CRÓNICA DEL MES: JUNIO
Estimado:
Termina el día del padre y la ciudad huele a parrillada con vino tinto. Por estos lares, te cuento, nadie, ni una buena almita de Dios ha tocado a mi puerta. Nadie me ha enviado tampoco una timbrada misia. Nobody / anybody. Ni siquiera el señor que vende escobas llamó a mi puerta. ¿Por qué? Elemental, mi querido Junior. Por un lado, no soy padre (de hecho, no soy padre por ningún lado). Por el otro, mi timbre no funciona. Lo que deprimiría a cualquiera, siempre termina animándome. Así que, listo. Nadie interrumpe y me hago un tiempo para escribirte.
Termina el día del padre y la ciudad huele a parrillada con vino tinto. Por estos lares, te cuento, nadie, ni una buena almita de Dios ha tocado a mi puerta. Nadie me ha enviado tampoco una timbrada misia. Nobody / anybody. Ni siquiera el señor que vende escobas llamó a mi puerta. ¿Por qué? Elemental, mi querido Junior. Por un lado, no soy padre (de hecho, no soy padre por ningún lado). Por el otro, mi timbre no funciona. Lo que deprimiría a cualquiera, siempre termina animándome. Así que, listo. Nadie interrumpe y me hago un tiempo para escribirte.
Estar haciendo entrevistas durante meses me ha dejado una tara enorme: empiezo cada conversación llenando de preguntas inútiles a mi acompañante. Esta vez paso. No es que no esté lleno de dudas. Quisiera saber desde hoy, por ejemplo, cómo te llamarás, en qué país nacerás, qué música te gustará. Sé que serás el rey de la casa y, con un poco de esfuerzo, de la cuadra, pero no sé si nacerás con ojeras y no tengo ni idea de cuántos corazones vas a romper. ¿Cuántas bicicletas tendrás? ¿Te gustará el fútbol? ¿Me saludarás siempre con un beso en el cachete? ¿En qué momento empezarás a desconfiar de mí? ¿Me sacarás dinero de la billetera sin que lo note?
Como ves, preguntas sobran. Al término de este fantasioso día espero tener alguna respuesta más o menos clara que pueda contribuir a la amable charla que nos espera cuando me apuntes con el arma de la insolencia y me preguntes, rabioso, por qué demonios te tuve que educar de esa manera. Verás…
No creas que por ganar algún diploma en el colegio te volverás el rey de la casa. Frena tu coche: para entonces, no habrá premio que tus pundonorosos padres no hayan ganado, así que por ese lado no te emociones mucho. Tu diploma por el primer puesto en un concurso de ortografía es un diploma, nada más, nada menos. Pero seguramente serás mejor que yo en otras cosas. Hablarás el francés mejor que yo. No olvidarás tan rápido todas las variantes ajedrecísticas de la apertura inglesa. No dejarás a la mitad las clases de piano, de escultura y de marinera norteña. Habrás visto más películas que yo, habrás leído más comics que yo, habrás hecho más amigos que yo. Y en tus ratos libres serás diagramador de sistemas computarizados que yo jamás entenderé (este blog te parecerá obsoleto, aunque te cuento que hoy mismo ya lo es). Y, sin embargo, habrá áreas en las que, por más empeño que pongas, no me superarás. Mi papa a la huancaína es imbatible, por ejemplo.
Difícilmente te castigaré. El papel del policía malo se lo dejaré a tu madre. Seguramente te dejará sin postre –si hemos preparado arroz con leche, cuídate: te castigaremos por cualquier cosa-. Luego de haber sido enviado a tu cuarto a estudiar, abriré desde afuera la ventana de tu habitación y te lanzaré una soga. Bajarás sigiloso y nos escaparemos corriendo a la bodega más cercana (no te preocupes, petiso, tendré tu pequeño abrigo a la mano, verás que pienso en todo). Ahí, tú te tomarás una gaseosa con harta azúcar y yo, una cerveza light.
