La libertad que Internet ofrece permite que en la red se armen discusiones inteligentes en ciertos blogs. En el área del cine, esto no ocurre. La mayoría de páginas han terminado absorbiendo el mecanismo televisivo de brindarnos casi el minuto a minuto del estreno de Harry Potter. Felizmente existen pocos espacios donde aún se discute el cine en varios niveles, aunque de manera muy eventual.
Es el caso de un debate atractivo que se armó hace algunos días en el blog Páginas del diario de Satán, a raíz de un artículo llamado "Cine bizarro: Definiciones y perspectivas (surrealistas)” -publicado en la Revista de Cine Tren de Sombras-, sostenido por el autor de la nota, el crítico de cine José Carlos Cabrejo, y el Dr. Vértigo, un cinéfilo anónimo. La razón: justamente, la definición y las perspectivas del llamado "cine bizarro".
Primero, un "resumen" de las ideas y vueltas de este debate. Al final, la intervención del crítico Ricardo Bedoya. Y, mañana, una conversación que tuvimos con el Dr. Vértigo hace unas horas.
LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA
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ROUND 1
Escribe: Dr. Vértigo
Recientemente, en algún blog y en artículos de revistas especializadas, ciertos bienintencionados pero atolondrados comentaristas están aventurándose a escribir acerca de algo que llaman "cine bizarro" (denominación cursi e imposible), de manera que, en aras de una mayor claridad, en defensa del mal nombre del cine que el mundo desprecia, y con la autoridad que me dan años de autoinflingida tortura audiovisual, aquí van mis dos centavos.
Para empezar :¿"Bizarro"? Bizarre es un adjetivo como muchos que se pueden aplicar a una película, a cualquier película, pero no a un tipo exclusivo de cine, a diferencia de lo que sucede cuando hablamos del cine giallo, el gore o el noir". Tengo una idea de a qué intentan referirse cuando escriben "cine bizarro," pero, chicas, hay que escribir de lo que se conoce bien.
A lo que se refieren, en parte, y mal, es a esa gran región periférica de la INDUSTRIA del cine y que en este artículo, con un propósito práctico, podemos llamar simplemente mal cine. En Norteamérica, que es donde esta oscilación dialéctica entre “buen cine” y “mal cine” tiene mayor (o algún) sentido, y responde a realidades culturales específicas, se le suele llamar trash cinema. Cine basura. Trash cinema es un término “paraguas” bajo el cual otros engendros infracinematográficos, con identidades no estrictamente definidas, y con nombres coloridos, encuentran sombra: Exploitation Films, Sexploitation, Blaxploitation, Nudies, Roughies, Gore, etc.
Lo que une a todas estas películas, su común razón de ser, aquello que verdaderamente las encierra en el mismo idiosincrático corralón, es la motivación comercial de sus creadores, su esencial venalidad : el imperativo meretricio. Y es sólo a continuación que se adornan con las demás cualidades que las hacen inmediatamente reconocibles : presupuestos minúsculos, impericia técnica, incoherencia narrativa (si acaso asoma alguna intención narrativa), mal gusto (“buen mal gusto,” como bien define y aclara John Waters), o la grotesca ineptitud de los “actores.” No hay ninguna convicción estética o conceptual en la mente de sus autores, ni ninguna aspiración que no sea la de vender el mayor número de entradas.
Y, a propósito, observar el ciclo vital de una de estas películas es particularmente interesante para definir su pertenencia a esta categoría. Porque hay mal cine, y hay “mal cine” : este, el que nos ocupa, empieza tomando forma en las manos y la cruda codicia de su creador, luego cumple con su misión inmediata de entretener, impresionar, asquear o aturdir a su público y finalmente, incluso muchos años después de haber sido olvidado, algo lo devuelve a la vida, en la mirada de un público distinto al que lo vió por primera vez. El genuino “mal cine” se hace en los ojos de quien sabe ver. No existe ningún “cine bizarro,” ni como género, ni como categoría, si por “cine bizarro” se entiende un universo cinematográfico definido en el que pudieran co-existir, unidos por algún vínculo de estilo, humor, temperamento o accidente, por ejemplo, un Edward D. Wood, Jr. y un Tim Burton o un Quentin Tarantino—porque ese es, justamente, el tipo de parentesco que algunos se esfuerzan en creer que han identificado.
