LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Wednesday, April 08, 2009

SHADOWS (1959), DE JOHN CASSAVETES


Quería ver la copia original de Shadows, tan alabada por el gran Jonas Mekas, y encontrada en 2003 por Ray Carney, pero no fue posible. (Y según Carney se trata en la práctica de dos películas diferentes. Aunque eso no llega a configurar un argumento.) No ignoro que si lo que el gran gurú del cine independiente americano dijo era cierto, ese corte original podría haber cambiado muchísimo el cine norteamericano independiente y más allá.
Pero me atendré, de momento, al corte que la mayoría de nosotros conoce. La gran, enorme verosimilitud de esta película-improvisación (la que pude ver) está dada por la simple (y contundente) verdad de que la gente, en su vida diaria, actúa papeles, juega (con mayor o menor suerte) a ser. Cassavetes se atiene a esta 'superficie' y trabaja a partir de ahí. Hablo de nuestra mayor o menor adherencia a encarnar o a escenificar estereotipos. Anoto que uno puede encarnar un estereotipo con la mayor de las frescuras y hasta sin darse cuenta.
Creo que la clave del asunto está en que Cassavetes, al querer acercarse a lo 'real' se topa con la cantidad de actuación (o imitación) que existe en las conductas y en las vidas humanas. De manera que capta una capa dura y lo que se ve a través, fugazmente. Así, el vagabundeo de los personajes es el vagabundeo de la película, de las secuencias relativamente inconexas, de la búsqueda o escape de un centro extraviado pero existente dentro de cada personaje. Cassavetes explicó, más de una vez, cuánto le debía al neorrealismo italiano. Focalizar, entonces, de manera casi exclusiva, el tema de la película en lo que tiene de amor frustrado interracial, como tanto se hizo, sería limitarla de manera considerable.
Virtudes, tales como su desaliñada frescura, su energía, su mezcla de salvajismo y exquisitez, constituyen una especie de atractivo especialmente irresistible, que resulta un placer de primer orden y una lección brillante: y aún vigente. Me gusta mucho el final, tan poco problemático en su manera de poner fin al problema de uno de los principales personajes. Luego de recibir una golpiza por coquetear con mujeres que ya tenían acompañantes, el personaje que sabemos es en buena medida el alter ego del propio director, deja de hacer lo que sus amigos hacen. Quiere otra vida. Un cambio decisivo, sin drama ni dilemas.
Un personaje que cambia una vida que lo enferma por otra mejor, de un momento a otro. El destino de un cuerpo que tranquilamente se transfigura, delante de nuestros ojos, y sin tocar lo místico. Simple, y genial, en su precisa y terrenal simplicidad.
Mario Castro Cobos
La Cinefilia no es patriota

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