LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Tuesday, September 16, 2008

A PROPÓSITO DE ANGEL-A (2005), DE LUC BESSON

Coincidencia de la vida. En este caso fueron dos: París y André.

Hace varios años atrás, París, esa fascinante ciudad, recorría mis ojos, su brillante cielo iluminaba mi cabeza y mis pensamientos viajaban a mil por hora. De pronto, Luc Besson salta a la cartelera nuevamente con Angel-A. Y dentro de esta historia de ficción, un personaje impresionante: París, con sus secundarios: André y Angela.

Todos dirán que estoy loco o que mis opiniones no concuerdan con la realidad, pero para mí, París tiene el papel principal. Y con esas consideraciones, me referiré a ella en primer lugar:

Eiffel. Cómo no recordar en las postales de amor a la Torre Eiffel. Aquella pieza de 300 metros de altura desde la cual se puede observar sin dificultad (a menos que la visites en invierno como lo hice yo por mi mala suerte) la gran Ciudad Luz, con su Sena serpenteando y sus barcos restaurantes. Desde lo alto, encontramos a André suspendido en el aire, rogando que lo dejaran vivir. Este personaje, de origen marroquí, imploraba al cielo que le den otra oportunidad, y es que meterse con la mafia no es bueno ni acá ni en París. Los matones le dan otra oportunidad. Continuemos.

Puentes. Un puente. Dos puentes. 37 puentes en París que cruzan el Sena. Sobre alguno de ellos pasé en auto. Cómo imaginar que Besson filmaría muchos años después: Angel-A. En la cual André y Angela conversarían sobre infinidad de cosas. Sobre el amor. Sobre declaraciones de amor. Cómo un hombre puede declarar su amor a un ángel convenciéndonos de que puede ser verdad. ¿Nos convenció? Quién no quisiera enamorarse de un ángel. ¿Existen los ángeles y nosotros no lo sabemos? Quizás sí, quizás no. Eso no importa, lo que importa es el amor. El amor que promulgaba André como si fuese ley, ley de algún ser supremo. Entonces, creo que valió la pena pasar por algún puente en París, el amor estuvo allí, esperando a que alguien lo filmara para el mundo. Y, ¡por qué no!

Cafés. Un café o quizás dos. Ya no recuerdo a cuántos fui. Sólo recuerdo que eran serios, para gente mayor, para personas que reflexionan de la vida, para André y Angela, para adictos a la intuición mental y sicológica. Pero no toman café, toman vino. Vino siempre tomé. Todos toman vino. El vino es bueno para el corazón. El lugar es bueno para la mente. Para sentarse y conversar y confesarse. Tal y como lo hizo Angela con André. André no lo pudo creer. Y de pronto el cenicero voló. Se levantó de la mesa. El cigarrillo apareció de nuevo. Llora. Lloro. Todos lloramos. Y es que cuando uno se da cuenta que estaba equivocado se arrepiente y se siente mal. Todos nos equivocamos. André es buena persona y comprende. Angela es un ángel. Todos los ángeles comprenden, ¿por qué no? Y todo se vuelve más claro. Todo se convierte en algo blanco, brillante, como la impecable fotografía en blanco y negro que no nos deja salir de contexto y nos encierra en un mundo solitario, con Andréses y Angelas y matones y Parises y franceses.

Entonces, ¿cuándo empezó la película? No recuerdo muy bien, sólo recuerdo a un París exuberante, tranquilo y perfecto, como siempre lo fue. ¿La película? Sí, estuvo bien, un poco romántica, un poco imperfecta, un poco de todo. Angel-A tiene historia, una increíble, pero lo que mejor tiene, es un vestido de gala llamado París.

Y la otra coincidencia: André. Mi buen amigo francés que vive en Le Puy en Velay, un nombre largo para una ciudad tan linda.

Paco Pulido Spelucin

La Cinefilia No Es Patriota

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