LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Wednesday, March 19, 2008

ESPECIAL: CLOUZOT

El suspenso; ese estado de expectación ante lo que va a suceder y que puede hacer que nuestra respiración se acelere, conoce en el cine pocos maestros. Henri-Georges Clouzot, fue uno de ellos y supo ganarse ese sitial con historias construidas para llevar nuestras emociones al límite.
El maestro nació en Niort, departamento de Deux-Sevres al Oeste de Francia, un 20 de noviembre de 1907. Al terminar sus estudios de secundaria, se manifiesta como un joven de múltiples intereses, como las ciencias matemáticas, el Derecho y una carrera en la Marina de su país, llegando incluso a prepararse para el ingreso a esta última; sin embargo no lo logra por sufrir de miopía. Posteriormente, ejerce la crítica cinematográfica en L’Opinion, y a los veintinueve años se convierte en asistente de dirección de Anatole Litvak y E. A. Dupont, para luego desempeñarse como guionista en diversas películas.
El enfermarse de tuberculosis y otras circunstancias personales lo alejan del cine durante varios años en los cuales consolida sus ideas y expectativas como realizador, las mismas que desarrollaría entre los años 1942 y 1968 con filmes que se caracterizarían por una precisión en el trabajo del suspenso y la puesta en escena. Echemos un vistazo entonces, a los títulos más representativos de este gran director.



Le Corbeau (El Cuervo, 1943)
Una tranquila comunidad del interior de Francia, pierde la calma cuando muchos de sus habitantes empiezan a recibir extrañas misivas anónimas en las que se revelan sus secretos y que sólo son firmadas por alguien que se hace llamar “El Cuervo”. ¿Quién es este ser que parece saberlo todo de todos?
“El Cuervo” es quizás uno de los retratos más sórdidos que se hayan realizado acerca de la vida en provincia, la mayoría de veces relacionada con la figura de un ambiente grato y repleto de paisajes idílicos donde aparentemente nada malo puede ocurrir. Clouzot rebate por completo ese arquetipo, mostrándonos a un pueblo en el que hasta los niños tienen tantos secretos y culpas que cualquier asomo de verdad puede dar inicio al pánico colectivo y la sospecha mutua, situación que deviene incluso en suicidios.
El carácter de omnipresencia y omnisciencia del autor de las cartas, lo hace semejante a un dios, por lo que se puede interpretar la paranoia del pueblo como un temor al castigo divino del que será imposible escapar a menos que se expíe la culpa de quien atrajo esa mala fortuna, en una suerte de pasaje bíblico.
Existe un diálogo sostenido entre los protagonistas acerca del bien y el mal, que resulta antológico: “¿Crees que hay gente que es sólo buena o sólo mala? ¿Piensas que lo bueno representa la luz y lo malo la oscuridad? Pero, ¿Cuándo acaba la noche y empieza el día? ¿Dónde está la frontera? ¿Puedes tú afirmar con completa seguridad en qué lado te encuentras?”.
Esas líneas además de definir el carácter amoral de la cinta y que constituiría un elemento recurrente en la obra del director, también dejaban entrever el clima de un país herido por la ocupación alemana, en la que los valores se encontraban trastocados. Por ello, Clouzot luego de la liberación fue tachado de colaboracionista con el régimen nazi, lo que generó que se le suspendiera en el ejercicio del cine por un espacio de dos años, hasta que retomó su carrera en 1947.


Quai des Orfèvres (En legítima defensa, 1947)

Una desinhibida y ambiciosa cantante de music-hall es el tormento de su marido quien no puede soportar los celos que le produce su actitud. Una noche sospechando que la mujer lo engaña, decide asesinarla junto a su supuesto amante, dirigiéndose a casa de éste. No obstante, una vez allí, sólo encuentra al hombre que yace muerto tendido en el piso de la sala.

Basada en una novela del escritor Stanislas A. Steeman, “En legítima defensa”, es una muestra del más puro film noir con elementos bastante reconocibles: Una mujer que despierta todos los ánimos sensuales; la pesadilla fatalista que persigue al hombre que llegó en el momento menos indicado, expuesto a un azar que lo puede condenar por ser un perdedor. Y es que para el cine negro esta condición de perdedor generalmente no da ninguna tregua. Se puede planificar muy bien un crimen, pero siempre surgirá algo inesperado que cambie el curso del protagonista y que hará que se convierta en víctima de su mala fortuna.

