HOY (7PM, Y CELEBRANDO EL OTOÑO): CLIMAS, EN LA CAYETANO HEREDIA
Nuri Bilge Ceylan
Nació en Istambul (Turquía) en 1959. Estudió ingeniería electrónica. Se dedicó a la fotografía (con éxito) por 15 años y luego al cine. Ha dirigido, hasta el momento, cuatro largos y un corto. Aprovecha para su obra la herencia de cineastas como Antonioni y Tarkovski, y entre otros más contemporáneos, Kiarostami o Erice, llegando, de manera especial, en Climas, a niveles exquisitos. Climas es, ni más ni menos, una de las películas más perfectas filmadas en 2006.
¿Cuál es la primera imagen que se te viene a la mente si recuerdas el cine de Nuri Bilge Ceylan?
La nieve: como si el director me hubiera hecho (re)descubrirla. Su blancura, su intensidad, su densidad, su ligereza, ingravidez… ¿Trivial? ¡De ninguna manera! El cine nos devuelve lo más sencillo y natural en tantas ocasiones…Y no sé qué ‘significa’ la nieve. O no tiene que significar nada. Simplemente ‘es’. Diré por ahora, que lo que Ceylan hace, la sensibilidad, los ritmos y encuadres con los que fotografía la nieve, me parecen algo semejante a lo que Tarkovski hace con el agua y la lluvia. Ese lado encantador e irresistible de poetas de la naturaleza, casi intérpretes de los elementos -los del agua en sus diferentes estados o texturas en este caso-, me fascina. Pero debo agregar algo. Recuerdo una cosa que me sucede siempre, de manera invariable, con las películas de Ceylan. Me hacen entrar en un estado muy particular de relajación, una paz y distancia contemplativas (como si ese estado fuera el tema en sí), una sensación de profundo equilibrio, que también podría describir como una placentera indolencia o una indolencia benéfica que no quiero abandonar.
¿Y a ti?
Mi caso es más específico, porque la revelación me vino con el bello prólogo de la más reciente de sus películas. La puerta abierta a ‘un mundo de dos’ que está en crisis, la puedo ver, casi sin palabras, en la calma (aparentemente estable) de un rostro. Entro, con delicadeza pero con inmediatez, sin darme apenas cuenta, en Climas (Iklimler, 2006); y siento que entro en su más íntimo ‘secreto’ cuando empiezo simplemente a observar, a sentirme fascinado ‘a primera vista’ por el universo de sensaciones que me transmite el rostro de una joven mujer; descubro, que lo que ella me da no es otra cosa que un paisaje, dentro de otro (el otro: uno casualmente en ruinas, que el hombre, pareja de la mujer, fotografía); paisaje bello por ser complejo, misterioso y de naturaleza cambiante… El rostro de Ebru Ceylan, que siento extraño y familiar a un tiempo, expresa tanto en tan poco tiempo que entiendo enseguida que quiero seguir viéndolo, alimentándome de las verdades emocionales de ese rostro que sé que me será clave para todo lo que vendrá. El rostro de ella contiene el clima interior, el paisaje anímico, la esencia de la película. Y así como un rostro me parecerá un paisaje, como en tu caso, la nieve (junto con la protagonista) es (son) el rostro de la película. Y el color blanco, incluyendo un sol de ese color… (la escena en la playa, una de las escenas psicológicamente más reveladoras por onírica).
Gracias, por contarme el prólogo de una película que ya vi. ¿Podrías explicarme mejor entonces tu obsesión por la nieve y qué significa ese estado de relajación?
