CRÓNICA TALK SHOW
TALK SHOW: ELLOS SE RÍEN, NOSOTROS NO
Crónica del mes
Crónica del mes
La Bolichera, octubre del año pasado. No han pasado unos pocos meses de mi regreso al país, luego de una considerable ausencia que nadie notó. Llegué a tiempo para ver Mañana te cuento y Un día sin sexo en el cine. Amigos de entonces (un año basta y sobra para perder amigos) me preguntaban insistentemente por mis apreciaciones sobre esas películas (algo así como ¿cuáles son tus impresiones del primer tiempo?) Pues la única apreciación que tenía era que ese misterio llamado cine peruano tenía unos matices evidentes. Por dos películas ajenas a mí, no podía decir que todo el cine estaba en ese estado. La generalidad es inconsistente. Decir: el cine peruano es pésimo es tan falso como estimarle un mérito colectivo. Mientras, se acercaba Halloween y desde hacía un mes las grandes tiendas ya habían instalado sus decoraciones. ¿Por qué tanto asunto con las fiestas? Que los niños se emocionen, es natural, y hasta saludable… y, sin embargo, ¡amado el niño que no crea en las fiestas!
Feria Navideña del Trigal, año pasado. Desde hace varios años, mi hermano y yo veníamos manejando un stand de juguetes extraños, no aptos para menores. Siempre nos fue bien. Muñecos sadomasoquistas, torturadores, prisioneros… Desde luego, los primeros en comprar eran los más críos, casi siempre acompañados de sus padres. En el ranking de compradores les siguen los chicos punk del A/B. También hemos vendido bastantes muñecos de películas: Desde Norman Bates (incluye vestido, peluca y cuchillo) hasta los coleccionables más extraños de trilogías élficas (aún compran, afanosos). Tras mi ausencia, mi hermano había montado, él solo, el puesto navideño en dos ocasiones, así que yo ya no pintaba ahí. Lo fui a visitar a mitad de diciembre. Estaba mi primo menor atendiendo. Converso un rato con él y, cuando ve que me despido, insiste en que me quede: la dueña del stand del frente es una chica de televisión, la de Espectáculos en la mañana. Respondo que no me levanto tan temprano. Mi primo insiste: "su esposo es director de cine, deberías conocerlo". Me entra pánico. “¿Qué película ha hecho?”, le pregunto. “Ah, no, recién va a hacerla, pero ya hizo cortos y todo eso. Siempre viene y ayer me separó esa estatua.” Volteo: Uma Thurman viste buzo amarillo y sostiene una espada. Su rostro de cera está cubierto de sangre. Mi primo añade: “Dice que es para sus hijos, pero se nota que la compra para él.”
Headquarters “La cinefilia…”, hace una semana. Acaba de salir el último número del blog, en el cual el poeta Alberto Angulo se ha animado a escribir algunas palabras -muy duras- sobre Mariposa Negra y sobre Talk Show. Empezamos a recibir e-mails de distintos lectores cuestionando la prosa del rapsoda. El cineasta Ventura nos escribe a las pocas horas de publicarse los textos. Está contrariado. Le ha molestado que se revele información sobre la trama, y quizá eso pueda arruinarles a los espectadores algunas sorpresas. También nos recuerda que, si bien no es una ley, usualmente la crítica a las películas nacionales suelen demorarse una o dos semanas. Le cuento que casi nadie nos lee y que los pocos que lo hacen difícilmente entendieron a Angulo. Finalmente le propongo una entrevista para que se explaye. Mientras esperamos su respuesta, otro e-mail llega prontamente a nuestro correo. El crítico Ricardo Bedoya nos hace llegar su pesar: esperaba que los editores de esta página escribiéramos sobre Mariposa Negra, y no otra persona. De Talk Show no habla. Como no queremos perder a nuestro lector más antiguo, decidimos repartirnos: Mario volvería a revisar a la mariposa mientras yo, qué demonios, iría a ver Talk Show. Si valía la pena escribir algo sobre tan maravillosas obras, lo haríamos. Caso contrario, lo de Angulo estaba perfecto. Antes de despedirnos le digo a Mario: “recuerda que luego del asunto Madeinusa he prometido no escribir más sobre películas que me disgusten”. Castro Cobos se ríe y me dice “¿entonces qué haces en este blog?”
Cineplanet San Miguel, día del cine. Llego media hora antes de lo previsto y las entradas para Talk Show están agotadas. Me acompaña una estudiante de psicología que debería estar preparándose para sus exámenes finales en lugar de perder su tiempo de esa manera. Mientras empieza la siguiente función, caminamos por ahí. ¿Qué esperas de la película?, me pregunta. Básicamente, que me entretenga. ¿Por qué estas enfadado? Pues porque hay mucha gente por todos lados. ¿Por qué no venimos mañana entonces? Imposible: esta película busca hacer pasar un buen rato a los espectadores y el mejor modo de saber si cumple su objetivo es en una sala llena de gente. Tomamos un helado. Le cuento que el director y mi hermano son amigos. Los ojos de la china se llenan de curiosidad: ¿Entonces cómo lo vas a criticar, si son amigos? Un momentito, será amigo de mi hermano, no mío, yo no lo conozco. Y si fuera mío, peor para él. Cuando conozcas a mis amigos, entenderás… No doy más explicaciones. Regresamos al cine para la siguiente función y las entradas están nuevamente agotadas. Esto empieza a encabronarme.