Ignorado por el mundo, el “mal cine” ha llevado una existencia exclusivamente subterránea durante muchos años. El paladar del mainstream ( la prensa, la crítica especializada) sólo llega a tolerar—por el brevísimo tiempo que pueda retener sus nombres en la memoria—a unos pocos como Ed Wood, Russ Meyer, o Jesús Franco, pero sólo porque los medios masivos han machacado sus nombres durante un tiempo y con la frecuencia suficiente para convertirlos en PRODUCTO : envasado, explicado, justificado.
Desde ahí, la mirada será siempre cómoda, paternalista y condescendiente. Ahora el crítico de cine, con todas las novedades artísticas, puede distraerse una tarde con el “mal cine,” llamarlo “bizarro,” confundirlo con el show business y repetir las fórmulas aprendidas para instruir a otros acerca de por qué es excitante, o sólo otra moda ridícula.
Son especialmente hilarantes y embarazosos los comentarios de los críticos que se rebajan—ahora que es cool—a escribir sobre el “mal cine,” y descubrirle valores estéticos de algún tipo, audacias formales que lo redimen, o quién sabe, resonancias de importancia sociológica. Es la broma perfecta : los “entendidos” dándose un porrazo, cuando no había NADA que entender.
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Respuesta de José Carlos CabrejoEl comentarista señala que el “cine bizarro” (una denominación, según él, “cursi e imposible”) no existe como categoría, que no es más que un adjetivo aplicado a cierto tipo de películas. Pues sí existe, es una categoría establecida y de uso frecuente desde hace ya varios años, como lo demuestran el libro Cine bizarro: 100 años de terror, sexo y violencia del argentino Diego Curubeto y páginas web como Mondo Bizarro.
Como explico en el ensayo, lo bizarro es una categoría porque sirve como término para agrupar a películas que exhiben una estética insólita, que rompe con los tipos tradicionales de configuración cinematográfica, y que genera una sensación de intensa extrañeza; independientemente, de que aquello sea un efecto buscado o fortuito. Algo parecido pasa con el llamado cine gore. Si sólo lo adscribimos al cine de terror, podemos definirlo como un subgénero (opuesto al horror gótico de la Hammer, de Mario Bava o de los filmes sobre Drácula, Frankenstein o el Hombre Lobo de la Universal); pero si empezamos a definir a cintas como Nekromantik como gore, dicho término más bien hace alusión a una categoría, que engloba a aquellas películas que representan la sangre de una manera explícita a través de cualquier género (en ese sentido, La pasión de Cristo de Mel Gibson es tan gore como cualquier filme protagonizado por Freddy Krueger).
Por eso mismo, al igual que el gore, lo que se entiende por bizarro es una manifestación transgenérica. Lo bizarro está en las películas surrealistas de Luis Buñuel, que diluyen las pautas del raccord (la continuidad entre encuadres) y las concatenaciones causa-efecto que usualmente hay en las ficciones; en algunas cintas de espíritu feérico dirigidas por Miyazaki o Burton, que convierten lo monstruoso en forma de la inocencia, a contracorriente de las tendencias del mainstream hollywoodense; en los primeros filmes de John Waters, que acabaron con la manera en que el cine reprimió lo escatológico, convirtiéndolo en un elemento de choque para parodiar a la sociedad norteamericana. Pero lo bizarro también está en algunas películas de la Troma, en las que los actores sobreactúan hasta parecer figuras sacadas de una historieta barata; o en Plan 9 del espacio exterior, donde se muestra a Bela Lugosi y un extra interpretando a un mismo personaje con absoluto descaro.
Asimismo, el comentarista creyó necesario señalar el contexto marginal, de barrio, mercenario, en el que surgen ciertas películas “bizarras”, aquellas que encajan en esos “engendros infracinematográficos” (usando los términos del susodicho) conocidos a partir de las etiquetas exploitation, sexploitation, blaxploitation, etc. Al menos en relación a mi ensayo, eso no viene al caso, dado que mi texto, al igual que todo lo que escribo como crítica, propone una visión inmanente de las películas, calificándolas, para bien o para mal, por lo que son, sin tomar en cuenta el contexto en el que se crean o las intenciones reales de sus creadores, sean económicas o artísticas. Esa mirada, en otro campo cinematográfico, permite apreciar las características estéticas de un documental nazi como El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl, independientemente del hecho que el filme haya sido instrumento de una de las más grandes barbaries que alguna vez haya cometido el ser humano.
