LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Friday, March 21, 2008

CUANDO DERRAMAR LA SANGRE DEL PRÓJIMO ES EL PAN DE CADA DÍA




Más sobre Redacted, de Brian DePalma. Y sobre El destno de Nunik, de los Taviani




Sangre leída, sangre vista


Dos películas que narran tragedias de nuestro tiempo, como 'Redacted' acerca de Irak y 'El destino de Nunik' sobre el genocidio armenio, actualizan el dilema inagotable entre la verdad de la imagen y la palabra.
Fui a ver la última película de Brian De Palma, Redacted, y me sorprendió ver que trataba del mismo tema que un artículo que publiqué en este diario hace año y medio con el título de El chicle del capitán Gulp: los hechos que rodearon la violación y el asesinato de Abir Kasim Hamza al Yanabi, una muchacha de 14 años, por parte de unos soldados norteamericanos de Mahmudiya, 30 kilómetros al sur de Bagdad.
En aquel momento escribí el artículo porque me daba la impresión que las informaciones periodísticas y televisivas sobre el trágico suceso eran tan fragmentarias y desordenadas que perdían eficacia al llegar al público. En consecuencia, basándose en las noticias, traté de ordenar la secuencia de los acontecimientos de aquel 8 de agosto de 2006. Según un curso inverso: empecé por el final, cuando los asesinos, tras cometer el crimen, estaban asando alitas de pollo para comer, y me remonté al principio, con los soldados alrededor de una mesa bebiendo whisky y jugando a los naipes mientras, según confesiones posteriores, surgía "la idea de ir a una casa iraquí, violar a una mujer y matar a su familia". Entre el final y el principio la idea se llevaba a la realidad con el correspondiente botín: los cadáveres de Abir Kasim y de sus familiares, incluida su hermana pequeña de seis años.
Con este procedimiento quería recoger para el lector lo que a mí me parecía el argumento esencial de éste y otros hechos similares: la imagen del horror situada entre dos imágenes de trivialidad cotidiana. Jugar a los naipes, beber, alardear, ir de caza humana para romper la monotonía, violar, asesinar, quemar y acabar la noche comiendo alitas de pollo. El título aludía a la despreocupación de los acusados durante la causa que se instruyó una vez que los hechos no pudieron encubrirse más y a la tranquilidad irrespetuosa de su defensor, el capitán Jimmie Culp, que estuvo haciendo globitos con su chicle mientras el médico forense describía el estado en el que quedó el cuerpo de Abir Kasim Hamza al Yanabi.

La película de Brian De Palma, un director al que los críticos siempre califican de irregular pero con obras importantes, es sincera y dura; tal vez por esto ha permanecido tan poco en las salas. Aunque no se disimula en absoluto que la materia prima de la película son los sucesos de Mahmudiya se escenifica una trama de ficción, seguramente imprescindible para evitar querellas y problemas legales. Así la representación que propone Brian De Palma, de manera opuesta a la de mi artículo, sigue milimétricamente el orden natural de lo ocurrido aquel funesto 8 de agosto de 2006.

Es una película dura, durísima, pero no morbosa. No hay una violencia obscena en ella. En lugar de recrearse en la violación y muerte, el recurso siniestro más fácil, Brian De Palma prefiere destacar la atmósfera moral que respiran los soldados que son llamados a convertirse en asesinos. Aquella familiaridad entre lo trivial y lo horroroso, que permite que unos hombres jueguen a cartas, violen, maten y coman pollo en el transcurso de un par de horas, se refleja de modo particularmente impactante en la película.

Creo, a este respecto, que es un acierto el tipo de construcción visual ofrecido por el director a los espectadores: una suerte de película dentro de la película, en el que los protagonistas, los soldados que se preparan más o menos inconscientemente para matar, se graban a sí mismos en el curso de esta cotidianeidad vulgar y aburrida que acabará en catástrofe. Unos jóvenes alejados de su medio habitual, desconocedores del país en el que se encuentran, violentados por la instrucción militar son, de acuerdo a lo que muestra Redacted, los mejores candidatos a transformarse en una jauría humana que antes o después necesita sangre.

Lo que ocurre es que en la actualidad los perros de la guerra además de devorar a sus presas se complacen en grabar sus cacerías. Brian De Palma recrea esos documentos tenebrosos y narcisistas, cada vez más frecuentes en todos los conflictos, en los que se busca un coleccionismo de la brutalidad. Cámara en mano lo horroroso parece transformarse en trivial si bien lo cierto -como demuestra Redacted- es que lo trivial se ha transformado en doblemente horroroso.

Con todo no estoy seguro, pese a los tópicos de nuestra época, que esta intimidad entre la trivialidad y el horror, el fundamento de las peores violencias, sea aclarada con mayor verdad por la imagen que por la palabra. Tras ver la película de Brian de Palma no sé si conozco mejor lo que sucedió aquel 8 de agosto de 2006 en Mahmudiya o, por el contrario, llegué más lejos, al menos para mí mismo, al ordenar por escrito las informaciones que circulaban por los medios de comunicación sobre aquel suceso.


Otra película reciente me ha suscitado de nuevo este dilema inagotable sobre la verdad de la imagen y de la palabra, un dilema que, de otra parte, no tenemos por qué resolver ya que contribuye a tensar las cuerdas de nuestra imaginación. Se trata de la conmovedora El destino de Nunik de los hermanos Taviani basada libremente en La casa de las alondras, una novela que afronta con crudeza y lirismo el drama del genocidio armenio a principios del siglo XX.

Aunque de factura completamente diversa a la de Brian De Palma la película de los hermanos Taviani también se adentra en los mecanismos por los que se llega a favorecer una atmósfera irrespirable que conduce inevitablemente al crimen. Sólo que en este caso los criminales, a diferencia de los soldados norteamericanos arrastrados a una lejanía desconcertante, son los soldados turcos inmersos en la proximidad de una convivencia secular con los armenios, rota de pronto por el estallido de la locura ideológica y asesina.

El destino de Nunik es oportuna porque un puñado de otras películas, no demasiadas, y algunas obras literarias rescatan el tabú incomprensible del genocidio armenio perpetrado por las tropas turcas. ¿Cómo puede ser posible, y menos aceptable, que un crimen de tal naturaleza, probado y comprobado, causante de más de un millón de víctimas, sea todavía hoy, casi un siglo después, tan desconocido, tan poco merecedor de resonancia pública, tan disimulado por la mayoría de los países europeos?

Tal como recuerda, una vez más, la película de los hermanos Taviani, el genocidio armenio es el precedente directo del genocidio judío provocado por el régimen nacionalsocialista. En este sentido no sólo fue monstruoso por la cantidad de víctimas causada sino porque se enarbolaron ideas y justificaciones que lo hacen aparecer como un ensayo general de lo que luego sucedería en Alemania: el odio racial, la superioridad mental, la perfección étnica. Alemania ha purgado su responsabilidad en la Segunda Guerra Mundial. La Turquía moderna sólo podrá ser enteramente respetada si afronta con justicia este capítulo negro de su pasado reciente y pide perdón a los nietos de sus víctimas armenias. Bastaría con que los representantes de este gran país proclamaran: "Es verdad. Sucedió". Hubiera sido de desear que el presidente Zapatero hubiese aprovechado la reciente visita del presidente Erdogan para llevarle al cine a ver El destino de Nunik. La alianza de civilizaciones empieza por aquí.


RAFAEL ARGULLOL 20/01/2008 (Diario El País)


La Cinefilia No Es Patriota

1 Comments:

  • At 10:02 AM, Anonymous Anonymous said…

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