LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Wednesday, January 05, 2011

REMINISCENCIAS (2010) DE JUAN DANIEL FERNÁNDEZ. POR CARLOS ZEVALLOS.




Reminiscencias, de Juan Daniel Fernández

Si he visto un tráiler carente de interés, evito la película de referencia. A mi juicio, solo modelos muy embalsamados permiten que una sinopsis de un minuto nos sugiera una historia de una hora y media. Antes del producto en sí, en una función comercial se proyectan “unas cuantas” de las películas que “nadie dejaría de ver en el futuro”. La frecuencia de un ejercicio narrativo tan insípido bastaría para cierta alarma crítica.

Aunque su tráiler me había parecido soso http://www.youtube.com/user/jdenial
, fui espectador del estreno en Lima del corte definitivo de “Reminiscencias”, de Juan Daniel Fernández. Un motivo: El Galpón es un espacio cultural joven, no muy lejos de la casa donde vivo. Además, el 1 de diciembre de 2010, a las 19:45 hrs., yo no tenía obligaciones excluyentes. Por si fuera poco, mi buen amigo Mario Castro Cobos me había recomendado la experiencia con estas o parecidas palabras: “La obra del Nuevo Cine Peruano que más me gusta”. En el peor de los casos, se me ocurrió, yo soltaría una que otra carcajada…

La película de Juan Daniel Fernández organiza el caos de una vida aún joven, grabada en sus más insignificantes detalles, acaso en su más significativa realidad. El punto de partida es un hecho obvio: que la gente registra lo cotidiano sin detenerse en la nitidez del encuadre (¿existe la honestidad absoluta?). La textura inmediata y negligente del vídeo comunica una sensación de realidad que, tal vez, en la historia de las imágenes en movimiento, no conozca parangón. Si una idea fuerza de la teoría fue la impresión de realidad en el cine, entonces podemos hablar de… ¿cine puro? El porqué del fenómeno es ideológico o conceptual antes que técnico: aceptamos que la fábrica de esas imágenes ha sido estrictamente aleatoria.

Por supuesto, ya se ha organizado material de archivo, a la manera de “Noche y niebla”, de Alain Resnais
o de “Morir en Madrid”, de Frédéric Rossif
http://www.youtube.com/watch?v=DoxHn-Lyh6I. Por supuesto, la estética del descuido en vídeo ya ha sido advertida (y, más aún, sospecho, ya se le pueden reprochar manierismos, disfuerzos y complacencias de estilo). Por supuesto, Harmony Korine ya ha incorporado cámaras indiscretas a sus ficciones. Por supuesto, Jonathan Caouette ya ha organizado los diarios fílmicos de su propia adolescencia perturbada http://www.youtube.com/watch?v=en7ltF2kCXg, cuando fingía ser el actor patético y genial que nunca logró ser (y, en algún momento, desde los sueños rotos e incumplidos, Caouette empieza a registrar su vida y logra, así, el testimonio de un cierto adiós a los traumas).

En “Reminiscencias”, entonces, ¿rescato alguna originalidad? Sí, me interesa que imágenes de archivo no espectaculares se imbriquen en una suerte de ficción descentrada, metafísica, metatextual. Juan Daniel Fernández no ha querido “fingir” que no estaba grabando una puesta en escena. Todo lo contrario. Su insumo más fértil es la impresión de realidad en bruto.

Juan Daniel aparece como un bebé, luego es un niño, y sus familiares lo graban en VHS. ¿Por qué el digital está operando una revolución estética, mientras que, a grandes rasgos, el VHS anduvo confinado a las fiestas infantiles, las bodas y el patio de la casa? Acaso haya existido una minoritaria y necesariamente inconexa producción en VHS de grandes valores artísticos; acaso las joyas del VHS se nos descubran en el futuro mediato, gracias a un par de afortunados downloads… Luego de “Reminiscencias”, se me ocurre una respuesta: más que trastornar la imagen —la vena experimental suele adorar el trastorno de la imagen—, el VHS castiga el sonido y lo torna difícilmente inteligible. Les pregunté a otros espectadores, y ellos me dijeron que también se habían valido de los subtítulos en inglés para seguir el largo de Juan Daniel Fernández. Los subtítulos no son, pues, un elemento paralelo ni menor: gracias a ellos, “Reminiscencias” se hace un camino por la distorsión del audio con tanta libertad y plasticidad como fluye por la distorsión de la imagen.