El crítico no juzga a los directores en función a su condición de personas (para eso están los historiadores o, en todo caso, los jueces), sino en función a su obra. Él toma, construye y/o termina estructurando un criterio para valorar a los filmes; aunque, no todos los críticos asuman los mismos patrones para juzgar una película.
Por cierto, el comentarista afirma que el “mal cine” no puede ser “tocado, aludido, ni siquiera pensado, mucho menos celebrado por la crítica establecida”. Pues es una “lástima” que la crítica no siga su perspectiva maniquea y fundamentalista del cine. Desde hace mucho tiempo, circulan libros muy serios sobre géneros marginales como el blaxploitation (cine de explotación para el público afroamericano, homenajeado por Tarantino en Jackie Brown), y, sin lugar a dudas, una de las mejores páginas web de cine en el mundo, la australiana Senses of cinema, incluye en su sección “Great Directors”, y con mucho entusiasmo, largos artículos dedicados a directores como Lucio Fulci o Doris Wishman, figuras emblemáticas del cine de explotación.
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ROUND 2
Escribe: Dr. Vértigo
Creo que en algo podemos estar de acuerdo, José Carlos: hay películas raras, y hay cosas raras en muchas películas que no son integralmente raras. Punto. Nada más. Proponer que exista una categoría cinematográfica en la que converjan Ed Wood (recurro deliberadamente al nombre más manoseado entre los trash filmmakers) y Quentin Tarantino, es un despropósito monumental. Tal vez no sólo soy un fundamentalista; creo que soy, además, nostálgico y romántico: siento que existe un mérito especial, superior, e incluso un funcionamiento cerebral constitutivamente diferente, en quien creó y existió en la miseria y la oscuridad, frente al nene mimado de la industria, los inversionistas y el gran público.
¿Visión romántica de la pobreza, la independencia y la ineptitud? Por supuesto. Es el aura que rodea al "mejor" mal cine. Su carisma. Y eso no es poca cosa. ¿Qué es el cine sin carisma? ¿Qué fue Hollywood sino fantasía envasada en carisma? ¿Qué fue la Nouvelle Vague sin el poderosísimo carisma de una juventud desafiante? Quentin Tarantino no es más que un vampiro bien (re-bien) remunerado y socialmente bendecido.
¿"Homenaje"? Por favor, José Carlos. Tarantino remeda, ahora que el mainstream se muere por cosas así, y paga fortunas a quien cumple con el encargo de hacerlas, lo que otros tuvieron la genialidad de inventar (Herschell Gordon Lewis y el cine gore, por ejemplo) cuando ello era, en el mejor de los casos, vergonzoso. Y, definitivamente, una garantía de marginalidad.
Insisto, no existe la categoría "cine bizarro," ESPECIALMENTE NO como tú la presentas. No tiene que existir como categoría sólo porque alguien le ponga ese título a su libro o escriba cien mil veces en la pizarra "el cine bizarro es una categoría." ¿Se pueden crear categorías a partir de vagas coincidencias ? Si es todo lo que hace falta, para tal caso, empecemos entonces a fabricar nuevas categorías y singularicemos películas hechas por cineastas zurdos, vegetarianos o que sufran de desorden bipolar.
Dices, José Carlos, que "...desde hace mucho tiempo circulan libros muy serios sobre géneros marginales como el blaxploitation (...homenajeado por Tarantino en Jackie Brown)." Ese es el problema, para mí: que son libros serios. El crítico "serio" los necesita para cobijarse en argumentos "serios" y no parecer un palurdo cualquiera que se traga todo lo que le ponen por delante o, Dios no lo quiera, un frívolo que lo único que hace es afectar posturas a contracorriente. ¿Dónde estaban los comentaristas y sus libros serios hace treinta años, cuando había que recuperar estas películas, realmente, de la basura ?
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Nueva respuesta de José Carlos Cabrejo
No tomé en cuenta algunos detalles del texto del Dr. Vértigo, que develaban su “amor” por el cine trash. No es frecuente que encontremos a alguien que se refiera de una manera tan despectiva y hasta asquienta hacia un tipo de cine, y que a la vez afirme que lo consume; autoproclamándose, por lo tanto, como un freak. Primera vez que estoy ante una persona de esas características.
