KÁNDAHAR (2001), DE MOHSEN MAKHMALBAF
Majmalbaf –novelista, ensayista sobre teatro, guionista y director de cine– nación en 1957 en Teherán y fue abandonado por su padre a los 20 días de nacido y criado por una abuela, muy religiosa y muy devota del Islam, que agradecía a Alá (Dios) no haber entrado nunca a una sala de cine (la interpretación más rígida de los dogmas islámicos considera pecado representar la figura humana, con lo cual en ciertos países fundamentalistas quedan prohibidos el cine, la fotografía, pintura, escultura, televisión e Internet; en el caso de Afganistán también se prohibieron los libros, instrumentos musicales, grabaciones de música y la educación y el trabajo para las mujeres).
En los años 70 la creciente oposición a la dictadura corrupta del régimen del Sha de irán convirtió a Majmalbaf en un extremista adolescente que practicaba, según él, la ‘violencia justa’. Su formación islámica (fue estudiante religioso por un tiempo) lo hacía considerar que ver cine era una violación del Islam, y cuando pasaba frente a una tienda de discos se tapaba los oídos. En 1974 a los 17 años trató de desarmar a un policía y ambos resultaron heridos de bala, siendo condenado a 20 años de prisión y torturado brutalmente por la policía secreta SAVAK, permaneciendo unos 100 días en el hospital y soportando 3 operaciones. Aún le quedan 4 grandes cicatrices de esa experiencia. Tras 5 años preso fue liberado por la “revolución islámica” del ayatola Jomeini y se dedicó a la literatura y al periodismo, interesándose por el cine luego de calmada su efervescencia religiosa y debutando en 1982 como director.
Su primer film importante es Boycott (1985), en el cual muestra su simpatía por los inmigrantes afganos en Irán que huían de la guerra antisoviética de 1979-1989. El Ciclista (1988) es de tema similar. Un breve viaje por el norte de Afganistán lo conmovió poderosamente y lo convirtió en un incondicional del pueblo afgano cuando vio en las planicies alrededor de la antiquísima ciudad de Herat (se pronuncia Herat, y fue fundada por Alejandro “Magno” alrededor del 330 antes de Cristo con el nombre griego de Alexandria Areión) a cerca de 20000 personas muriendo lentamente de hambre, víctimas de una desesperante sequía de 3 años.
El guionista convirtió a la mejor amiga de Pazira en la hermana menor –sin piernas por la explosión de una mina antipersonal– del personaje ficticio “Nafás” que Pazira representa competentemente a pesar de no tener ninguna experiencia como actriz. Dicha mutilación remite a uno de los peores azotes que sufren los afganos: la enorme cantidad de minas y explosivos regados por todo el país (se estima entre 1 millón y 10 millones de estos crueles artefactos, algunos con forma de juguetes y ositos de peluche para destrozarles los brazos a los niños –un diabólico invento soviético–), sembrados por helicópteros y tropas de la URSS y por afganos de las diversas milicias y guerrillas de los grupos étnicos, tribales y políticos enfrentados por el poder. Las lluvias y deslizamientos de barro desplazan a las minas de sus lugares originales y las desparraman por todas partes (unas 7 personas pisan minas cada día en Afganistán). Las secuencias más desgarradoras y chocantes del film enfocan este problema en toda su crudeza mostrando jóvenes mutilados por las explosiones, que dependen de la ayuda médica extranjera para rehabilitarse, la cual llueve del cielo cual maná salvador suspendido de paracaídas, en una metáfora visualmente impactante y casi surrealista. El campesino manco Jayatala Jakimí, de etnia jazara (descendientes de los invasores mongoles del siglo 13, con facciones similares a las de los chinos), representa al mutilado “Jayat” y aceptó actuar en el film porque “quiero que el mundo sepa” del sufrimiento de los afganos.
Majmlabaf emplea actores improvisados sin experiencia y extras que se representan a sí mismos y lo que realmente les ocurrió, lo que da al film una textura burda pero muy realista. Todos, excepto un afronorteamericano y dos cirujanas europeas (una joven polaca y una británica), son afganos de los campamentos de refugiados en Irán oriental donde hay unos 2 millones de ellos (otros 3 millones huyeron a Pakistán, 15000 a Canadá). Sadú Teymurí de 12 años, cuyo padre murió en una de las guerras civiles y se gana la vida vendiendo dátiles a los refugiados, es el improvisado guía “Jak” que conduce a Nafás por el desierto hacia la ciudad sureña de Kándajar, sede principal del movimiento fundamentalista talibán, donde se halla la deseseperada y mutilada hermana a rescatar.
¿Quiénes son los talibán? Eran niños y adolescentes, ahora adultos, mayoritariamente de la etnia pashtún o pushtún de Afganistán, convertidos en huérfanos hambrientos y empobrecidos por las guerras afganas iniciadas en 1978, que fueron alimentados y educados en unas 2500 escuelas coránicas en Pakistán, adonde huyeron, para formarlos como sacerdotes radicales shiitas de la rama shía del Islam, que constituye la variante más extrema de la religión fundada por el profeta Mojámed entre el 610 y el 632 (el 90% de los musulmanes son de la rama conservadora suni y el 10% son radicales shiitas –generalmente los radicales islámicos son shiitas–). En 1994 retornaron a Afganistán como jóvenes combatientes del movimiento talibán (un talib es un estudiante religioso y talibán es el plural), se establecieron en Kándajar y 2 años después –financiados y equipados militarmente por Pakistán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos– tomaron el poder y la mayor parte del país. Majmalbaf denomina a los talibán como el “ejército de la ignorancia”. Sin embargo, para ser justos se debe señalar que antes del triunfo talibán el 95% de las mujeres afganas no recibían ninguna educación. Los talibán aumentaron esta proporción a 100%. Esto sugiere que la rígida marginación de la mujer (representada por la vestimenta llamada burka que constituye una suerte de prisión hecha de tela) es una característica nefasta de la cultura afgana y que los talibán no crearon el problema, sino que lo acentuaron al ser ellos una forma extrema de dicha cultura que ya de por sí es extrema desde una perspectiva Occidental.
Majmalbaf está pensando rodar un film sobre el asesinato político cometido por Belfield / Tantái, con éste como protagonista, para explorar por qué en una nación supuestamente opulenta y civilizada como Estados Unidos un hombre negro mata y huye a un país totalmente extraño como Irán. Así que para Tantái, Kándahar podría ser el comienzo de una carrera cinematográfica si es que no lo agarra la policía norteamericana primero.
Ojalá mantenga un ojo vigilante sobre la reconstrucción de Afganistán bajo el nuevo régimen interino de Jamid Karzái y nos brinde más de sus fascinantes películas acerca de la sobrecogedora realidad del Medio Oriente.
La Cinefilia no Es Patriota
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