De bebé, a Juan Daniel lo registra la cámara de unos familiares que, entendemos, no se interesaron nunca por la composición ni por la idoneidad de la luz. Si bien yo no alcancé a distinguir cabalmente quién era la madre, el padre o los abuelos del conejillo de Indias, tuve la impresión de que, conforme se desarrollaba el filme, esos familiares directos iban cediendo el paso, diluyéndose… Luego, de adolescente, Juan Daniel graba, simplemente graba, tal vez con esquirlas de interés formal. Desaparece del cuadro. Asiste a fiestas. Se interrelaciona con el sexo opuesto. Vive un Día de los Enamorados medio cínico. No deja de grabar… “Reminiscencias” es un ejercicio pueril-narcisista, si se quiere, pero también es la crónica de una vocación; Juan Daniel Fernández no debe de recordar muchas de las experiencias que yo le he visto sufrir al bebé o al niño Juan Daniel; estamos viendo las imágenes a las que ha ido a parar esa vocación.

Luego, el protagonista comienza a seleccionar “desde el origen” lo que yo estoy viendo. Con análogo desinterés por la prolijidad del encuadre (que no es sinónimo de menospreciar la calidad del encuadre), Juan Daniel sale a cotejar sus viajes de infancia. Entonces, el material previo pega un salto cualitativo de veras alucinante: cuando Juan Daniel revisita la sierra o la selva del Perú, las imágenes en VHS de su niñez, que nosotros hemos tomado por la realidad más real, esas imágenes dañadas, hongueadas y caóticas se transforman en la memoria del personaje-narrador. Si desaparecen las inscripciones de fecha y hora al pie de las imágenes, dejamos de saber con exactitud dónde y cuándo se suceden los hechos que estamos presenciando; si los contornos de las imágenes se tornan más claros, y el sonido mejora, aceptamos una mayor cercanía en el tiempo. La traslación de los registros es veloz, las texturas se entrecruzan, las imágenes llevan en sí mismas las coordenadas tecnológicas de su época (una suerte de ADN). “Reminiscencias” permite compulsar que, en buena cuenta, las tecnologías impregnan o determinan las estéticas. De pronto, en el tramo final, irrumpen las corrupciones del soporte físico, y el celuloide nos lleva, sin solución de continuidad, a una época anterior al nacimiento del protagonista-narrador. Deliciosamente, esas manchas y estallidos que se multiplican desde todos los sectores de la pantalla cumplen el rol de los recuerdos previos a esa memoria que es Juan Daniel. Ya las “Histoire(s) du cinéma”, de Jean-Luc Godard, le habían abierto las puertas al “inferior” vídeo para que interviniese el “sacro” celuloide con una libertad y ritmo nuevos. (Me gustan las ideas de Godard en ese ciclo de obras, y me complace insistir en que el cine ha sido un arte del XIX; pero discrepo de la idea de que, bajo el manto hollywoodense, en un formato narrativo-clásico-sentimental, se haya capturado la flor de Coleridge). Yo estaría muy interesado en conocer otra película que, al igual que “Reminiscencias”, combinase tres tecnologías de captación de imágenes, y saltase libre e intensamente del VHS al digital, y luego al celuloide, y luego al digital, y luego…

Cumplido el estreno en El Galpón, el director-editor-diseñador de sonido-protagonista de “Reminiscencias” respondió algunas preguntas obvias: sus influencias, qué le gustaba, qué había visto… Juan Daniel Fernández no se olvidó de las compilaciones de vídeos hechos en casa ni de los programas televisivos de cámara indiscreta. Esa veta de la industria del entretenimiento no es nueva, pero tengo la impresión de que, ahora, se confunde con el futuro. ¡La gente está grabando sus vidas y exhibiéndolas en la red!

