LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Sunday, December 02, 2007

ESPECIAL: NAOMI KAWASE

“Yo filmo porque hay cosas que no puedo olvidar. Podría guardarlas en mi memoria. Pero necesito darle una forma a mis recuerdos.” Naomi Kawase.

-Moe no Suzaku es una película de una ambientación particular, y rara para el cine japonés contemporáneo, una película "enrocada" en los espacios de un pueblo de la montaña que se va despoblando paulatinamente. Un lugar documental que se vuelca hacia un alto grado de ficción.
NK: He trabajado en esta dirección, para crear ficción a partir de un espacio de la realidad, sin descuidar este último, porque siempre quise estar cerca de la realidad, mantener un contacto estrecho con las cosas vividas, hacer sentir la naturalidad de los gestos y las expresiones de quienes se encuentran y conviven cotidianamente en estos ambientes.
-¿No tiene influencias cinematográficas? ¿Autores con los cuales haya crecido artísticamente?
NK: No, las tendencias no me interesan, ni me he detenido en el cine producido en Japón. No he sido directora de cine porque haya sido influenciada por otros. Sino porque, hablando por ejemplo de la película de 8mm, he pensado en poder captar partes de la realidad y filmarla. A través de esta relación, de este contacto con la película, tener la posibilidad de realizar cualquier cosa personal. (Fragmentos de diversas entrevistas).

I. EL PASADO NO HA PASADO

Estoy sentada aquí, en un lugar desconocido, el viento pasa por mi rostro, me obliga a observar aquel árbol que se moldea con los susurros del aire, las ramas del mismo cobran formas diferentes, las hojas vibran y se tocan unas a otras, me pregunto: ¿por qué buscarán ese contacto? ¿Será quizás porque sienten la necesidad de sentirse juntas? Estoy sentada aquí y dejo que mis pensamientos fluyan libremente, y me pregunto si mi padre pensó lo mismo que yo cuando estuvo en este lugar.
Mi corazón late tan rápidamente que siento que palpita al revés, como si existiera algo en mí que me obligara a retroceder en el tiempo y encontrar los rastros perdidos de mi propia infancia.

Estoy sentada aquí en una casa que no es mi casa y que al mismo tiempo lo es, y pienso en el testimonio de Naomi y casi puedo sentir lo que intenta contarme; me imbuyo en su mundo por algunos instantes, observo los detalles de las fotos de su familia, veo el recorrido por la cocina de su abuela, escucho como un testigo oculto la conversación entre ella y su obaa-chian (abuelita) y descubro su incertidumbre, su búsqueda infructuosa por saber dónde está su padre; me siento vulnerable pues descubro que anhelo de alguna manera lo mismo que ella, volver al pasado para reconocer y entender.

Volver al pasado de la mano de mi abuela como Naomi, mientras veo una a una las escenas desenfocadas intercaladas con una voz en off propicia para un viaje hacia un mundo interno lleno de recuerdos… descubro que anhelo con demasía ver los labios de mi abuela que pronuncien con ternura –hija querida–, anhelo ver nuevamente a la mujer que me sostuvo en sus brazos de pequeña y que ya no está; entonces siento los latidos en retroceso.

Sin duda Embracing es un testimonio muy sincero de la búsqueda de respuestas que quizás nunca serán encontradas, es la ocasión de pensar en la memoria individual, aquella que se construye de sujeto en sujeto de distintas maneras, en mi caso me hizo recordar a mi obaa Luzmila; espero que para quien tenga la oportunidad de ver este documento tan personal, se genere el mismo viaje hacia el mundo de los recuerdos.

Milagro Farfán



II. EL PODER DE LA INTUICIÓN

Mi monólogo interior: “…Todo está en atreverme a estar más cerca de la vida. De mí. Nada más. Aunque sea de a pocos. El único sentido del arte y de la vida es incluirse mutuamente. Unirse.” Eso me digo a mí mismo, como primera conclusión. O, para incurrir en la cita culta y dicotómica y más abstracta, haré mías las palabras de Jean-Luc Godard en su monumental -y monumentalmente traviesa- Histoire(s) du Cinéma: IGUALDAD Y FRATERNIDAD ENTRE REALIDAD Y FICCIÓN. Eso me digo, así me siento, al pensar, o mejor, al recordar, a Naomi Kawase. Y si digo Naomi Kawase y no el cine de Naomi Kawase es, porque en ella, lo que podemos llamar su vida y lo que podemos llamar su obra son, de manera feliz, también novedosa, indisolubles.

