (esto es plenamente eficaz, y a no dudar premeditado, en la secuencia de la orgía). Pero en Flaming Creatures, el desprecio a la técnica no desilusiona como ocurre con tantas otras películas recientes (clandestinas). Pues Smith es visualmente muy generoso; en prácticamente todo momento hay una enorme cantidad de imagen a ver en pantalla. Y además, sus imágenes poseen una extraordinaria gracia y belleza, incluso cuando el efecto de las imágenes fuertes es contrarrestado por aquellas ineficaces que, gracias a una planificación, hubieran podido resultar mejor. En la actualidad, la indiferencia a la técnica va acompañada frecuentemente de la monotonía; la moderna revuelta contra el cálculo en el arte con frecuencia reviste la forma de ascetismo estético (gran parte de la pintura expresionista abstracta tiene esta cualidad ascética).
Flaming Creatures, sin embargo, deriva de una estética diferente: está abarrotada de material visual. En Flaming Creatures no hay ideas, símbolos, comentarios o crítica de alguna cosa. La película de Smith es estrictamente un regalo a los sentidos. En esto, es la antípoda del film “literario” (que eso fueron tantísimas películas francesas de vanguardia). El deleite de Flaming Creatures no reside en el conocimiento, o capacidad de interpretar que nos aporta sino en la directividad, la fuerza y la pródiga cantidad de las mismas imágenes. A diferencia de la mayoría del arte moderno serio, esta obra no trata de frustraciones de la conciencia, de los mortales límites del yo. Así, la cruda técnica de Smith sirve, hermosamente, la sensibilidad que inspira Flaming Creatures, una sensibilidad que niega las ideas, que se sitúa más allá de la negación.

Flaming Creatures es esta rara obra moderna de arte: trata de la alegría y la inocencia. A no dudar, esta dicha, esta inocencia, están trabadas en temas que, de acuerdo con los criterios normales, son perversos, decadentes, al menos, o en todo caso, altamente teatrales y artificiosos. Pero ésta es, a mi entender, la razón precisamente de la belleza y modernidad de la película. Flaming creatures es una muestra adorable de lo que corrientemente se entiende, en un cierto género, por el sugestivo nombre de Pop Art. La película de Smith tiene la agresividad, la arbitrariedad, la soltura del arte pop. La película de Smith tiene también la alegría del arte pop, su ingenuidad, su desbordante libertad frente al moralismo. Una gran virtud del movimiento del arte Pop consiste en su forma de flagelar el viejo imperativo de tomar posición ante una determinada cuestión. (Ni que decir tiene, no estoy negando que haya determinados acontecimientos sobre los que sea imprescindible definirse. Un ejemplo de obra de arte referida a acontecimientos así es El Vicario. Simplemente pretendo decir que hay algunos elementos de la vida, sobre todo el placer sexual, sobre los que no es imprescindible definirse).
Las mejores obras de entre las que se denominan Arte Pop pretenden, precisamente, que abandonemos la antigua tarea de aprobar o desaprobar siempre lo que el arte expone; o, por extensión, lo que en la vida experimentamos. (Por esta razón quienes despiden el arte pop como síntoma de un nuevo compromiso, un culto de aceptación de los artefactos de la civilización de masas, se muestran obtusos). El arte pop se entrega a magníficas y nuevas mezcolanzas de actitud, que anteriormente hubieran parecido contradicciones. Así, Flaming Creatures es una brillante construcción sobre el sexo, plagada al mismo tiempo del lirismo del impulso erótico. Simplemente en un sentido visual está, además, cargada de contradicciones. Efectos visuales muy estudiados (superficies lacadas, flores inclinadas, cuadros) son introducidos en escenas desorganizadas, claramente improvisadas, en las que unos cuerpos, algunos formados e indiscutiblemente femeninos,y otros enjutos y peludos, dan volteretas, danzan, hacen el amor.