Quiero proponer algunos ejemplos de esa nueva forma de documento audiovisual.
He aquí un clásico del YouTube —por supuesto, los pequeños son grandes estrellas de los registros caseros—: se llama “Charlie me mordió el dedo”. El bebé calvo parece muy consciente de su actuación: intenta morder a su hermano, falla, espera otra oportunidad, y se la sirven en bandeja; Charlie consuma su deseo y lo celebra con una demorada sonrisa; luego, intenta reincidir.

http://www.youtube.com/watch?v=_OBlgSz8sSM

He aquí otro clásico del youtube —por supuesto, hace rato circulan versiones alternativas:
burlas:
homenajes:
http://www.youtube.com/watch?v=d-0BonocRS4&feature=related—: se llama “David a la salida del dentista” y registra a un niño que, bajo el efecto de potentes drogas lícitas, confunde sus dedos, niega estar viendo, duda de la realidad y grita de desesperación.


Este documento audiovisual lo acabo de descubrir —por supuesto, no lo busqué, ni siquiera sé cómo llegó a mí—: se llama “10 años de vida en un minuto y medio”, y supera, a mi juicio, el cine de Brakhage.
http://video.latam.msn.com/watch/video/10-anos-de-vida-en-un-minuto-y-medio/1jbzajp67?from=es-xl-mm


Toda esa forma de expresión no digamos artística, sino humana despierta reparos, graves reparos. Se nos advierte que el regodeo en la banalidad no tiene cabida en las profundidades ni en las alturas del arte; se nos advierte de la estupidez. Temores de esa índole conservadora se me antojan muy bien expresados en el siguiente párrafo, que Mario Vargas Llosa publicó en 1997 http://www.elpais.com/articulo/opinion/REINO_UNIDO/Caca/elefante/elpepiopi/19970921elpepiopi_10/Tes
:


“La más inesperada y truculenta consecuencia de la evolución del arte moderno y la miríada de experimentos que lo nutren es que ya no existe criterio objetivo alguno que permita calificar o descalificar una obra de arte, ni situarla dentro de una jerarquía (…) En la actualidad todo puede ser arte y nada lo es, según el soberano capricho de los espectadores, elevados, en razón del naufragio de todos los patrones estéticos, al nivel de árbitros y jueces que antaño detentaban solo ciertos críticos”.

De la coruscante péndola de nuestro peruano más universal, dimanan líneas que, en otras circunstancias, acaso representarían un elogio del arte moderno. (¿Qué tal si, donde el texto dice “el soberano capricho…”, leemos “la inajenable libertad…”?). Vargas Llosa sospecha que los artistas jóvenes están renunciando a la idea de obra de arte, vale decir, que ya no se desgañitan en pos de un conjunto que potencie significaciones, tal vez porque son unos ociosos. El Nobel que recibe condecoraciones de Alan García nos advierte que los jóvenes han renunciado a un ideal.

En el caso de “Reminiscencias”, ese temor no tiene asidero. Juan Daniel Fernández sí estructura, sí desarrolla una tensión narrativa. El problema es que sus imágenes se intersecan a una velocidad mayor de la media, y que su montaje puede torcer las relaciones espaciales y semánticas varias veces al interior de un mismo plano (prerrogativas del software). El vídeo es otra forma de cine, y la rapidez, no la irreflexión, acaso le resulte inherente (o, por lo menos, le quede siempre al alcance de la mano). Conviene matizar: “Reminiscencias” también utiliza planos largos, verbigracia, la entrevista con ese campesino que, dentro de poco, será centenario.