Será porque su cine, siguiendo la distinción que hace Susan Sontag acerca de los dos tipos de obra de arte, se siente más segregado que construido. No digo que no esté o que esté insuficientemente construido (sería absurdo), digo que cuanto está ahí, cada pequeño o gran descubrimiento, parece salido de adentro hacia fuera, y no colocado encima; sí el producto de una necesidad absolutamente personal (la obediencia al “principio de necesidad interna” en palabras de Wassily Kandinsky: su libro De lo espiritual en el Arte sigue siendo fundamental) y no un juego cerebral, un mero cálculo, o un capricho (aunque sea genial). Un arte profunda y espontáneamente sentido antes que pensado. La relación directa establecida con el mundo, no infalible, pero fundamental: la intuición. Que responde a lo íntimo del individuo y no a las nece(si)dades de la industria.

Una película de Kawase tiene la gloriosa impredictibilidad de trayectoria que posee un fluido. Lo resumo con violencia: al contemplar sus películas, experimenté el escalofrío de lo nuevo. Cierto es que he visto apenas la mitad de su obra a la fecha, es decir, cinco películas. Temo que mi visión ha de ser forzosamente tuerta pero, así y todo, sigue siendo todavía una situación más afortunada que la ceguera.

Embracing (1992), el primer trabajo de Kawase, trata, en un nivel general, de la búsqueda del padre; de la fractura interior provocada por esa ausencia tan constante y lacerante. Se aprecia clara la lucha o, para ser más elegante, la mixtura, entre la búsqueda de una narrativa -aunque sea mínima- y lo típicamente (o casi el cliché de lo) experimental; me refiero a ese caos más o menos feliz de imágenes (oscilando probablemente entre el simple desorden y la pura fascinación) que desean encarnar la tentadora y peligrosa utopía de una originalidad radical, de una refundación del cine.

¿Qué le sale? Imágenes tipo video arte, eso sí, con iluminaciones, e imágenes documentales distanciadas al tiempo que, por necesidad, íntimas, en virtud del tema. He aquí un universo fílmico en plena formación, con elementos tales como algo muy cercano al diario personal; el documental, en el que la propia directora es la elusiva materia a tratar. Embracing incluye la precisión de una partida de nacimiento y la digresión de una flor; elementos que en definitiva se sentirán más “integrados” u “ordenados”, “orquestados y desarrollados” en sus siguientes trabajos (en realidad pienso en sus largos). Pero si su “desorden” podría verse como su limitación, es su fuerza germinal. Por eso no puedo dejar de exclamar, luego de ver este mediometraje: ¡qué ganas de comerse el mundo!

El humo, humilde, poético, que asciende y desaparece, es común y corriente pero es mágico; desde su primera obra o, por ejemplo, en Suzaku (1997), su cuarta película, y uno de los dos únicos largos que la fortuna me ha permitido ver hasta el momento. Creo que el humo es el programa estético completo de Kawase, y del cine moderno, en una sola imagen, (sabrán disculparme si exagero); ese humo es el desplazamiento, libre, aparente o necesariamente errático, la imagen más cotidiana y cálida posible, el humo, de una olla, en la cocina, adquiriendo protagonismo, de proporciones simbólicas insospechadas. La imagen del instante, que aparece y desaparece.

Sí. En Kawase es fundamental la imagen de alguien o de algo que se desvanece. Cuya presencia es una huella en el aire. También todo es, podría ser, como un camino por el bosque, el seguimiento a personajes que lo recorren. Es necesario, me digo, que parezcas perdido para que puedas llegar a tu destino, si es que hay algo, en alguna parte -más allá del deseo de que exista-, que merezca ser llamado así. El desplazamiento incluye, por supuesto, la movilidad de los afectos. El arte de Kawase nos entrega una pincelada, y eso basta. No necesita, por así decirlo, pintar un paisaje entero para que sintamos la densidad del bosque. Un simple apretón de manos puede contener un universo de emociones.

Sky, wind, fire, water, earth (2001). Esta pequeña película podría llamarse, finalmente, “El tatuaje.” El viaje de la herida psíquica a la física y viceversa. El desenlace es de lo más curioso que te puedas imaginar. La directora, inadvertidamente, quiere tatuarse, no se entiende bien al principio la trascendencia de este acto, luego uno comprende que lo que quiere es escapar de su dolor, sentir su dolor, herir su dolor, revivirlo, ir hasta el fondo de él, contemplarlo, transformarlo. ¿Tatuándose? Sí.