Lo que, en realidad, no quita lo afirmado en relación a los modos inquisitivos del comentarista, que señala: yo sí puedo consumir esto porque soy un “lunático”, pero tú no, porque eres un crítico, ostentas un poder, y DEBES colocar tu mirada en otro cine. Al final, se juega con un elitismo “opuesto”: así como los amantes de la música clásica desprecian El Danubio Azul por ser un tema recurrente en los quinceañeros de las clases sociales bajas (¿perdió su “carisma”?); el Dr. Vértigo muestra su fastidio porque en una revista especializada se presenta una aproximación teórica que reivindica un cine marginal.
Es la misma actitud que más bien utiliza a ciertas manifestaciones cinematográficas como puras insignias para decir “soy distinto a los demás” que para disfrutarlas como tales. Es la misma pose, en otra dimensión, que utilizan aquellos que sólo dicen consumir Tarkovsky o Bergman y nada o casi nada de lo que pueda producir la maquinaria hollywoodense o un cine de género. Al final, ambas posturas dan al cine el mismo valor que ciertas personas le dan a una prenda “Tommy Hilfiger”, luciéndola con orgullo porque las hace “diferentes” a una mayoría. Eso no es un auténtico amor al cine.
Hablar de una categoría cinematográfica no necesariamente implica hablar de una gran cercanía figurativa o temática entre las cintas que encajan en ella. Lo que se entiende por cine bizarro puede abarcar a La edad de oro de Buñuel como a Glen or Glenda? de Edward D. Wood Jr. por las razones que ya expliqué. Incluso dentro de los géneros no necesariamente vamos a encontrar grandes coincidencias. Los puntos en común que pueden tener La vida de Brian de Monthy Python y una película de Olmedo y Porcel son mínimos, casi inexistentes, y eso no le quita legitimidad a lo que se entiende por el género de la comedia. Ambas son comedias a su manera. Y es que hay comedias y hay comedias, y lo mismo pasa con otros géneros. Ahí no hay ningún despropósito teórico monumental a raíz de la diversidad que exhibe el fenómeno cinematográfico en toda su historia.
Si a veces dentro de un género las coincidencias entre películas pueden llegar a ser tan vagas, ¿pues qué podemos decir de una categoría, que nos remite a una idea de conjunto mucho más vasta? Y es que las categorías o los géneros, en efecto, son etiquetas creadas, establecidas, impuestas en las definiciones de las películas.
Ahora bien, es cierto que lo que se entiende por cine bizarro es muy amplio, y por eso mismo hasta podría parecer un término inútil. ¿Pero por qué se habla de un cine bizarro y no de un cine “para vegetarianos” (usando así los propios términos del Dr. Vértigo)? Simple y llanamente porque es un término que se ha convertido en el reflejo de una sensibilidad cinematográfica bastante asentada, sobre todo en la Internet y en ciertos festivales, que hace referencia a modos fílmicos variopintos pero que al final de cuentas son codificados de una manera muy particular por un grupo de personas en todo el mundo.
Dr. Vértigo, ¿en realidad, como dices, aprecias las películas porque te remiten a cineastas marginales, oscuros, despreciados, con los que te identificas? ¿por su aura? Pongamos un caso imposible pero hipotético al fin al cabo: si Tarantino estuviera en el espacio marginal de Gordon Lewis y este último en el espacio de fama del director de Pulp Fiction, siguiendo lo que dices, apreciarías más las películas de Tarantino que las de Gordon Lewis. Colocar la leyenda, el halo, de una película por encima de lo que es ella como tal, me parece anticinematográfico. La cinefilia nace a partir de lo que encontramos, según nuestro punto de vista, en las cintas, no en algo contextual a ellas.
Al final, ¿qué es lo que más nos importa como amantes del cine?, ¿el dinero o la fama que ha ganado Tarantino o sus películas? Por si no te has dado cuenta, más que remedar, Tarantino RECICLA, hace de la toma de estéticas de diversas cinematografías (sea el trash, el spaghetti western, el relato pulp, el anime, el cine de artes marciales y un larguísimo etcétera) SU CINE. Es cierto, en parte como descaradas citas, pero Tarantino las mezcla a su manera, con una narración deslumbrante como pocas en el cine contemporáneo. Si lo reconocen en MTV o en Cannes, es algo finalmente secundario ante las experiencias a la que nos llevan sus filmes.