En el corte final que vi en El Galpón —sé que, meses atrás, circuló algún work in progress—, no rige la anécdota de ese tráiler que me había desanimado, vale decir, las cuitas de un joven que recupera la memoria gracias al consumo voraz de sus imágenes caseras. Felizmente, “Reminiscencias” es más compleja y sutil. En algún momento de la proyección, desaparece un niño del que no hemos llegado a conocer mucho. ¿Qué pensaba? ¿Cuáles eran sus motivaciones para grabar ficciones inverosímiles? Y, ante todo, ¿cuál era su noción de verosimilitud? ¿Por qué actuó en el corto de terror homicida “La mancha negra”? ¿Sabía de Stanley Kubrick cuando grabó un corto de ciencia ficción en stop motion? Ya Freud anotó que, para todo hombre, la infancia equivalía a una prehistoria; extraña prehistoria, la de hoy, con documentos fidedignos. ¿Tiene la memoria un punto cero? Ten cuidado: los padres del presente y del futuro pueden registrar “tu primera vez” en todo http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2009/09/el-video-de-la-semana-oh-beautiful-boy.html
. Si un adulto, hoy, no conserva imágenes de los momentos cumbres del desarrollo de sus vástagos, se arriesga al calificativo de “insensible”.

El espectador promedio reclama saber más de los acontecimientos y de los personajes conforme se desarrolla un filme. En “Reminiscencias”, ese reclamo sería improcedente. Nunca llegamos a saber más, a lo sumo, ganamos en lucidez: aceptamos que el contexto de las imágenes domésticas solo existe para sus destinatarios directos (una familia que no es la mía). En verdad, un tipo de registro audiovisual proscribe al espectador externo; de ahí el irresistible “encanto” de los vídeos sexuales de Pamela Anderson, Paris Hilton o Jennifer López; de ahí el gancho de las “denuncias” en contra de las prostivedettes; de ahí el interés alucinante que reviste la obra del primer documentalista de la nación, Vladimiro Montesinos Torres: se suponía que no habría nadie más, allí donde ahora cabemos todos, los espectadores del presente, los espectadores del futuro y, también, a veces, ¿por qué no?, los espectadores de la Historia.

Juan Daniel, el personaje principal de “Reminiscencias”, no llega a perfilarse nunca como un verdadero personaje. El filme transmite la sensación de una mente que lucha por ordenarse a sí misma; y, en ese proceso, incluye un momento que, a riesgo de cometer una digresión muy extensa, voy a destacar particularmente.
Me refiero a una charla con un hombre de campo de Quillabamba.

Para la industria cultural del Perú, la violencia terrorista ha devenido un importante filón. Sin duda, el salvajismo político es una responsabilidad de las élites intelectuales en cualquier comunidad que lo haya experimentado. Por eso mismo, la evidencia de fracasos estéticos, así como las sospechas de explotación mercantil, son doblemente cargantes… Pues bien, en esa charla con un hombre del campo de Quillabamba, me parece hallar un testimonio atendible, sensato y veraz de los años de violencia política en el Perú. Ese anónimo campesino (era un campesino, ¿no?) le narra a la cámara de Juan Daniel la rutina del terror, y su voz y sus gestos transmiten la relativa tranquilidad de que esa rutina ya es el pasado. Deduzco que a los autores de “Tarata” les interesa más la tragedia vistosa, con escalas en la suspensión de la incredulidad y en el carisma de Gisela Valcárcel… ¿Los productos culturales satisfacen una necesidad social, que justifique la promoción del Estado? ¿La respuesta es afirmativa? Entonces, NO son necesarios productos culturales que nos recuerden que los años del senderismo, del aprismo y del tupacamarismo fueron horribles. Para lo obvio, están los medios de comunicación de masas. Para la reflexión artística independiente, deberían funcionar instituciones públicas que la salvaguardasen del poder político de turno y del pragmatismo criminal del mercado (en esta cláusula, nótese la proximidad ya utópica entre los adjetivos “independiente…” y “públicas…”). A ver, una película sobre la matanza de Bagua, ¿habría recibido el apoyo del CONACINE? ¿Lo recibirá en el futuro? ¿Los exhibidores la apoyarán? A diez años de la caída del fujimorato, consecuencia directa de un vladidocumento —ni siquiera el que más plata requirió—, no tenemos mucho más que “Ojos que no ven”, de Francisco Lombardi, así como, de los años de la violencia política, no tenemos mucho más que “La boca del lobo”, de Francisco Lombardi, cinta que, por cierto, en su momento, recibió el halago de la crítica local pues trasplantaba a nuestras coordenadas… ¡las estructuras narrativas del western!