El amor y el arte, al decir del tatuador, se contraponen. El tatuador afirma que el amor destruiría su arte -que no es debidamente reconocido-, que es en realidad grabar en las almas. Destruiría su arte porque se entregaría totalmente al amor. La creación artística como acto de amor pero también de extrema lucidez, y esa lucidez no es nada “romántica”… Justamente podría ser abrir heridas.

Ver, al final, corriendo, desnuda, al aire libre, a Naomi Kawase, mostrando la totalidad de la espalda tatuada, con una cámara a propósito de lo más inestable, es una imagen sumamente extraña, ambigua, de liberación, sin duda, pero también de huida hacia delante, pero… lo cierto es que también transmite otras sensaciones que me resultan menos aprehensibles.

Carta a una flor de cerezo amarillo (2003) me sacudió. Me encanta esa cámara que siempre está como respirando, que parece sobar la imagen suavemente para descubrir algo tan tenue, no se sabe qué, en el límite de lo visible. Este mediometraje me dio la sensación de urgente realidad, sin hacer uso en absoluto de violencia ni demagogia, una película dura sin que uno pueda advertirlo porque es muy natural. Pues parecen simplemente visitas a un enfermo y conversación. Algo a la vez delicadísimo y áspero, sin embargo, se abre paso. Ver a un hombre inteligente, enfermo, frustrado, que pide ser filmado. No le queda mucho tiempo.

Verlo, sin lágrimas ni halos, toser, babear, verlo como un juguete o una máquina que va dejando de funcionar. Me encanta por ejemplo la manera en que la directora deja en off durante varios segundos al hombre moribundo; vemos la botella de plástico en su mano, de la que sorbe el agua, para luego escupirla, según oímos; así, lo sentimos desde dentro, más cerca, justo porque no lo vemos. Verlo, en esos momentos nos llevaría probablemente a sentir asco, compasión. No es la idea. La idea es sentirlo, me parece, como si fuéramos nosotros. Como si ese acto lo realizáramos nosotros.

La frase clásica sobre filmar: observar la muerte mientras hace su trabajo, aquí se da. ¿Las imágenes decisivas? ¿Tal vez cuando es un trapo exprimido por la muerte con los ojos en blanco y la boca entreabierta? Como un perro convulsionando. ¿Era esa la imagen finalmente buscada? ¿La que le dará sentido a todo? No tengo la respuesta.


En Shara (2004), lo que parece digresión, puede ser justo lo esencial. Lo embriagador, lo onírico, el placentero estado que va y viene entre el sueño y el despertar se apodera de nosotros. Hipnóticos planos secuencia resueltos en travellings hacia adelante con cámara lenta y en mano lo dicen todo, es una caricia del recuerdo, aunque se trate de uno trágico. Un paseo, un juego, una persecución, un recorrido, de pronto, un destino. Las sensaciones del instante son evocadas de una forma perfecta, uno queda flotando, arrastrado suavemente. El placer del recuerdo, aunque sea el peor.

No seré el primero en evocar La Aventura, de Antonioni, al recordar, en Shara, la escena de la desaparición. ¿Cómo desparece alguien? ¿La desaparición de alguien no es siempre inexplicable? Ni nos damos cuenta de en qué momento desparece. Es perfecta la solución artística para este problema. El olvido y la muerte son supresiones, elipsis. Aparecer/Desparecer. Actos mágicos. Nacer, morir. Shara acaba con un nacimiento. Con un nuevo aparecer.

Naomi me impresiona una y otra vez por su capacidad de ser solamente ella misma (al ver sus películas uno siente que también podría hacerlo), o si se quiere, me impresiona por su feliz incapacidad para parecerse a cualquier otro cineasta. En Naomi hay una errancia que es melancolía, y también amor a la vida. La presencia hermosa de la lluvia, el tocar las gotas con la punta de los dedos, pasear en moto o en bicicleta, se convierten en actos absolutos. La digresión del acto definido o utilitario como esencia de la vida.

Espero que la salita del Cinematógrafo de Barranco se anime pronto a volver a pasar sus experimentales y muy sutiles películas. Con Naomi -tal vez sea esto lo único que quería decir en realidad- puedes hacer la prueba de sentirte más cerca de ti mismo, hagas películas o no. Hay, por lo menos, en la fracción de su obra que pude ver, una esperanza de reconciliación con el yo y con el mundo. No se me ocurre una verdad más simple acerca de ella, y es mi mejor elogio.


Mario Castro Cobos.

Continuación del Especial:

http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2007/12/especial-naomi-kawase-continuacin.html



LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA



10 Comments:

  • At 11:01 AM, Anonymous Anonymous said…

    esperamos que el cinematógrafo pueda reponer estas películas. se lo agradeceremos todos los cinéfilos.