La película de Smith podría considerarse, por su tema, poseída de la poesía del transvestismo. Film Culture, al conceder a Flaming Creatures su recompensa de “Quinta Película Independiente”, dijo de Smith: “nos ha sorprendido no sólo por su mera piedad o curiosidad de lo perverso, sino por su faso de Transilvesya y la magia del país de las hadas ha iluminado una parte de la vida, pese a ser un parte despreciada por la mayoría de los hombres”.
Lo cierto es que Flaming Creatures, más que de homosexualidad trata de la intersexualidad. La concepción de Smith es afín a la concepción de las pinturas de Bosch de un paraíso y un infierno de cuerpos retorcidos, informes e ingenuos. A diferencia de aquellas películas serias y desgarradoras sobre las bellezas y terrores del amor homoerótico, como Fireworks, de Kenneth Anger y Sang d’Amour de Genet, el hecho importante de las figuras de Smith es que no permiten distinguir fácilmente quiénes son hembras y quiénes varones entre “criaturas”, que se agitan en un gozo intersexual, polimorfo. El film está montado sobre una compleja red de ambigüedades y ambivalencias, cuya imagen primordial es la confusión de la líbido masculina y femenina. El seno tenso y el pene tenso se hacen intercambiables uno con otro.

Bosch construyó una naturaleza extraña, abortada, ideal contra la que situó sus figuras desnudas, sus visiones andróginas del dolor y el placer. Smith no tiene un trasfondo literal (resulta difícil decir en la película cuando estamos dentro o fuera), sino, por el contrario, el artificioso e inventado escenario del atuendo, el gesto y la música. El mito de la intersexualidad es representado contra un fondo de canciones banales, anuncios, vestidos, danzas, y sobre todo, el repertorio de la fantasía inspirado en las películas de alcoba. La textura de Flaming Creatures está compuesta de una rica superposición de gusto “camp”: una mujer vestida de blanco (una transvestida) , con el rostro caído que mantiene un ramo de lilas; una mujer escuálida que surge de un ataúd, que se transforma en vampiro y, eventualmente en varón, un maravilloso bailarín español (también un transvertido) con enormes ojos oscuros, mantilla negra y abanico; un cuadro del Jeque de Arabia con hombres recostados en albornoz y una vampiresa árabe que exhibe hierática un pecho; una escena entre dos mujeres, recostadas en flores y harapos, que recuerdan la densa y cargada textura de las películas que rodeó a la Dietrich en las películas dirigidas por Sternberg en los primeros años treinta. El vocabulario de las imágenes y composiciones que inspiran a Smith incluye la languidez pre-rafaeliana; el Art Noveau, los grandes estilos exóticos de los años veinte, lo arábigo y lo español, el moderno sistema “camp” de saborear la cultura de masas.
Flaming Creatures es un triunfador ejemplo de visión estética del mundo. Una visión que, en la médula será quizá siempre andrógina. Pero este tipo de arte está aún por ser entendido en este país. El espacio en el que Flaming Creatures se desenvuelve no es el espacio de las ideas morales, en el que los críticos americanos han ubicado tradicionalmente el arte. Aquí pretendo que no hay sólo un espacio moral, cuyas leyes dejarían en muy mal lugar a Flaming Creatures. Hay también un espacio estético, el espacio del placer. En este espacio se mueve y tiene su ser la película de Smith.


(Susan Sontag, Contra la Interpretación, 1964)

2 Comments:

  • At 1:23 PM, Anonymous Anonymous said…

    Martes 12 de Diciembre, 7pm:
    Selección de cortometrajes de Stan Brakhage
    Sombre (1999), de Philippe Grandrieux
    (en francés, con subtítulos en español)

    Jueves 14 de Diciembre, 7pm:
    Fedora (1978), de Billy Wilder
    (en inglés, con subtítulos en español)

    Viernes 15 de Diciembre, 7pm:
    Bad Lieutenant (1992), de Abel Ferrara
    (en inglés, con subtítulos en español)
    Antes: Cortometraje de Gisella Barthé.

    Sábado 16 de Diciembre, 7pm:
    Ruleta China (1978), de Rainer Werner Fassbinder
    (en alemán, con subtítulos en español)

    Domingo 17 de Diciembre, 7pm:Bilbao (1978), de Bigas LunaLugar: Cinematógrafo de Barranco

     
  • At 3:14 PM, Anonymous Anonymous said…

    Este texto no lo hubiera podido escribir nunca Castro Cobos!! Ya quisiera...

     

Post a Comment

<< Home