Yo entendí que la familia de Juan Daniel había salido del país; yo vi que un pequeño alumno se sentía incómodo en tierras extranjeras, en un idioma ignoto; yo inferí que una de las razones para la migración de esa familia había sido la violencia política y que, luego, Juan Daniel, ya adulto… Sin embargo, el propio Juan Daniel Fernández me aclaró que esa lectura no se ajustaba a la realidad de los hechos. Tampoco a la realidad de las imágenes.

Mi falsa lectura no fue un error gravísimo ni vergonzoso: “Reminiscencias” es una estructura abierta, que cada espectador tiene el derecho y la obligación de ordenar (vamos, “la obligación…” si desea no aburrirse). Ante una estructura porosa y descentrada, el espectador no puede ser tan ingenuo de apostar a fondo por “una” interpretación, ni siquiera por “su” interpretación personal. A escala planetaria, la industria televisiva de noticias no sobreviviría a la discusión de tal idea, a saber, que es imposible aprehender una vida aun si el registro audiovisual es minucioso, casi obsesivo. Un noticiero es típico, estupidizante, complaciente y repudiable cine de género.

A decir de su propio autor, “Reminiscencias” es experimental, una veta que, hasta donde sé, carece de activa promoción por parte de las instituciones públicas del Perú. Esto último es grave, es sinónimo de negligencia, de miopía y de incapacidad. En virtud de su ambición, de su carácter minoritario y de sus costos flexibles —a veces, como en “Reminiscencias”, los costos de una película experimental se calculan en el tiempo y la terquedad del autor—, obras de esa vertiente son las que mayor apoyo deberían recibir por parte del Estado. Yo puedo atestiguar que, el 1 de diciembre de 2010, a las 19:45 p.m., en el joven espacio cultural El Galpón, se estrenó “Reminiscencias” sin un solo representante de la cultura oficial del Perú.

A la crítica y, en general, a la inteligencia de su país, Juan Daniel Fernández le ha hecho un estupendo regalo. Las vanguardias solían llegar tarde al Tercer Mundo. Creo que, en unos años, será interesante volver a “Reminiscencias”, anotar su pérdida de originalidad, lamentar su degradación o celebrar su enriquecimiento. Tal vez entonces me parezca menos inconsistente que, en el último segmento de la película, irrumpa una prestigiosa, bellísima melodía de Bach.

Carlos Zevallos Bueno

PD.- Le propusimos a Juan Daniel Fernández una conversa, y él aceptó. En la fecha y lugar señalados, Juan Daniel Fernández se apareció con una diminuta cámara en mano.
http://vimeo.com/17807068




Sobre Reminiscencias y El Nuevo Cine Peruano:
http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/search?q=reminiscencias







2 Comments:

  • At 3:03 PM, Anonymous Anonymous said…

    tanta vaina para afirmar que te gusta una peli... ya pues... pero sí me quedo con esta frase de antología: "De la coruscante péndola"... demasiado jaja!

    Sobreviviente de El Frontón

     
  • At 1:50 PM, Anonymous Anonymous said…

    Ya pues, Zevallos!!!

     

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