Cualquier cine,
cualquier mes
Muchas son las personas que uno puede conocer en un año, sea
por compromiso, por curiosidad, por accidente o por simple desidia. Pocas serán
con las que se logre cultivar una relación rodeada de complicidad, entrega y
hasta devoción, relación surgida gracias a las obras, relatos, libros,
discursos, fotografías, composiciones, posts, vídeos, tweets de esas personas.
Me gustaría pensar que así es nuestra relación con las
películas. Que aterrizan en nosotros a veces por búsqueda y a veces por error,
a través de un festival generoso o de un torrent impensado, dentro de una
ruidosa sala multicine o en nuestra silenciosa habitación de madrugada,
habitación iluminada únicamente por el brillo de laptops que se recalientan
sobre las sábanas.
Pero en gran medida esto no es cierto. A tal punto que a
continuación anoto algo que ya todos saben pero merece repetirse, sobre todo a
fin de año (o como indicaba Washington Delgado: «Ya todo está dicho pero como
nadie escucha, hay que decirlo de nuevo»):
La cartelera peruana es
de las más pobres del planeta.
Todas las películas que llegan a salas peruanas vienen
teledirigidas por una industria monopólica que se nos vende como
arte/magia/entretenimiento. TODAS las películas. Incluso las más “raras”.
Incluso los estrenos nacionales. Incluso los estrenos más anónimos son cifras
que la industria maneja como mal necesario, como jugador suplente. Y en Perú
cada año esta condición se hace más evidente.
Basta pasar por cualquier cine en cualquier mes del año. Basta
revisar las listas con “el top 10 del año” en los medios de comunicación o en
webs de no pocos críticos, listas que solo son el eco triste y pasivo de un
mercado que no tiene rival ni frenos en varios países.
Y luego, en medio de las centenas de películas olvidables que
produce dicha Industria, hay un puñadito de obras que resulta que no están mal
y entonces te tragas que eso es “Lo Mejor del Año”. Nos entierran en estiércol
para luego emocionarnos al hallar un trozo de queso rancio.
Y celebramos, claro. Hacemos listas llenas de blockbuster
legitimando así un pisoteo empresarial que un espectador poco curioso se puede
permitir pero no un medio cinematográfico. No se puede celebrar un año que
termina con multicines que, de nueve salas, seis van para EL HOBBIT, una para
EL ORIGEN DE LOS GUARDIANES y las otras para TERROR EN SILENT HILL 2 y para
AMANECER 2, esperadas secuelas, sin duda. El Perú se paraliza.
Próximos estrenos: GI JOE 2 El contraataque + Hansel y Gretel Cazadores de Brujas en 3D + Step Up 4 Revolución)
*
Nuevos, inquietos
nombres
Frente a este deprimente panorama, surgen algunas alternativas.
Algunas individuales y dispersas, otras más orgánicas y prometedoras.
Entre las últimas está el Festival de Cine Lima Independiente,
que en su segundo año ha tenido ocasión de mostrar -gratis y en cada vez más
sedes en todo el país- un conjunto de películas de muy alta calidad, películas
que podrían haberse programado tranquilamente en New York, Madrid o Buenos
Aires.
Así, la cinefilia más curiosa de Perú ha podido ver películas
de jóvenes cineastas como Daniel Schmidt, Gastón Solnicki o Ion de Sosa. Se han
proyectado las últimas obras de Raya Martin, Raúl Perrone, Andrés di Tella o
José Luis Torres Leiva. También ha sido oportunidad de revisar muchos trabajos
de Saul Levine y Ken Jacobs. Se ha podido dar una mirada al cine español
contemporáneo más inquietante y más subversivo: las películas de Andrés Duque,
de Sergi Caballero y de Lluís Galter, sin olvidar el foco dedicado al
importante Colectivo Los Hijos.