Sin embargo, esta película no sólo aborda los tópicos usuales de esta clase de cine, sino que agrega elementos que la hacen aún más intensa. El director puso en el tapete un tema tan controvertido para la época como la homosexualidad femenina, tratándolo con una mirada abierta, sin ánimo de emitir ningún juicio moral o aleccionador, marcando una clara diferencia con los realizadores de Hollywood que por las limitaciones establecidas en el Código Hays, no construían historias o personajes que no pudieran pasar el filtro de la censura. El Festival de Venecia de 1947, supo reconocer el talento de Clouzot, otorgándole el León de Oro a la mejor dirección, hecho que significó su retorno por todo lo alto, luego de la suspensión sufrida tras la realización de “El Cuervo”.


La Salaire de la Peur (El Salario del Miedo, 1953)

“El Salario del Miedo” es una de las películas donde más se puede apreciar el talento de Clouzot para mantener al espectador en vilo. El suspenso nunca se manejó mejor que en este filme, que además tiene un tono social de denuncia y de reflexión acerca de la lucha por la supervivencia y su aparente inutilidad.

En “Las Piedras”, un pueblito de algún país latinoamericano, se encuentran varados por diferentes circunstancias, muchos extranjeros que están desesperados por emprender el viaje de regreso; sin embargo no tienen dinero y la situación se hace cada vez más insoportable. Inesperadamente, se presenta una oportunidad: La Compañía Norteamericana Southern Oil Company ha sufrido un incendio en uno de sus pozos de petróleo y necesitan cuatro voluntarios para conducir dos camiones conteniendo toneladas de nitroglicerina con las cuales pretenden acabar con el siniestro. Si llegan a su destino se les pagará dos mil dólares a cada uno. Algunos aceptan emprender esta aventura casi suicida. ¿Lograrán culminar la travesía y así conseguir el ansiado dinero?

La historia se divide en dos partes claramente diferenciadas. La primera, en la que se nos presenta al pueblo y sus habitantes, incluyendo a estos extranjeros que sin dinero sólo esperan que algo suceda para escapar de ese calor infernal, de ese espacio en el que dan vueltas sobre la nada y en el que no se reconocen, a pesar de haberse mimetizado con el paisaje como un elemento más en esa fauna sórdida.

En esas circunstancias, los que se imponen son aquellos que se caracterizan por su indiferencia y prepotencia sólo cuando les es conveniente. El francés Mario (Yves Montand) es quien ocupa ese lugar de hombre que no se quiebra en el ambiente hostil, hasta que llega el viejo Jo (Charles Vanel) con su actitud aún más déspota y maneras de jefe de banda, pero con el que forma una amistad extraña - pues en un inicio más parece una relación vertical - basada supuestamente en la confianza mutua que les da tener el mismo origen.

Serán ellos que acompañados por el alegre Luigi (Folco Lulli) y el reservado Bimba (Peter Van Eyck), aceptarán el reto a pesar de su futuro incierto, pues no se resignan a quedarse estancados en ese infierno que es “Las Piedras” decidiendo probar una vez más, como si fuera la del estribo, esa suerte que siempre les fue esquiva.

“No sólo nos pagan por conducir, también nos pagan por pasar miedo”, comenta uno de los protagonistas, acentuando la crítica social que se plantea en toda la película, empezando por el pueblo miserable del que parten los aventureros contratados por una compañía que se aprovecha de la desesperación de los hombres para salvaguardar un pozo de petróleo y a la que no le importa enviarlos sin las mínimas condiciones de seguridad, mostrando así que la prioridad de este tipo de empresas es el interés económico antes que la vida de sus trabajadores..

La segunda parte se desarrolla como una road-movie de acción que es puro suspenso y adrenalina. A la carga maldita envasada en latas comunes y los destartalados camiones que conducen, se les suma el mal estado de la carretera (que más parece trocha) y la accidentada geografía que tienen que recorrer. Clouzot logra transmitir al espectador la sensación de peligro que aguarda a los personajes en cada minuto que transcurre, pues la nitroglicerina es impredecible y todo puede acabar doblando la siguiente curva o simplemente en el próximo metro, haciendo del viaje una verdadera odisea en la que la supervivencia no es una hazaña, sino sólo un golpe de fortuna, incluso para el más fuerte. No obstante, ¿cuánta puede ser la suerte de un perdedor? En 1953, el filme se hizo merecedor a dos galardones: La Palma de Oro en el Festival de Cannes y El Oso de Oro en el Festival de Berlín.


