LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Sunday, January 27, 2008

ALGO QUE NO ES UNA POÉTICA, POR JENARO TALENS (+ EL POEMA DE LA SEMANA)

Jenaro Talens


Buscaba el ensayo de Talens, El ojo tachado, sobre Un Perro Andaluz. Mientras lo sigo no encontrando, me (los) dejo con otros dos textos de Talens, que acabo de disfrutar por primera vez. Me gustan, por su radical incertidumbre, y de momento me parece más poética la prosa. Aunque tal vez mañana opine lo contrario.


ALGO QUE NO ES UNA POÉTICA
Cuando, en ocasiones como la presente, se me ha pedido que hable de mi concepción de la literatura o la poesía, es decir, de "mi poética", me resulta difícil responder. En otro tiempo lo hice y, a veces, con extremada imprudencia y temeridad. Hoy soy más cauto, tal vez porque conozco los riesgos de que los demás conviertan en testimonio de claridad lo que no son sino balbuceos de quien, aunque siempre cree haber tenido claro lo que no quería hacer, no está muy seguro de poder explicar en positivo lo que reconoce y asume desde la negatividad.
Por ello, prefiero exponer, no tanto mi visión de lo que escribo, cuanto la conciencia con que quisiera colocarme en una determinada posición para hacerlo; en una palabra, hablar, no de los poemas, sino del lugar desde el que hablo (o pretendo hablar). Es así como entiendo el trabajo de reflexión teórica exigible a un escritor: un trabajo que no explique resultados sino que, por el contrario, describa mecanismos y dispositivos, buscando en el análisis del sistema relacional en que consiste todo discurso, dónde se sitúa el lugar que nos habla, sin necesariamente hablar de nosotros, en esa imposible intersección entre una subjetividad y una objetividad que nos configura sin que las controlemos, y de las que no nos podemos desprender.
Supongamos que hablo de la utilidad práctica de la poesía. Siempre me han sorprendido los escritores que están absolutamente seguros de lo que hacen. La voluntad con que acometen una empresa tan arriesgada y aleatoria como es el enfrentarse cion la página en blanco, a sabiendas, desde un principio, de lo que quieren decir, cómo y a quiénes, me parece admirable, pero, al mismo tiempo, incomprensible. Entiendo la alegría con que manifestaciones de ese tipo son acogidas entre los que Cernuda llamaba críticos de la poesía nuestra contemporánea.
No hay nada más reconfortante que un púlpito aderezado con citas de autoridad. Y la palabra segura de un poeta suele serlo, sobre todo cuando la crítica no se arriesga por el resbaladizo territorio de la interpretación, prefiriendo la simple expresión de juicios valorativos sólo avalados por el poder o el prestigio que corresponda a quien o quienes los formulan. Seguramente, más que una toma de posición teórica, sea sencillamente, una incapacidad mía para asumir tamaña ambición. En primer término, porque si alguna vez tengo algo claro respecto a algo, lo último que se me ocurre es ponerme a escribir. Mal o bien, prefiero vivir el tiempo que me toca a gastarlo en juntar unas palabras con otras. En segundo término, porque no creo que la poesía ocupe ningún lugar; o lo que es lo mismo, creo que su lugar es precisamente un no-lugar.
¿Por qué, pues, escribo? La única respuesta que se me ocurre es porque lo necesito. Algunos llaman a esa sensación con nombres diversos; yo la denomino con la única palabra que, en mi caso, le hace justicia: desconcierto. Escribo cuando el desasosiego no puede ser controlado por la razón y desconozco lo que ocurre, y con la única finalidad de descubrirlo. En efecto, analizando lo que digo, puedo intervenir en lo que hago y así resolver los problemas allí donde se producen, en la vida real, no en el espacio de la literatura. Nunca he confiado en el valor de ese intercambio de imágenes que constituye la farsa de la comunicación, ni he pretendido que alguien que no conozco me entienda. Si ni siquiera yo mismo puedo acceder a menudo a lo que siento, ¿cómo aspirar a que lo haga alguien del que me separan no sólo la distancia geográfica o cultural, sino incluso el irreductible muro de su alteridad?
Por lo demás, las historias que cada uno vive como trascendentes en su unicidad se parecen tanto todas entre sí que resultaría no sólo pretencioso sino ridículo pensar que el relato de la propia vida pueda tener algún interés para alguien. Sin embargo, la lectura de poemas firmados por otros nombres me han ayudado a entenderme (lo que no significa necesariamente que por ello yo comprendiera a quienes los escribieron) en la misma medida que los míos. Cuando eso ocurre no siento la necesidad de escribir; me basta con leer. Quizá no resulte pretencioso suponer que a otros les pueda ocurrirles otro tanto con los míos, y por eso los publico. Ahí radica, en mi opinión, la utilidad práctica de la poesía. Un poema nunca derribará un muro, pero sí puede hacer que alguien asuma como necesaria la tarea de intentarlo con sus propias manos. Un poema es un análisis en estado bruto, siempre racionalizable a posteriori, y, como tal, una propuesta para la acción. Le reste est bavardage.

(De Revista Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, 37, verano/1999).
LA PARADA DE LOS MONSTRUOS
He hecho los mayores esfuerzos por salir de la multitud y hacerme notar por alguna cualidad: ¿qué he hecho sino ofrecerme como un blanco y mostrar a la malevolencia dónde podía morderme?
Lucio Anneo Séneca

Cuánto rumor innecesario para una vida tan pequeña, dicen
como quien deja demasiados rastros tras de sí.
No es bueno, sin embargo, atender a las voces
de quienes exaltan el color del cielo
queriendo confundir su terror con el mío.
Las últimas palabras que no pronuncié
fueron tu nombre, aunque me referíaa un alba luminosa. Mírame, no temas:
no diré nunca nada de tu vida, ni
escribiré de lo que compartimos
si consigo evitarlo. La gente no se ocupa
de nuestro sufrimiento por exceso de amor, pero nosotros
tendremos al fin tiempo para dedicarnos
a tu cuerpo y el mío. Despliego el abanico de tu piel
entre mis manos como un mapa
y en él dibujo los itinerarios
que habrán de conducirme hasta la muerte. Ya
no hay ninguna razón para que envejezcamos
juntos, dicen los otros mientras nos contemplan
al borde del acantilado de su licuefacción. Escucho
cómo su voz conspira en lo visible. Dales
una migaja de tu oscuridad, no sexo
ni deterioro, ¿no
adviertes que tan sólo buscan
interpretar las huellas de nuestro silencio?, ¿que
el sonido no ofrece ya conocimiento, sino
incertidumbre y orfandad? Recuerdo la promesa:
un pájaro que sueña con el alba
vendrá a nosotros como sombra, en la
gris desembocadura de la noche, cuandonos despertemos juntos, carcomidos
por los murmullos de dos cuerpos libres
que nadie pudo reducir. Gocemos;
no hay nada que apacigüe tu temblor. Cuando después de la explosión, todo termine,
¿en qué punto o espacio crees que estarán? ¿quedarán ruinas?

(De Profundidad de campo, Madrid, Hiperión, 2001).
LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

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