Me parece válido que se menosprecie el cine trash de Doris Wishman por sus obvios defectos, que alguien lo pueda disfrutar justamente a partir de ellos, y a la vez que otro espectador la reivindique por las lecturas feministas que puede abrir. Es legítimo apreciar las películas por lo que contienen, pero no me parece legítimo “disfrutar” las películas por lo que las rodea, por algo puramente externo a ellas. Esa es una “parafilia” que, en el fondo, nada tiene que ver con la magia a veces diáfana, a veces perversa, del cine.
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Intervención de Ricardo Bedoya
Tercio en el debate entre el Dr. Vértigo y Cabrejo sin que me llamen. Lo hago sólo para responder a una pregunta que nos hace -y se hace- el Dr. Vértigo: “¿Dónde estaban los comentaristas y sus libros serios hace treinta años, cuando había que recuperar estas películas, realmente, de la basura ?” Indico el paradero de los críticos o comentaristas supuestamente “no habidos”.
Muchos de ellos estaban haciendo lo que Vértigo (dejemos los grados académicos de lado) les reprocha no haber hecho: recogiendo algunas de esas películas de la basura. No para celebrarlas en bloque, ya que ni el gusto ni la paciencia dan para tanto. Pero sí para situarlas, entenderlas, dar cuenta de su existencia, rechazarlas con argumentos o valorarlas contra la opinión de los “cultos” críticos de contenido. Y no desde hace treinta, sino cuarenta y hasta cincuenta años.
La muy seria y prestigiosa revista francesa Positif se refocilaba, allá por los años cincuenta y, luego, en los sesenta, con las cintas más lúbricas y cutres de la producción erótica francesa e internacional desde los días en que los críticos Ado Kyrou, Gerard Gozlan, Gerard Legrand, entre otros, aliaban el comentario cinematográfico con los impulsos tardíos pero todavía activos del surrealismo.
En esa misma revista, un crítico y realizador como Bertrand Tavernier tomó la posta de los fundadores para atender a los “nanars”, como llaman los franceses a las películas para “parafílicos”, y hasta a los pornos exhibidos en salas pequeñas de Cannes al mismo tiempo que el Festival. El que conozca el libro 50 años de cine americano, publicado al alimón por Tavernier y Jean-Pierre Coursodon, sabe que allí, al lado de análisis “serios” sobre la obra de John Ford, Jacques Tourneur o William Dieterle, se encuentra “el rincón del nanar”, dedicado a llamar la atención sobre las películas bizarras, “trash”, o como quiera llamárselas.
¿Y acaso Santo contra las mujeres vampiro, entre otros venerables títulos de esa corriente prolífica del cine mexicano trash que fusiona la lucha libre con el horror, no fueron descubrimientos de una crítica francesa que Vértigo parece desconocer?
¿Y sabrá Vértigo que los críticos de la Nueva Ola disfrutaban con la montaña de películas de “última categoría” que se exhibían en los cines de París de los años cincuenta, según lo testimonian los textos y biografías de Truffaut? ¿Y que Jean-Luc Godard dedicó su primer largo, A bout de souffle, a la Monogram Pictures, productora de filmes de género contemplados con fervor por seres poseídos por una aguda parafilia?
Al parecer desconoce también a Francis Lacassin, autor de Pour Une Contre Histoire Du Cinéma, una joya publicada en 1972 por la editorial francesa 10/18, donde recopila ensayos que establecen la genealogía del « mal gusto » fílmico a lo largo de la historia, examinada con una cultura y erudición impresionantes. Pero, sobre todo, con pasión de cinéfilo.
¿Y habrá escuchado hablar de Luis Gasca, uno de los pilares de la revista española Terror Fantastic, publicada hace más de treinta años, a comienzos de los años setenta, en pleno régimen de Franco, y autor de varios libros sobre el tema? ¿O de la revista francesa Midi-Minuit Fantastique, fundada en 1962, dedicada al culto de lo marginal y lo extraño (le bizarre), con Michel Caen y Jean-Claude Romer como sacerdotes de lo macabro y el editor Eric Losfeld fungiendo de sumo pontífice de lo más extravagante?
¿Y sabrá de Robin Wood, uno de los críticos de cine más importantes e influyentes? Wood, junto a sus textos sobre Antonioni, Chabrol, Bergman, tiene ensayos brillantes sobre las modalidades del terror más oscuro y visceral en el cine norteamericano de los años sesenta y setenta.
