KANT CON LYNCH, POR ZIZEK. CUARTA PARTE. EPÍLOGO.
En el nivel del habla, quizá la mejor ilustración de esta fisura sea la escena de Duna (Dune), otra película de Lynch, en la cual, en su confrontación con el emperador, el representante del sindicato espacial emite un murmullo ininteligible, que solo al pasar por un micrófono se convierte en lenguaje articulado: en términos lacanianos, solo se convierte en lenguaje articulado cuando lo vehiculiza el Otro. También en Twin Peaks el enano del Pabellón Rojo habla un inglés incomprensible, distorsionado, que solo se vuelve inteligible con la ayuda de los subtítulos, que en este caso asumen el papel del micrófono, es decir, de la vehiculización por el Otro... En ambos casos, Lynch revela la fisura que separa por siempre la protohabla preontológica, ese “murmullo de lo Real”, respecto del logos plenamente constituido.
Esto nos conduce al rasgo fundamental de la ontología materialista dialéctica: la brecha mínima, la dilación que separa por siempre un acontecimiento “en sí” respecto de su inscripción/registro simbólicos; esta brecha, en sus diferentes formas, puede discernirse en todas una gama de ejemplos, que van desde la física cuántica (según la cual un acontecimiento “se convierte en sí mismo”, se actualiza plenamente, cuando lo registra el ambiente, es decir, en el momento en que su ambiente “toma nota” de él) hasta el procedimiento de la “doble reacción” en las comedias clásicas de Hollywood (la víctima de un fraude o de un accidente primero percibe con una calma total, incluso con ironía, sin advertir las consecuencias, un acontecimiento o palabras que para él significan la catástrofe; después, al cabo de un lapso mínimo, de pronto se estremece o petrifica, como el padre que, al enterarse de que está embarazadas su hija inocente y soltera, primero dice tranquilamente “¿Y cuál es el problema?”, pero al cabo de un par de segundos palidece y empieza a gritar…)
En el lenguaje de Hegel, esta es la brecha mínima entre el “en sí” y el “para sí”; Derrida lo describe a propósito del concepto de “regalo”: mientras un regalo no es reconocido, ya no es un puro regalo, puesto que ha entrado en el circuito del intercambio. Otro caso ejemplar sería la tensión en una relación amorosa que se inicia: todos conocemos el encanto de la situación inmediatamente antes de que se rompa el silencio mágico; los dos miembros de la pareja están ya seguros de su atracción recíproca, hay una tensión erótica en el aire, la situación parece preñada de significado, parece precipitarse hacia la palabra, aguardar la palabra, buscar la palabra que le pondrá nombre, pero en cuanto esa palabra se pronuncia, nunca es plenamente adecuada, tiene inevitablemente un efecto de decepción, el encanto desaparece, todo nacimiento del significado es un aborto…
Derrida
Esta paradoja apunta a un rasgo clave del materialismo dialéctico, claramente perceptible en la teoría del caos y la física cuántica (y que tal vez defina lo que llamamos “posmodernismo”): un enfoque superficial e ignorante de los detalles revela (o incluso genera) los rasgos que no puede poner de manifiesto un examen detallado, demasiado atento. Como se sabe, la teoría del caos debe su origen a la imperfección de los aparatos de medición: cuando los mismos datos repetidamente procesados por el mismo programa de computadora, llevaron a resultados radicalmente distintos, los científicos tomaron conciencia de que una diferencia en los datos demasiado pequeña para que se la advirtiera podía dar origen a una diferencia rabelesiana en el resultado final… La misma paradoja opera en el fundamento mismo de la física cuántica: la distancia respecto de la cosa misma (la imprecisión constitutiva de nuestras mediciones, es decir, la barrera de la “complementariedad” que nos impide realizar simultáneamente mediciones distintas) forma parte de la “cosa”, y no es solo un defecto epistemológico; para que aparezca (lo que percibimos como) “la realidad”, algunos de sus rasgos tienen que quedar sin especificarse.
La brecha entre el nivel de las potencialidades cuánticas y el momento del registro que les confiere actualidad, ¿no es en cierto sentido homóloga a la lógica de la “doble reacción”, a la brecha entre el acontecimiento (un padre que se entera de que su hija está embarazada) y su registro simbólico (el momento en que el proceso es registrado, “aparece para sí mismo”)? En este caso tiene una importancia crucial la diferencia entre la concepción materialista dialéctica del “registro simbólico” (“después del hecho”, el registro simbólico le confiere actualidad al hecho del que se trata) y la ecuación idealista ese = percipi: el pacto de registro (simbólico), la “segunda reacción”, siempre se produce al cabo de una dilación mínima y sigue siendo incompleto, superficial; una brecha lo separa por siempre del “en sí” del proceso registrado, pero precisamente como tal forma parte “de la cosa misma”, como si “la cosa” solo pudiera realizar plenamente su estatuto ontológico por medio de una dilación mínima con respecto a sí misma.
La paradoja reside entonces en que la “falsa” apariencia está comprendida dentro de la “cosa misma”. E, incidentalmente, en esto consiste la “unidad dialéctica de la esencia y la apariencia”, totalmente pasada por alto por las trivialidades de manual acerca de cómo “debe aparecer la esencia”, etcétera: la “visión aproximada desde lejos”, que ignora los detalles y se limita a la “mera apariencia”, está más cerca de “la esencia” que una mirada próxima, la “esencia” de una cosa se constituye paradójicamente mediante la remoción de la apariencia “falsa” de lo Real en su inmediatez.[9] Tenemos entonces tres elementos, y no solo la esencia y su aparecer: primero está la realidad; en su seno, la interfaz-pantalla de las apariencias; finalmente, sobre esta pantalla aparece “la esencia”. El quid está entonces en que la apariencia es literalmente el aparecer/emerger de la esencia, es decir, el único lugar que puede habitar la esencia. La reducción idealista convencional de la realidad como tal, en su totalidad, a la mera apariencia de alguna esencia oculta, resulta insuficiente: dentro del dominio de la realidad misma hay que trazar una línea que separe la realidad “en bruto” respecto de la pantalla a través de la cual aparece la esencia de la realidad, de modo que, si eliminamos esta ámbito de la apariencia, perdemos “la esencia” misma que aparece en él…
[9] Lo mismo puede decirse de la ley kantiana: si uno se acerca demasiado a ella, su grandeza sublime se convierte de pronto en un abismo horroroso que amenaza con tragarse al sujeto.
La Cinefilia No Es Patriota
Primera Parte:
http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2008/12/kant-con-lynch-primera-parte-prlogo.html
Segunda Parte:
http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2008/12/kant-con-lynch-por-zizek-segunda-parte.html
Tercera Parte:
http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2008/12/kant-con-lynch-por-zizek-tercera-parte.html
3 Comments:
At 3:50 PM, Anonymous said…
Que buen artículo Mario, ojalá y sigas así siempre, con buenos artículos y siempre seas así de sarcástico. Buena suerte en godard!.
Abrazos.
At 9:33 AM, Anonymous said…
dicen que la primera foto es de alberto angulo ¿es cierto?
At 12:14 PM, Anonymous said…
Una consulta,... no tienen la critica a La casa embrujada de Juliaca? por favor... seria buen k tambien comenten pelis de Juliaca y Puno.
Atte Joseph Lora
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