     
  • At 9:36 PM, Blogger La cinefilia no es patriota said…

    Lo mismo esperamos nosotros. Estas hermosas y delicadas películas tienen muchísimo que decir a las nuevas generaciones de cinéfilos y potenciales creadores tanto aquí como en el resto del mundo.

     
  • At 6:38 PM, Anonymous Anonymous said…

    "...me impresiona por su feliz incapacidad para parecerse a cualquier otro cineasta."

    Estimado Mario, me parece que en esta frase, has llegado al fondo del asunto. Y es que lo real (artístico) en Kawase, es su cámara hipnótica, como dices, junto a su excéntrica forma de mostrarnos una simple acción que unidas le dan piso y cielo a toda su creación. El final de "SHARA" es hermoso: "un nacimiento": el comienzo: el final, todo en una escena flotando como encarnación de algún Dios filmando su archivo eterno.
    Yo también me uno al pedido para que pasen su obra en el Cinematógrafo.

     
  • At 10:55 AM, Blogger La cinefilia no es patriota said…

    Claro, mi estimado Paco, lo maravilloso (gran parte de lo maravilloso) en Kawase es que nos induce a meternos en nosotros mismos, su obra tiene la "imperfección" y la apertura de la vida misma, lleva consigo esa huella palpitante...

    Goethe señalaba que la clave era ser el centro de todo, hacer que cuanto se absorbiera girase en torno a uno y no al revés; pese a los peligros de esta actitud, por lo menos una ración de ella falta a demasiada gente...

    Ja ja ja, y como señalé en un mensaje a Cinemaperú, que al parecer me censuraron (estaba recomendadndo legítimamente este especial): Kawase representa una posibilidad de renovación, que es algo que "el cine peruano" necesita a gritos.

    Ya nos vemos. Un abrazo.

     
  • At 2:08 PM, Anonymous Anonymous said…

    Totalmente de acuerdo con Goethe, el centro de uno, es el centro del universo. Y además, es Super Importante que se difunda su obra (de N.K), y este pequeño especial no puede ni debería ser censurado (me refiero a su recomendación en otro medio), al contrario, se debería escribir más sobre este CINE. Apoyar no sólo con su difusión,sino análisis. En particular, KAWASE me ha ayudado a pulir y descifrar un cine del cual me voy a sostener en mis futuros trabajos audiovisuales (por ejemplo de un documental que vengo trabajando)y todo gracias también a este "especial" que leí y me interesé. Señores de CINENCUENTRO, cuánto les afecta una simple recomendación? Por favor!
    Nos vemos

     
  • At 2:16 PM, Blogger La cinefilia no es patriota said…

    Enviaré otro mail.

    Se trata, en realidad, de Cinemaperú.

    Espero con fervor que el mail se haya perdido en un agujero negro de la red.

    Por otra parte, las buenas películas, se sabe, dejan en ridículo a las malas o mediocres, ¿no es así?

    Felicitaciones, Paco. Yo también creo que es hora de pasar a la acción.

     
  • At 11:42 PM, Anonymous Anonymous said…

    ¿¿¿Por que mejor no dedicar un ciclo completo de Kawase en la Cayetano Heredia, señores????

    Empiecen por casa.

    Tambien que este amable jalon de orejas vaya para los señores del cine Club Mal de Ojo, o los del CAFAE.

    saludos

     
  • At 1:33 AM, Anonymous Anonymous said…

    Mil disculpas a CINENCUENTRO entonces, leí mal, terrible equivocación mía, era: CINEMAPERU. Y sí pues, ya era hora de la acción! gracias.

     
  • At 3:51 PM, Blogger Dilettante said…

    Doy con tu nota casi un año después de publicada y a partir de mi experincia al ver "Shara" recién estrenada en Buenos Aires. Mi estado de goce continúa a casi una semana de haberla visto, y al leer tu nota se siente de alguna manera esa caricia del recuerdo.
    Muchas gracias Cobos.

     
  • At 8:42 AM, Anonymous Virginia Scaro said…

    Gracias por su nota. Admiro mucho el cine de Naomi Kawase, su sencillez, el relato intimo al que llega, sin ego, llevandonos a algo universal.

    Muchas gracias.
    Si alguien sabe donde puedo conseguir su filmografía completa (Estoy haciendo una tesis sobre su cine) le agradecería me acerquen la información. Ya he escrito a su pagina y no consigo respuestas.
    gracias!
    Sky

     

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