LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Wednesday, November 22, 2006

CINE PERUANO: DESDE BAIRES


Ego, de Rossana Alalú

Primera tarde de verano bonaerense. Considero un poco riesgosa la exhibición de un mediometraje en plena tarde de mates y captura obligada de rayos solares. Cine Atlas Recoleta. Diez para las cinco. Aún no llega nadie. Pasan porteños y turistas paseando perros, niños y novias desde el Parque Francia hacia sus hoteles y monoambientes. He avisado a cuantos conozco sobre este Festival de Cortos, 93 en una semana, pero de los que es casi imposible conseguir información alguna. La mala espina que da el cine peruano no alienta a mis paisanos, infiltradísimos aquí, a venir. Esto a pesar de mi explicación de que se trata de Rossana Alalú, y no de la última película de Pancho Lombardi, pero claro, la desconfianza ya esta instaurada. Entrada: 3 pesos, pero de nada sirve. Tal vez sea un tema de promoción, claro, no es OneDotZero ni hay anfitrionas de DASANI y Halls al lado de gráficos onda MTV. Resultado: 7 personas entre 400 butacas desocupadas, dos peruanas, tres colombianas, una de las actrices y el que, supongo, es el organizador. Una lástima realmente.

Una hora después ya me he reído muchísimo con algunos guiños limeñísimos a la argolla limeñísima educada con “Rigobertos“ y egos conocidos. No me interesa mucho juzgar este sistema -finalmente, no se puede vivir al margen-, pero, si la intención era hacer una crítica a un grupo social ¿por qué utilizar códigos sólo comprensibles para la misma argolla de la que se hace mofa?. Las chicas colombianas se perdieron de muchas cosas con las que yo podía morir de risa. Mi amiga peruana se perdía y aburría cada tanto. A mí, personalmente, la edición de las opiniones “eruditas“ frente al producto de Antonio Solís de Armendáriz me pareció genial, igual que el detalle del nombre y ocupación del padre. Pero me incomoda pensar que sólo aquellos relacionados a la famosa argollita limeña podemos disfrutar plenamente de este guión. Al final, reproducimos la misma segmentación. También el acceso a esta crítica queda restringido, se reserva el derecho de admisión.

En lo que respecta a los actores, Johan Mendoza resulta insoportable, en extremo, y, a pesar de que me parece que es un detalle que se pretende aprovechar, creo que su dicción es en extremo perjudicial para el guión y el oído. Las escenas de Yerovi en la intimidad de su baño resultan más ilustrativas que activas, aunque grupalmente funcione bien. Como siempre, y aquí nuestro cine es especialista, las escenas de sexo, desde los coqueteos, resultan forzados, aún en la soledad frente al espejo. En nuestro cine, la sutileza parece ser un recurso desconocido y desaprovechado, algo paradójico en una sociedad en la que lo sutil del rito sexual, llámese hipocresía si se quiere, es uno de los rasgos más característicos. Valdría la pena el intento de aprovecharlo y evitar caer disfuerzo tradicional. La última escena, en la que Carolina Barrantes intenta actuar con una soltura imposible sin obtener respuesta alguna, es una lección de lo que todo director debería recordar siempre: todos los personajes en escena deben estar en acción, no sólo el que tiene la palabra.
A pesar de los puntos “flojos“ del corto, y después de ver “1,2,3, digan chiiis“, creo que es notable el desarrollo presentado por Alalú, y aún más notables sus ganas de no hacer un cine de trillado tono social, elección altamente aplaudible y en la que por suerte, para nosotros espectadores, no está sola. Hay muchas cosas que me parece tendría que profundizar, pero para eso está el tiempo y la práctica. Habrá que esperar y ver. Y qué bueno que podamos verla aquí. Casi no me arrepiento de haber perdido mi soleada tarde. Por ahora quedo a la espera del estreno de Chicha tu madre, y de que no pasen la de Lombardi, no quisiera que nadie se arrepienta de perder su noche, y al parecer el cine que se hace en el Perú podría tener cosas más interesantes que ofrecer.
Claudia Von Maldonado

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