"No conozco a los clásicos del cine"
FELLINI POR FELLINI (Cont.)
Cuando acabo una película lo único que quiero es huir
Me gusta la vida. Me aburren los intelectuales o esas gentes que se dicen intelectuales. Intentan dar un nombre exacto a todas las cosas. “Una buena mujer”. “Una mala mujer”. Y no son verdaderos intelectuales. En la primitiva acepción de la palabra, un intelectual era una persona que tenía inteligencia. Pero los que ahora se dicen intelectuales han empezado a interesarse por el cine. Quieren dar un nombre exacto a mis ideas. No creo que un artista tenga o necesite tener ideas precisas. Lo que dice fuera de su trabajo no significa nada. Es un conjunto de estupideces. No quiero tener una idea fija de la vida. Lo único que quiero saber es: ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué es mi vida? Fuera de mi trabajo no estoy seguro de nada. Cuando más viejo me hago, menos sé. No sigo un método determinado de trabajo o de vida. Simplemente vivo. Simplemente hago cosas.
Nunca voy al cine
Pero si lo hago, sólo me interesa la historia. Nunca presto atención a los movimientos de cámara, ni a los primeros planos ni a los travellings. No conozco a los clásicos del cine –no debería decir esto-. De niño iba al cine por el ambiente: me gustaba el ruido, el olor de pis de los otros niños, la salida de socorro y cuando la gente salía a la calle, esos hombres y mujeres aturdidos por el espectáculo y sorprendidos por el frío, ese ambiente de fin del mundo, de desastre, de saqueo.
Siempre hace falta un pretexto para marcharse de viaje
También se necesita un pretexto para comenzar una película. Un creador siempre necesita pretextos. Habría casi obligar a los creadores a crear. Sería bueno un organismo estatal que obligase a los artistas a trabajar sin descanso de la mañana a la noche.
Mentiría si dijese que el éxito me trae sin cuidado
El fracaso produce un sentimiento de soledad, y esto no es divertido. Sin embargo, no me importa si algo de lo que he hecho no gusta. Lo que más me entristece es la admiración ilimitada de alguien que te alaba por motivos falsos. Debe ser muy bonito ser aplaudido todas las noches: este es el motivo por el que los payasos envejecen tan bien, llegan a ancianos. Las aclamaciones cotidianas son nutritivas.
Por otra parte, el éxito y la vanidad son una lepra que debilita, que hace envejecer prematuramente. La serenidad sobreviene muy pronto en el mundo del cine. Dejemos aparte a Dreyer que ha vivido como un monje o a Chaplin que hace circo. Generalmente los directores de cine no duran más de diez, quince, veinte años como máximo. Ayer hicieron una película maravillosa, hoy están totalmente chochos.
¿Qué quiere decir cristiano?
Si usted entiende por cristiano una actitud de amor hacia su prójimo, me parece que… sí, todas mis películas están centradas en esta idea. Existe una tentativa de contar un mundo sin amor, unos personajes llenos de egoísmo, unas personas que explotan a otras y, en medio de este panorama tan sangriento, siempre hay, y especialmente en las películas de Giulietta, un pequeño ser que quiere dar amor y que vive para él. Me parece que incluso La dolce vita podría definirse así…
Hay un sacerdote que ha encontrado una definición bastante acertada: “¡Cuando el silencio de Dios desciende sobre los hombres!” Dejando a un lado el carácter bíblico y solemne de esta definición, creo que, en el fondo, La dolce vita podría considerarse de este modo. Existe en efecto el silencio de Dios, falta el amor. Hablan todo el tiempo de él, pero es un amor árido, incapaz de darse. Así pues, incluso La dolce vita es una película profundamente cristiana.
Federico Fellini
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