¿Y conocerá Vértigo a Jonathan Rosenbaum y J. Hoberman, autores de Midnight Movies, un libro que da cuenta del fenómeno del trash difundiéndose por salas universitarias y alternativasen los setenta?
¿Y a Todd MacCarthy, autor de Kings of the B’s, que encuadra, define y conversa con muchos directores de las películas más despreciadas del cine norteamericano?
¿Y entre nosotros, en el Perú, qué? A revisar la colección de la revista Hablemos de cine. Allí se encuentra la apología del cine italiano de forzudos (en críticas de Juan M. Bullitta que datan de 1965), el interés por las Grindhouse de Gordon Hessler (valoradas por Isaac León Frías en los setenta), o los primeros abordajes críticos a películas que parecían mugrosas entonces, en los setenta, pero que ahora se ven con otras perspectivas.
Recuerdo haber escrito con entusiasmo sobre Parásitos mortales (junto a los primeros Carpenter y Romero), luego de verla en su estreno casi clandestino en el cine Venecia, y muchos años antes de que Cronenberg sea el autor que ahora es.
Le concedo la razón a Vertigo en algo: fue un interés minoritario, en círculos de aficionados recalcitrantes formados en una concepción del cine como arte popular y en el que no cabe hacer diferencias entre cine de «arriba» y de « abajo ». Y en una apreciación del cine como escritura y puesta en escena, donde los «Grandes Temas» son lo de menos.
Labels: cinefilia
7 Comments:
At 12:00 PM, Anonymous said…
La editorial 10/18 (para el pobre peruano que no puede viajar a Paris) es sobre todo una editorial de libros de bolsillo. No es para nada una referencia editorial. Pra nada. Y Uds. oh amos de la crítica ¿que nunca han leído la revista Fangoria? Osea, Lacassin escribe y yo como huevón me creo todo lo que escribe?(ah pues, es francés!! Oh lalá) Uno va al cine, y a veces nó, debido a su estéril trabajo de vago non-reconu, merde au cul! Pour qui tu te prends espèce de cretin? Oui, toi, critique, mon oeil mon tit gars! Mais c'est ton boulot et tu doit manger aussi plus ou autant que nous tous ¿A-tu vu le film documental de Maria de Medeiros sur le critiques de cinema? Putain, tu va recevoir ton medic mon titi gars, plein dans le cul!!!!
At 6:35 PM, Anonymous said…
El anónimo afrancesado dice que 10/18 es una editorial de libros de bolsillo y por eso no puede ser una referencia bibliográfica. Además de afrancesado es despistado. ¿Dónde quería que publiquen un libro sobre un tema como ese? En Gallimard o por la Academia Francesa. Es el problema de hablar cualquier boludez sin conocer un tema (un libro en este caso) ni por el forro.
At 10:31 PM, Anonymous said…
Who cares?
At 5:18 PM, Anonymous said…
Despues de leerle estos tres comentarios me han dado ganas de conocer mas sobre esa clase de cine. Quiero poner aqui un ejemplo que me sucedio cuando vi por vez primera una pelicula de Godard ( "Al final de la escapada " )
Fui a verla sólo por q decian que era una de las grandes influencias de Tarantino. Ese tipo de criticas me ayudaron a encontrar a un gran DIRECTOR.
El blog tambien es como las peliculas blaxpotation o el cine trash
encuentras joyas en medio de muchas cosas inservibles .
At 6:44 PM, Anonymous said…
Existen en Francia un sin número de editorailes dedicadas única y exclusivamente al cine en general, en la FNAC de Paris puedes encontrar todo un "rayon" sólo de libros de cine, mas o menos unos 250, todos con temática cinematográfica diferentes. Jamás encontrarán allí una del 10/18.
At 8:18 PM, Anonymous said…
Este anónimo se la da de muy conocedor pero ignora lo esencial. Este no saliò de la Plaza Francia.
Mira aquì la importancia y la variedad de publicaciones de la editorial 10/18, de Christian Bourgois
http://www.10-18.fr/
At 10:31 PM, Marco Ouch said…
Hola, me gustan mucho sus posteos y queria dejar mi huella en su blog, y pedirles que se pasen por el mio
sinik-bizarro.blogspot.com
tambien les dejo my space
http://www.myspace.com/sinikk
recien comienzo, pero me gustaria que se den una vuelta!
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