Somos muchos los que siempre hemos anhelado en Perú espacios
como Lima Independiente. Estacionados entre el más perverso monopolio y centros
culturales que siguen homenajeando a Subiela, Lima Independiente se convierte
en un evento hermoso y necesario. Para que esto siga avanzando, los cinéfilos
peruanos deben ahora exigir una mejor programación, cada año, cada edición.
Ojalá aparezcan más iniciativas semejantes. Ojalá que las
existentes confluyan hacia un movimiento fuerte y coordinado, entre ellas y las
instituciones culturales del país.
*
Poesía y urgencia
Estas son las películas que, a nivel personal, se convirtieron
en experiencias eufóricas durante el año:
Tabú
- QU´ILS REPOSENT EN RÉVOLTE (DES FIGURES DE GUERRE), de
Sylvain George.
- TABÚ, de Miguel Gomes.
- ENSAYO FINAL PARA UTOPÍA, de Andrés Duque.
- A ULTIMA VEZ QUE VI MACAU, de João Pedro Rodrigues y João Rui Guerra
da Mata.
- THE INVADER, de Nicolas Provost.
- LEVIATHAN, de Véréna Paravel y Lucien Castaing-Taylor.
- SPRINGTIME, de Jeroen Elsinga.
- HOLY MOTORS, de Leos Carax.
- INVISIBLE, de Víctor Iriarte.
- THE DEEP BLUE SEA, de Terence Davies.
- BERBERIAN
SOUND STUDIO, de Peter Strickland.
- PAPIROSEN,
de Gastón Solnicki.
- MOONRISE
KINGDOM, de Wes Anderson.
- ONCE UPON A
TIME IN ANATOLIA, de Nuri Bilge Ceylan.
- COSMOPOLIS, de David Cronenberg.
Con optimismo esperamos que algunas de esas películas
(exceptuando la de Wes Anderson que sí pudo estrenarse en Lima), lleguen a Perú
el 2013.
En cuanto a la “cartelera comercial”, películas que pasaron por
salas:
- A SEPARATION, de Ashgar Farhadi
- TOURNÉE, de Mathieu Amalric
- DRIVE, de Nicholas Winding Refn
- LA PIEL QUE HABITO, de Pedro Almodóvar
El descubrimiento del año: la filmografía entera de Sylvain George, gracias al Seminario
organizado por el Festival Punto de
Vista este año. Muy pocas son las veces que uno tiene la suerte de toparse
con películas creadas desde la humildad y el corazón, estructuradas desde la
obsesión y la metáfora, expresadas desde la poesía y la urgencia. La fragilidad
en los rostros de los inmigrantes de Calais como fortaleza de un cine que
escarba rabiosamente en la condición humana. El lirismo como respuesta a la codificación
de ese “otro” que no queremos ver, al que no le damos voz.
Mención especial para el propio Punto de Vista: a pesar del
difícil contexto económico en España, donde las iniciativas culturales sufren
los principales recortes, el Festival resurgió como seminario, mantuvo su
actitud de descubrimiento y difusión del documental, ofreció clases magistrales
y proyecciones fantásticas (con ENSAYO FINAL PARA UTOPÍA, la película sorpresa
del Seminario, como momento cumbre) y todo envuelto en un espíritu de hermandad
que va más allá de la camaradería, hermandad creativa y militante que es solo
un reflejo del gran momento que vive la cinematografía española de vanguardia.
*
«Respuesta: las ideas»
De lo apreciado sobre material peruano, el balance
cinematográfico arroja ciertos resultados gratos y algunos otros que
trascienden el área artístico para situarlo en terrenos malolientes.
No hubo una película nacional completamente destacada, pero sí
rasgos que alimentan un leve optimismo. Y más que películas, momentos. El cine
peruano ha tenido momentos excepcionales. Hablaré de un empate técnico:
La mejor escena del año aparece casi al final del documental
LIMA BRUJA, cuando asistimos a una jarana en Barrios Altos y los músicos
empiezan a cantar el vals “María”. Mientras uno de los músicos ilumina la
pantalla con su sonrisa, su hermano menor rompe en llanto mientras aplaude.
