LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Tuesday, November 10, 2009

EL SILENCIO DE LORNA (2008), DE LOS DARDENNE


Es como Rosetta, que haría todo para conseguir algo tan simple como un trabajo. Un trabajo es vida. Para Lorna, ser belga es lo mismo. ¿A qué estará dispuesta? No importa que sea al precio de la vida de otro ser humano, si ese es el precio que hay que pagar, porque esa es precisamente la lógica que se le impone. La simple e irrebatible lógica de: o tú, o yo. El mundo no ha cambiado, para nada, creerlo es una ilusión, el mundo sigue siendo por desgracia el mismo, el estado del mundo es un estado de esclavitud. ¿Alguna duda? Por lo tanto, la solidaridad no es un valor; es una locura. El dinero parece juntar a las personas (el dinero que ganarán juntas) pero solo para separarlas (perderán la conciencia, perderán el vínculo específicamente humano; se perderán). El dinero reemplaza a la relación humana, eso es. Lorna no tendría que ir más allá de lo acordado. No tendría que ayudar al drogadicto. Tendría solo que cumplir con su parte del contrato… El dinero establece los límites; modela las conductas. Violar ese pacto es peligroso, es salirse del sistema, de la ‘realidad’, o sea: de la no-humanidad convertida en ley, en pacto social, más arriba o más abajo del discurso. Y el dinero ahí, en medio, omnipresente, simplificando las relaciones, volviéndolas nada hasta la cosificación… Pero ella se rebelará.

Los Dardenne, cada vez más, procuran otros caminos, para decirme ‘lo mismo.’ (¿Cómo no decir lo mismo si lo que quieren y tienen que decir no es suficientemente escuchado?). Un ojo-cuerpo, sobre-encima-muy-cerca de los cuerpos, a velocidad, y a la vez, con pesadez física… Ese esfuerzo, seguir a un personaje… Per-seguir, al otro, hasta dar con él. Hasta dar con algo en su interior. Sí, pero. Ya no de esa manera. Ya casi no. Ya menos. Por qué. Parecería un empobrecimiento. Una cámara menos inquieta me hace sentir inquieto. ¿Qué ganan, con esa renuncia? Esta podría ser una crónica de mis propias reacciones. Me sorprendió, y no solo me sorprendió, me decepcionó, me descentró, una imagen vacía, vaciada, despojada de uno de los rasgos más distintivos de su cine, aunque ya desde El Niño esto se podía notar con claridad. No hay ruido, el ‘ruido’ de una cámara movediza, nerviosa, incansable, de una cámara pegada, casi pegada, al cuerpo, que casi quiere meterse en las pulsaciones y rumores de un organismo vivo. Ahora es menos así. ‘Casi un grado cero de la imagen’, pensé. ¿Cuál será su sentido?

Me gusta la inversión de la situación cliché, porque es el francés el que necesita al fin y al cabo más ayuda que la chica albanesa; durante gran parte de la película no vi más que esto: un ser humano pidiéndole ayuda a otro, no amor, ni siquiera eso, solo ayuda. Me interesa ver la escena cuando lo maternal, lo solidario, lo erótico, lo humano, surge de pronto. Cuando ella decide a darse a él. Me pregunto si un ser humano puede realmente salvar a otro, ¿es esto verdaderamente posible? Ella y él han hecho un negocio, las relaciones están planteadas en esos términos, no ‘debería’ haber mucho más, pero la película juega a lo contrario, a que necesariamente habrá más, a que ese ‘silencio’ se romperá. (Esto aparte del silencio literal, pues ella calla el hecho de que le suministren una generosa sobredosis para matarlo.)

La elipsis que da cuenta de la muerte del protagonista masculino es una de las más arriesgadas que he visto en un mucho tiempo. No creo que se trate de falta de amor hacia el personaje. Presenta otra imagen de la muerte. Recordemos que, por ejemplo, en Ozu, los personajes que mueren simplemente desaparecen…

Es hacia el final, en el final, donde encuentro de golpe el sentido total y absoluto de la película. Es el momento que parece el momento de ‘locura’ de Lorna, que es, también, el momento en que se ilumina su conciencia. La ironía está en que su conciencia se activa plenamente cuando se desgaja del mundo circundante. Está ahora sin cartera, sin celular, sin identidad y sin dinero. Sola. Con el hijo que cree llevar dentro de sí. Cuando escapa al bosque. Cuando llega a una cabaña (hay ya, ahí, una atmósfera de mito y de fábula, de regreso al origen, de re-unión con la naturaleza). La conversación con ese hijo imaginario (con lo mejor de sí misma) en ese mundo paralelo (un mundo donde sí es posible la solidaridad) es maravillosa: desgarradora. “No te dejaré morir. Jamás. Dejé morir a tu padre. Tú vivirás.” Nos habla de un difícil pero no imposible mundo nuevo, de un mundo por crear, y de negarse a aceptar que la solidaridad es una bonita utopía, sino a asumirla como la verdad de la vida y la esencia del hombre.
(M.C.)

4 Comments:

  • At 8:44 PM, Anonymous Rodrigo said…

    Muy bien Mario, muy bien

     
  • At 3:43 PM, Anonymous Anonymous said…

    Señor Mario Castro. Desearía que coloque este video y apoye la lucha contra las corridas de toros.
    Gracias.
    http://www.youtube.com/watch?v=663shdqgcpg

     
  • At 9:59 AM, Anonymous Anonymous said…

    yo apoyo la lucha en contra del box y el vale todo, donde dos personas se dañan el cerebro mutuamente, pero ¿qué tiene eso que ver con el silencio de lorna?!!!!!!!
    buen comentario...

     
  • At 12:04 PM, Blogger ciotóg said…

    que buena crítica... el silencio de lorna es una película extraordinaria, los Dardenne son extraordinarios... Saludos.

     

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