Cineplanet San Miguel, día del cine, tres horas y media después. Finalmente pudimos verla. Salimos del cine y no digo nada en varias cuadras. Finalmente, la lacaniana termina con el silencio diciendo pues a mí me gustó, a ti también, ¿no? Callo un rato y luego digo que algunos detalles me agradaron. Pero si te reíste en la sala, ¿por qué ahora pones esa cara de culpable? Está loca, ¿por qué me voy a sentir culpable? Pues porque un crítico no debe reírse en las películas. Qué interesante, china. ¿Qué más no debe hacer un crítico? Ni come en el cine, jamás tiene su celular prendido y siempre sale serio de las funciones… Y pensar que es la primera de su promoción. Mientras ella habla sola, pienso: “no solamente hay una brecha entre críticos y cineastas, también la hay entre los críticos y el público... ¿Y a qué nos referimos cuando decimos el público? ¿Es suficiente para un cineasta ponerse como meta conquistar al público peruano? Basta mirar qué tipo de programas de TV mira la mayoría, qué tipo de gobernantes elige, qué tipo de prensa consume. ¿Queremos gustarle a ese público? …Por otro lado, ¿por qué no?”. Me despido de mi simpática amiga y parto a San Isidro a ver El Custodio. En la Filmoteca PUCP parece que no hubieran escuchado sobre el día del cine. En la sala éramos seis espectadores, supongo que por la hora.
El Salonazo, estudio de televisión. Fiorella Rodríguez promociona su película en una entrevista, mientras Sandro Ventura la escucha divertido, a mi lado. Me encuentro con viejas compañeras con las que trabajaba en un programa político hace algunos años y ahora coordinan este show de espectáculos. Dejar la política por esto a algunos les puede resultar un descenso y, sin embargo, ellas están contentas. No hay ciudad tan llena de prejuicios como esta, pienso para mí. Ventura me diría lo mismo minutos después, cuando habla sobre sus actores. Termina la entrevista, dejamos a la actriz en su casa y nos vamos a tomar un café. No deja de hablar ni un minuto. Me entero que ha sido crítico de cine en El Comercio anteriormente, además de Jurado en el Festival de Cine de la PUCP en más de una oportunidad. Abro la boca para decirle lo que me gustó de su película. Lo toma con emoción. Luego le digo lo que me pareció errado. Lo toma con calma. A pesar de todo, está contento con la película que ha presentado. Me cuenta que Woody Allen es cine de cabecera para él. Me cuenta que su siguiente proyecto es una película de gangsters y piensa grabarla en febrero. Me cuenta que ya está escribiendo su tercera película: un musical. Quiere hacer cine y vivir de él. Le gustan los géneros y quiere desarrollarlos. Quiere que el cine crezca como industria. Se entusiasma. Dan ganas de pararse y aplaudir… pero no basta con las buenas intenciones. Termina la conversación y decido volver a ver Talk Show otra vez, antes de emitir una opinión (nunca) final.
Cineplanet Primavera. La película ya terminó pero los espectadores no se van de la sala. Se quedan de pie, mirando a Tereso, quien les cuenta un chiste que no los hará reír. Esta vez voy solo. ¿Qué siento al salir de esta película? Simpatía. No la percibo como una película mentirosa, de encargo, de ésas donde el director ha negociado para que la siguiente vez sí le salga una película más personal/menos comercial. Sandro Ventura no tendrá ese problema: a él le gusta lo que ha filmado y continuará haciéndolo. En el caso de la película en sí, tropieza visiblemente en su exagerado uso de tópicos manoseados (la trampa, el pene), en el defectuoso sonido en la proyección (y la musicalización apurada) y, en general, en su estructura defectuosa por momentos (esos “capítulos” que a veces ni se desarrollan). Cosas por mejorar, no sólo por tener mayor cuidado con la presentación de la obra, sino apuntando siempre a la meta de hacer reír al espectador, si eso es lo que se quiere. El ruido a veces no deja oír la risa. Lo decía el buen Allen Stewart Konigsberg: nada debe distraer al espectador de la risa. La comedia es un género difícil y requiere precisión.