Pienso en la nieve; corporización de una cierta imagen del tiempo, de cierta verdad que nos define. Lo que es denso y lo que es ligero, lo pesado, y lo que tiene una cualidad ingrávida, todo a la vez; pienso en la nieve como presencia concreta pero también como algo más abstracto: una experiencia del tiempo que posee todas estas características aparentemente contradictorias. Y además, y con esto quiero referirme al estado de relajación, hay, en el cine de Ceylan, un sentimiento de la naturaleza, más allá de sus zonas oscuras y melancólicas, una armonía que acaba envolviéndolo todo, que trasciende las desarmonías humanas. Creo que su cine se mueve entre un escepticismo profundo, incluso un nihilismo, y, al mismo tiempo, se abre a otra conciencia: la naturaleza. En eso también se parece a Tarkovski, en mi opinión, aunque Tarkovski tiende por momentos a una manía de la trascendencia que en Ceylan se diluye con frecuencia en un balde de agua helada de conciencia de nuestra insignificancia.
En Capullo (Koza, 1995), su primera película, un corto de 20 minutos, queda en evidencia su práctica fotográfica: no sé si es una limitación, pero sí una característica: lo mejor del corto, los más justos encuadres, con expresiones serenas y sutiles estaban en las fotografías mostradas al principio, las que se supone pertenecen a la época en que la pareja de ancianos protagonistas (los propios padres del director en la vida real) eran jóvenes. Las caras que más me dicen no son las de los padres del director, que actúan en el corto, porque están sobrecargadas de dramatismo; con intenciones poéticas y experimentales, con una estructura más cercana a la de un pequeño poema, la influencia de Tarkovski no es en modo alguno una mera coincidencia. La menos verbal de sus películas (no se pronuncia ni una sola palabra).
Nubes de Mayo (Mayis sikintisi, 1999) es alegre, sensual, solar, sobre todo comparada con el resto de su obra. El sentimiento de la naturaleza (incluyendo la naturalidad humana) que anoté líneas arriba se expande aquí al máximo. Es la película más abierta, relajada y liberadora de Ceylan. También la más respetuosa del ‘tiempo real’. Cada personaje es dueño y esclavo de su obsesión; como si la vida consistiera en ser fiel a la propia obsesión sobre todas las cosas. Es la nota de aislamiento individual pese al sentido familiar que posee la historia. En resumen, hay una pureza y aceptación del mundo que se imponen con suavidad, cadencia y elegancia a lo largo de sus más de dos horas.
Yo me inclino por una escena muy breve, y que creo que revela como de pasada cierta miseria y vacío de la cotidianidad. Que el mismo televisor, de tener en su pantalla Stalker evolucione a un porno… es como si Ceylan se preguntara (con ironía y casi con amargura), a través del acto de su personaje, si aún se pueden ‘hacer películas como Tarkovski’, si aún hay trascendencia, porque, al menos para este personaje ¿un porno lo acercará más a sí mismo? Distante transmite una serie de insatisfacciones humanas (fracaso de los sueños, fracaso de las relaciones, un vacío generalizado) que Climas plantea en otros escenarios –el cielo y el infierno, quintaesenciados en una relación de pareja–.
2 Comments:
At 1:01 AM, Anonymous said…
la escena del raton me dio la misma imagen, el hombre de campo atrapado, y el de ciudad atrapado. esinterensante la escena.à
esteticamente la pelicula tiene tremenda fotografia, nada se sobrepone, los colores son naturales al entorno, no hay sobreexposicion de nada.
los rostros, sus expresiones son impresionantes, pareciera que se pudieran tocar. si, la fotografia me impresiono, y la nieve no la habia cargado con tales signifcados mas si pareceia abrumarme ese escenario helado (vivo en canada).
el dialogo me impresiono por su ausencia, antonioni, algo asi. bueno. y la pesadilla, un objeto inanimado que responde, una cosa que hace temblar la realidad por su sencillez en lo cotidiano, me hizo temblar ese concepto de infierno que algo de borges lei, como un objeto inocuo, cotidiano, una cosa simple, puede terminar por ser un monstruo.
At 11:47 AM, Anonymous said…
la pesadilla debi haberla especificado, es la escena cuando la lampara y la television esta en el cuarto, la television con interferencia o danada y la lampara se cae lentamente.
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