LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Tuesday, May 20, 2008

MATCH POINT (2005), DE WOODY ALLEN


Primera impresión: juzgo excesivo, simple, ingenuo, ridículo, poco creíble que una pelota de tenis que está por caer a uno u otro lado de la red de un momento a otro (y encima la imagen es ralentizada, luego detenida, y comentada con voz en off) pueda prestarse a un partido metafísico de especulaciones acerca de la importancia definitiva del azar en nuestras vidas. Pero, bueno, así empieza. Y el significado de dicha imagen atravesará como un rayo el corazón de esta historia. Match Point es la película menos cómica de Woody Allen en mucho tiempo. Y, de un modo saludablemente perverso, una de las más tensas, entretenidas y envolventes. ¡Por fin!

Explícito elemento constructivo, el azar, determinará cual dios (ante el que, por supuesto, nada hay que reclamar) en un mundo sin dios ni rastros de justicia. Clima amoral que irá tomando cuerpo conforme el film avance. El noir se impone sólido y siniestro.


Scarlett Johanson, de un plano a otro, aparece, se apodera de la escena, y no hay nada más que uno pueda hacer o desear: todo es inútil, excepto seguir viéndola…. Al principio uno juraría que es el ave de rapiña, la femme fatal que nadie podría resistir. Pero luego de un inicio rutilante y de un desarrollo prometedor, el personaje irá desdibujándose y perdiendo peso e importancia, hasta verse convertido en una mera pieza del mecanismo y de la moraleja envenenada.

Rhys Meyers es convincente como un ser sensible partido en dos, incapaz de escoger, hasta el momento crucial, y a la vez, competitivo, dispuesto a ‘cambiar su suerte’ como obsesivo, imperativo, irrenunciable, objetivo vital. La película sabe ser sobria, condensada, intensa y sombría, detrás del brillo de actores y escenarios; y choca por su mirada implacable abriéndose paso entre el comfort y el esplendor.

Si el propio Allen hubiese sido el protagonista (cosa cronológicamente imposible), el momento que ahora comentaré sería cómico: nervioso en extremo, le tiemblan las manos, no puede armar el rifle, se le caen las balas, y estando a un paso de cometer el crimen uno duda de que vaya a lograrlo. Hay una comicidad involuntaria, más o menos soterrada, y es un private joke para quienes conocen las película de Allen.


Si algo me pareció extraordinario en esta película, fue una escena posterior al trágico clímax: de pronto, en medio de las sombras, Meyers conversa con fantasmas (evoco películas de Bergman). También él es una suerte de fantasma, hablando con otros como él. Un fantasma moral. En el escenario de su conciencia conversa con sus víctimas y se explica y confiesa y razona y se justifica –la frase de Sófocles sobre la mayor dicha, la de nunca haber nacido, es de un nihilismo feroz–. Se trata de una escena arriesgada, que casi fuerza la verosimilitud, saliéndose del marco de una narración ‘realista’, pero funciona. Además es necesaria para cerrar de manera lógica y lúgubre la parábola.

La imagen del éxito a toda costa y a cualquier precio contemplada con especial energía y amargura. La ambigüedad, impensada, se mantiene. Ha ganado y ha perdido al mismo tiempo. El absoluto de ese éxito. El vacío absoluto de ese éxito.

Crimes and Misdemeanors y Match Point son dos películas que pueden mirarse reflejándose en parte la una en la otra, que conversan entre sí, en la obra de Allen. En Match Point no hay rabinos que se queden ciegos, menciones a ningún dios ni subplots cómico-grotescos que aligeren o distraigan del drama central. En este momento no puedo decir cuál de las dos películas sea ‘mejor.’

Para quienes pensamos que Allen ya había dado lo mejor de sí, y que ya no había mucho más que esperar, no nos es posible expresar con palabras el placer que nos produce comprobar que estábamos equivocados.

Mario Castro Cobos

La Cinefilia No Es Patriota

2 Comments:

  • At 4:49 PM, Anonymous Anonymous said…

    Jamás una película ha conseguido impactarme tanto como Match Point.

    Soy de lágrima fácil cuando veo películas dramáticas o románticas. Sin embargo, viendo Match Point no lo hice. Tan solo en los cinco minutos finales.

    Lo absolutamente increíble es que la película terminó y yo seguí llorando. Pero no cinco minutos. Ni tan siquiera diez... Lloré durante las dos horas posteriores a que hubiera acabado. ¿Cómo se puede ser tan increiblemente malvado, haciendo daño a tanta gente y salir indemne?

    Lamentablemente, hay mucha gente como él en nuestra sociedad. Eso me produce escalofríos...

    Si una película es capaz de causar ese efecto en alguien, es que, sin duda, es una obra maestra.

    Mis felicitaciones, Woody Allen.


    Eva

     
  • At 8:25 PM, Blogger La cinefilia no es patriota said…

    Es la idea de un mundo sin 'Dios' (o sin justicia). Recuerda a Los Hermanos Karamazov: 'Si no hay Dios todo está permitido.'

    Piensa en lo que ocurre cuando algo o alguien (o uno mismo) mata la fe y el amor de una persona. Ahí ya podrías estar listo para vender tu alma.

    Lo escalofriante es que la inhumanidad es humana (una posibilidad humana real).

    El problema del mal. Hay varias maneras de verlo:

    -Como una decisión libre, consciente, 'sentirse bien haciendo el mal'. Así el mal se siente como 'bien'.

    -El mal como un misterio, como algo inexplicable, un 'así es'.

    -El mal como la nada, el vacío, la ausencia de bien. El hoyo negro.

    -El mal como una enfermedad, como algo que no funciona bien. En ese caso, hay esperanzas de cura, o tratamiento.

    El mundo 'visto desde el mal' no tiene salida.

    Y llorar, justamente, es la forma más pura, creo, de la conciencia del mal.

    El ser más puro que hay en nosotros se pregunta:

    ¿Cómo es que el mundo, o una persona puede ser así?

     

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