Cruce Av. Javier Prado con Av. Aviación. Es casi medianoche y he venido caminando mientras seguía pensando en la ópera prima de Ventura. Me disfrazo de esos críticos Baywatch, y empiezo a rescatar lo positivo: Una actuación eficaz, acorde a lo que se buscaba. No desentona ninguno de los seis, y son ellos quienes sostienen casi toda la película (ejemplo, la escena en el auto entre Tereso y Jorge… dura ocho minutos y parece menos). Además, se percibe una curiosidad que no he visto en películas no hace mucho estrenadas. Hay intención de un tratamiento visual distinto (interés en el desenfoque, en la edición fragmentada para algunos personajes), aunque la intención se frena por la timidez. Me quedo con dos momentos fugaces: 1. Cecilia (Karina Calmet) camina hacia el jardín y la observamos en silencio varios segundos. Delicioso. 2. Jimena (Fiorella Rodríguez) se entera del affaire de su esposo, da algunos giros y se aleja de la cámara: su figura está en desenfoque… Al final el público se ríe, es cierto. Pero que eso no sea lo único que importe. Que vivan los géneros, que se hagan comedias, westerns, musicales y terror. Pero a partir de ahora, la exigencia debe ser mayor. El público será siempre un misterio, pero no fue difícil notar que los momentos más exitosos de esta película no eran con los chistes burdos, sino con las líneas poseedoras de algún ingenio. El cine “de autor” no es solamente drama, realismo social, crisis intercultural, también lo es hacer una comedia inteligente y creo, Sandro, que nos puedes ofrecer una grata sorpresa dentro de algún tiempo. Lo digo sinceramente… y no como dicen las malas lenguas, tan solo para que este año también nos sigas comprando juguetes.
Fernando Vílchez Rodríguez
Labels: crónica del mes
5 Comments:
At 9:57 PM, Anonymous said…
Qué gusto volver a ver una de tus crónicas por aquí, Fernando. No importa que la película que la origine sea un bodrio lleno de buenas intenciones, siempre es bueno leerte por ese aire de intrínseca melancolía que transmite tu particular sensibilidad. Ojala que Mario Castro y tu ya se hayan amistado y el blog siga adelante, que es uno de los pocos que vale la pena leer. Saludos.
T.M. (Que no soy tu mamá, eh, tu marido tampoco XD)
Ya, en serio, buena suerte.
At 11:19 PM, Anonymous said…
Una cosa: El buen Mario y yo jamás nos hemos peleado. Tampoco somos compadres, claro.
¿Buena suerte? Eso me confirma que tus palabras son más que unas flores, una amenaza, una burla, una ironía más grande que las mías.
Fernando
At 8:02 PM, Anonymous said…
caray.
Talk Show, se estrena en Cusco para navidad (rumor en proceso de confirmación).
La crónica de Fernando ayuda a que se le de una oportunidad a la pela. Espero que no se equivoque.Estaba ahorrando para la tarjeta y los cohetones.
At 11:25 PM, Anonymous said…
Jajajaja... Beto, no me conviertas en publicista por favor. Errar es humano, demasiado humano.
Pero hay que darle oportunidad a todos, igual. Varios por acá dicen que "es el cine que tenemos, apoyemos igual", y no dejan de tener cierta razón, aunque sus palabras más parezcan refranes que vienen en las botellas de Coca- Cola.
Saludos a tu gente.
F.
At 10:55 AM, Anonymous said…
Qué bueno, éste sí es un comentario leíble. Esa melancolía de la que hablan es inevitable al hablar del cine peruano, pues generalmente uno espera o desea algo que casi nunca sucede. Cuando uno ve algo malo o tan malo, no deja de sentir pena por la nueva oportunidad ¿perdida?. Quizás ése sea el problema de los que esperamos (¿mucho? ¿algo?) de nuestro cine. Quizás no haya que esperar nada más que... ¿entretenimiento? Quizás los que hacen cine piensan más en los que NO esperan, que en los que esperan...
Ahora, a mi parecer, que no se malinterpreten las cosas. Si el cine peruano es una odisea, todo cineasta, que logra estrenar, es en cierto modo un héroe, claro está, si no hay malas intenciones. (En arte, ¿qué es buena o mala intención?...) Claro que hay ir a ver el cine peruano. Pero hagan fáciles las cosas. Mi experiencia en el cine fueron unas pocas risas (sala no llena, quizás por eso). Creo que FV exagera cuando dice que el CINE DE AUTOR... Por favor, no creo que esta película sea cine de autor (o no llega a ser). Tiene una personalidad, pero...
De lo que se trata no es de tumbárse a los directores. Por ser héroes, no se hagan las víctimas de la crítica (como sucedió con Sandra Wiesse), o con los rollos del prejuicio. ¿O es que hay que hacer mutis como otros? Las cosas como son (antes Coca Cola y ahora...) Por ejemplo, ¿por qué no reconocer la necesidad de un guión minimamente aceptable? Sin éste, y a excepción de que se traten de genios, no se va a ningún lado.
Sr. Ventura, usted al menos sonreirá por la cháchara y el babel que ha generado...
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