Dolor, alegría y un vals. Es decir, asistimos al histórico nacimiento de un
criollo peruano.
La otra escena a mencionar aparece en otro ¿documental? llamado
EL EPITAFIO NO ME IMPORTA, de Alberto Angulo: el propio Angulo hablando
profusamente a la cámara mientras una adolescente le hace muecas desde atrás,
durante diez minutos, sin cortes. Una película errática, llena de humor
involuntario, pero con una escena con más fuerza y vida que otras veinte
películas nacionales.
En los cortometrajes hay que mencionar los nombres de Julio O.
Ramos y su DETRÁS DEL ESPEJO, que ha venido arrasando -con justicia- tantos
premios de ficción como festivales ha tenido al frente; los trabajos que vienen
realizando Gabriel Carcelén y Diego Zavaleta, en documental y ¿ficción?
respectivamente; y los cortos tan alegres y descarados de Tilsa Otta, una
voluntad constante de búsqueda y juego que resulta un aire fresco en la
videocreación peruana.
En la llamada “cartelera comercial”, lo más destacado vino con
el estreno de CIELO OSCURO, de Joel Calero. Detrás están LIMA 13, de Fabrizio
Aguilar y luego CASADENTRO, de Joanna Lombardi. Las sorpresas vinieron con el
feliz desempeño de Lucho Cáceres, Mariella Zanetti y Ubaldo Huamán en las dos
primeras películas. Muy altos momentos para Cáceres y Huamán. Grata sorpresa.
De otro lado, no deja de ser curioso que sean tres actores aparecidos en el
menospreciado mundo de la comedia televisiva lo más resaltante en la actuación
nacional.
Pero de esto la prensa cinematográfica no habla. Solo se dedica
a debatir por la taquilla y la taquilla y la taquilla, y cuántos millones ha
hecho la Industria y cuántos miles han hecho las películas peruanas y por qué
la gente va, y por qué no va, y qué hemos hecho señor para merecer esto.
Penoso.
Inserto aquí las palabras iniciales de LA HISTORIA DEL CINE, de
Mark Cousins, palabras rescatadas por Jordi Costa para este gran artículo
publicado no hace mucho:
“A finales del siglo XIX surgió una nueva forma de arte. Se parecía a
nuestros sueños. La industria del cine mueve ahora miles de millones de
dólares, pero lo que la mueve no es la taquilla o el show business, sino la pasión, la innovación. (…) Hablan tanto de
taquillas que nos han hecho pensar que el dinero es lo que mueve a las
películas. Venta de entradas, marketing,
glamour, estrenos, alfombras rojas…
Pero no va de eso. El dinero no crea las películas. Los que ponen el dinero no
conocen los secretos del corazón o el resplandor de las películas. Pero, si no
es el dinero el que crea las películas, ¿qué lo hace? Esta es la respuesta: las
ideas.”
Gran momento para repensar estas palabras, cuando a lo largo
del año el dinero parece ser el único tema de interés y discusión en nuestro
cine.
Y, más desagradable que el dinero, la angurria y la roñería de
cineastas “consagrados” que pierden concursos nacionales y luego reclaman
abiertamente que se veten jurados, que se rehagan esos concursos, que les den
“su” dinero. Estas personas han creado horribles precedentes institucionales y
terminan siendo el peor ejemplo de los jóvenes cineastas que hacen sus
proyectos con titánico esfuerzo y que compiten limpiamente sin secretismos y
sin apelar al compadrazgo y la criollada.
Ese cine de la Industria, del monopolio, del regateo de dinero,
de los presupuestos inflados, del arreglo bajo la mesa... eso no es cine, es
mero negocio. Y negocio del malo, pues hasta los negocios atractivos, para ser
exitosos, arriesgan.