Les Diaboliques (Las Diabólicas, 1955)

Una mujer corre aterrada por un oscuro pasillo, creyendo sentir la presencia de su esposo muerto. Abre la puerta de su habitación y se encierra en el baño para recuperarse del susto, no obstante, se acaba de percatar de algo: su marido yace en la bañera llena de agua, luciendo igual al día en que lo asesinó.

Memorable escena de “Las Diabólicas”, que tal vez sea la película más recordada del autor que nos ocupa por sus acentuados tintes truculentos y por el giro final que toma, dejando una sensación desconcertante y escalofriante a la vez.

Concebida como un thriller psicológico, este filme trata con bastante acierto el sentimiento de culpa presente en aquellos concientes de la dimensión del crimen cometido, temerosos del castigo que les espera. El director se divierte manejando malévolamente como títeres a la protagonista (Vera Clouzot) y a los espectadores que sufrimos con ella - una pobre enferma del corazón - los sobresaltos que vive después de participar, junto a la amante de su marido, en el asesinato de éste.

Si bien la película nos engancha desde un principio por la extraña relación entre los personajes femeninos (la esposa y la amante del marido que sabiendo su condición viven en paz bajo el mismo techo), el suspenso va a un ritmo in crescendo desde la partida de las mujeres a Niort (hecho anecdótico que sea el lugar de nacimiento del director), donde se ha planeado que suceda el crimen. La tensión se desarrolla con la maestría y el pulso del realizador, experto en estos quehaceres, como lo demostrara con creces en su laureada “El Salario del Miedo”, sólo que en esta cinta la culpa puede resultar tan explosiva y mortal como la nitroglicerina.

El director francés disfrutaba creando velos de duda sobre sus personajes, acerca de sus leif motive. En este caso, la estrecha relación entre las protagonistas y la dominación que ejerce una sobre la otra, nos hace pensar que existe algo más entre ellas que la simple solidaridad ante el hombre abusivo, a pesar que en todo el filme no se vea un contacto físico explícito que nos confirme el posible lesbianismo existente como un desencadenante inicial de la trama.

Alfred Hitchcock, ese otro genio del género, también tuvo la intención de adquirir los derechos de la novela homónima de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, sin embargo Clouzot se le había adelantado. Nunca sabremos como la hubiera realizado el buen Hitch, sólo conocemos que admiró el resultado conseguido por Clouzot en tanta medida que se dice habría realizado la famosa escena de la ducha en Psycho (Psicosis, 1960) con el afán de superar la filmada por el francés en el clímax de “Las Diabólicas”.


Le Mystère Picasso (El Misterio Picasso, 1956)

“Una obra de Picasso ejecutada delante de nuestros ojos es un milagro que bastaría para justificar la grandeza del cine” decía Francois Truffaut en su libro “Las Películas de mi Vida” y no es para menos. Con “El Misterio Picasso”, Clouzot nos permitió durante algo más de 60 minutos ser privilegiados testigos del proceso creativo de Pablo Picasso, uno de los pintores más importantes del siglo XX.

El director a través de la cámara intenta descifrar el misterio de la genialidad creativa del español que con su pincel parecieran ser uno solo, incansable, como una fuente inagotable de imágenes. Vemos como la pantalla en blanco se va transformando línea tras línea en maravilla. Los trazos que parecieran ser algo en un inicio, acaban como otra cosa totalmente diferente, pero aún más fantástico.

Este documental se filmó registrando el arte del pintor en telas semi transparentes, creando en la pantalla el efecto de lienzo en el que no vemos la mano de Picasso, solo la pintura que se va imprimiendo en ella, en todo momento acompañada con melodías de jazz y flamenco tan pasionales como el artista, que en total realizó para la película 20 obras de arte que destruyera en su mayoría luego del rodaje, añadiendo así un carácter mítico a la cinta.

En “El Misterio Picasso”, Clouzot tampoco pudo abandonar el suspenso. Hay un momento memorable en el que se le va diciendo al genio español que sólo le quedan unos segundos para terminar la pintura que estaba creando. Un primer plano de sus ojos nos muestra el disfrute y la tensión del artista a la par que vemos el tiempo correr. La película ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 1956 y años más tarde en 1984, el gobierno francés la declaró “tesoro nacional”, valorando la verdadera dimensión de esta joya del arte en general.

Leny Fernández

La Cinefilia No Es Patriota

1 Comments:

  • At 1:42 PM, Anonymous Anonymous said…

    Bravo por este post, cine!!!! en blanco y negro. Gracias. Pero prefiero Clouzot a Hitchcock, al menos no destruyó la carrera de una actriz por puro orgullo....Long Live Tippi

     

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