LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Monday, December 27, 2010

OCÉANOS (2009) DE JACQUES PERRIN Y JACQUES CLUZAUD





Mucho me temo que esté lejos de ser un chiste y, menos aún, un síntoma de paranoia afirmar que la ideología de Hollywood nos persigue por todas partes ¡incluso hasta en el fondo de los mares! para ‘aguar la fiesta de lo que podría haber sido’ o ‘ahogarnos de clichés’ y de paso, para obligarnos a respirar, una vez más, el aburridísimo aire tóxico de un molde mental unívoco que, encima, se pretende ‘universal’ –cuando es prejuicioso, simplón; excluyente– y que, para colmo, nos quiere hacer tragar la etiqueta de ‘eficiente’ en la fabricación de películas. Esto es lo que me ha sucedido tras esa experiencia contradictoria –apasionante pero irritante– que significó para mí ver Océanos... ¿O será que soy muy inocente y lo NORMAL (considerado en este caso como lo contrario de lo bueno) me parece una situación de lo más extraña?

Yo quería (supongo, como cualquiera) sumergirme feliz en los océanos que me ofrecía Océanos y refrescarme así con una mirada nueva; como dice Herzog, buscaba imágenes nunca antes vistas; y además, deseaba llenarme de esa parte de la naturaleza con la que no tengo trato todos los días. Cual pez que no distingue el agua del vidrio debo confesar que me choqué bastante rápido contra los estrechos límites de una pecera antipática, me vi dentro de un acuario degradado, como el que imagina la voz en off de la película: trágico mal menor que salve las especies; qué narrativa perezosa y facilista ¡un salvavidas que frena la potencia de cuanto vemos! que iba directamente en contra de sus increíbles imágenes. ¿Cómo fue posible que, si usaron tecnología de punta y descubrieron especies desconocidas, no tomaran también riesgos estéticos? ¿Era tan difícil? Legibilidad analfabeta: ¡cuántas mutilaciones se cometen en tu nombre!

Los propósitos audiovisuales domesticadores no triunfaron siempre (¡qué bueno!) contra la esencia misteriosa y salvaje, la inaudita delicadeza y fantasía de sus asombrosos habitantes: un buen número de imágenes traspasa la barrera, y entonces, la explosión de amor por la maravilla multiforme de la vida marina –más fantástica que la fantasía más fantástica, inmersión gloriosa en el subconsciente y la mitología– nos arrebata. El océano como el animal más misterioso de todos... Lo más interesante es que rebasa la medida humana, y su belleza, entre presentida y alucinatoria, convoca un sentimiento cósmico. No será entonces la cotidiana y evidente estupidez humana sino al contrario, el amor por esas criaturas que podemos sentir como parte nuestra, lo que las salvará de nosotros y de paso tal vez eso nos salve de nosotros mismos.

Mario Castro Cobos

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