Son tiempos vitales para la reinvención artística, para la
búsqueda de alternativas en la producción y distribución de películas, para
hacer un cambio fundamental en las reglas de lo establecido. El 2013 llegará
con películas peruanas que se han sacudido del apolillamiento habitual: EL
LIMPIADOR, de Adrián Saba, EL ESPACIO ENTRE LAS COSAS, de Raúl del Busto,
CHICAMA, de Omar Forero (y más documentales, más cortos, más videoarte), obras
que podrán gustar o no pero que han apostado por un riesgo personal que va
creciendo en nuestro país.
Por eso, a pesar de ser un año con momentos escabrosos, el
futuro nos reta y nos entusiasma a la vez.
*
I´m against knowing secrets
Termino
copiando unas líneas que pude leer al presentar unos mini ciclos de Chris
Marker en Cusco y en Chiclayo, frente a un público que entraba sin saber qué
encontrar, pero con un ánimo muy despierto, curioso y lleno de ganas de
debatir.
Chris
Marker murió el 29 de Junio de este año y ese fue un día muy triste para muchos
de nosotros. Nuestra cinefilia sufrió un golpe inesperado. No porque Chris
Marker haya sido nuestro cineasta favorito. No porque sea él de quien más
películas hemos visto. Aún nos faltan muchas obras suyas por descubrir y,
además, el mismo Marker sería el primero en desanimarnos de cualquier afán
nuestro para colocarlo en algún parnaso de cineastas célebres, pues él es el
cineasta invisible, el que no quiso libros dedicados a su obra, el que no quiso
publicidad, el que ni siquiera quiso firmar con su nombre.
Es más,
como Salinger, Chris Marker no quiso nunca ser fotografiado. Y, como Salinger
también, es alguien a quien dan ganas de llamar por teléfono para conversar
apenas terminas una de sus obras, pues no es su trabajo la obra de un “gran
artista” sino de un amigo que se autorretrata en cada uno de sus trabajos, y la
voz en off de sus películas se te vuelve muy familiar, muy cercana, aunque él
nunca haya usado su voz real. Como un viejo padrino de la infancia, Chris
Marker está y a la vez no está.
Era el
fantasma más escurridizo del cine. No se llamaba ni Chris ni Marker, era solo
un seudónimo. No se sabe dónde nació, aunque los parisinos lo reclaman. Apenas
ha dado un puñado de entrevistas a lo largo de su vida. Fue siempre
inaprensible. Nunca se quedó quieto. Cuando lo empezaron a conocer por sus
películas en celuloide él ya hace rato que había pasado al vídeo, y cuando
buscabas sus obras de vídeo en la televisión él ya exhibía en galerías, y
cuando lo buscabas ahí él ya había construido un CD ROM en su web con nuevos
trabajos (y sin usar su nombre, apenas la imagen de un gato, su alter ego), y
cuando ibas a su web, él ya había creado su canal de YouTube (bajo otro
seudónimo: Kosinski) y cuando dices “ya tiene más de ochenta años, ya no se me
va a escapar” resulta que aparece y se pone a grabar (y a apoyar) el
OccupyWallStreet y a los estudiantes chilenos.
Este
pequeño ciclo que empieza hoy no intenta desvelar ningún misterio sobre ese
gran desconocido que es Chris Marker. No daremos más información de la que se
pueda rastrear sobre él. No habrá datos extras sobre él. Una de sus frases que
aparece en la película SILENT MOVIE dice: “I´m against knowing secrets”, “estoy
en contra de conocer los secretos”. Mejor así. Como entrar al cine sin saber
qué vas a ver. Marker sabía que la evasión era hermosa.
Quizás
esa evasión, esos enigmas que ha creado sobre sí mismo, sea el motor de su cine
y es lo que nos interesa ahora. Que otros de su generación se queden con la
gloria. Él (junto a sus grandes amigos Agnes Varda y Alain Resnais) no nos va a
reclamar panegíricos ni dedicatorias célebres. A él le damos este pequeño
homenaje de la única manera que se le puede dar a un cineasta que hasta los 91
años salía a la calle con su camarita para grabar a jóvenes y a gatos, el
homenaje que significa ver sus películas y soñar con terminar así nuestras
vidas.
Fernando
Vilchez Rodríguez