Pero no seamos malos con tu madre. Ella irá siempre a tus actuaciones, a tus ceremonias escolares del día del campesino, cuando te pongan poncho y sombrero y harás de revolucionario –nada de tatuajes del Che Guevara, por favor-. Cuando grites ¡La tierra para el que la trabaja!, verás en primera fila, sonriente, a tu madre. Seguro que te parecerá la mujer más burguesa de la ciudad pero hay que entenderla. Les tomaré una foto bonita y nos burlaremos de ella toda la semana. Pero para que no se resienta, le dejaré la opción de que te enseñe todas las películas del tipo La sociedad de los poetas muertos, Good Will Hunting o Finding Forrester -de esa manera, ella quedará como una mujer comprensiva, juvenil y todo eso; con el paso de las horas, ya entenderás, me conviene-.
A los siete años, durante tus vacaciones, te llevaré a conocer a todas las personas que significaron algo para mí. La lista es larga, pero prepararemos desde temprano muchos panes con atún y saldremos en búsqueda de esos alunados seres. A los caballeros, les darás la mano. A las mujeres, un besito en la mejilla. A algunas cuantas –te haré una señal-, dos besitos. Si te dicen que puedes pasar a jugar con sus hijos, resiste y hazme compañía hasta que zafemos de ahí con la frente en alto. Es difícil de explicar, pero para ese tipo de reencuentros hace falta apoyo emocional. Y si no eres tú, ¿quién entonces? (verás, tu mamá no debe enterarse jamás de esas visitas).
No intentaré hablarte de “temas serios” haciéndote ver una película para luego, en la cena, conversar sobre el tema. Si tengo que hablarte de sexo, no te pondré Kids. Si tengo que hablarte de drogas, no te pondré Requiem for a dream. La verdad, no te hablaré de sexo. Para eso tendremos internet y te mandaré a tu correo algún link interesante. Tampoco te hablaré de drogas. Quizás, te confieso, las probemos juntos alguna vez. Esa idea no le agradará a tu mamá, lo sé, pero la convenceremos y ella también las probará (y descubriremos que la muy pícara sabía más de drogas que tú, yo y toda la cuadra junta). Pero te las voy a prohibir. Será de las pocas actividades que te prohibiré, al menos hasta que te mudes. Y ya que estamos en el tema, desde ahora quedas prohibido de ver el show del dinosaurio Barney. Si te gusta el show de Barney, sabré que algo salió mal en mi rol como padre.
Tu vida será una película sensacional. Y si no lo es, la editaré de manera que parezca que sí lo fue. Te grabaré desde que nazcas. Pensándolo mejor, te grabaré desde que la noche de tu concepción (¡mira si me pongo eufemístico con esas frasecitas!) Tengo unas trescientas fenomenales historias esperando por ti, para ser contadas entre tus cinco y ocho años, en intervalos de cuatro días. Y cuando se nos acaben, te daré trescientos guiones de cortometrajes que tengo ahí tirados en algún cajón. Por ahí y te animas a sacar una película más joven incluso que la niña Makhmalbaf y ganas en Locarno a los ocho años. Por ahí y el cine te importa tanto como las calorías que puede tener una pastilla Centrum. Bah, siempre quedará la música para que la medianoche nos encuentre saltando y bailando encima del sofá.
De todas maneras, tarde o temprano te picará el vil insecto de la escritura. Probarás escribiendo algún cuento sensiblero. Normal, nomás. Lo sensiblero no está mal, siempre que no pases los quince años. Caso contrario, fíjate en Subiela. O peor, fíjate en mí. Para que no te sientas mal, mira, te cuento cómo era la primera historia que escribí, el primer guión inédito, el primer corto fallido. No recuerdo por qué no lo hice. Por falta de tiempo, de dinero, de equipo, de contactos. Quizá fue por nervios, por inexperiencia, por timidez. Al menos eso pensaba antes. Ahora creo que fue por desánimo. Dejando las excusas de un lado, te la cuento ahora, para que veas que todos tenemos malos ratos:
*
EXT. CALLE - MADRUGADA
Está oscuro. En la calle, un niño rebusca entre las bolsas de basura. Su madre hace lo propio en la esquina contigua. Por lo que recogen, entendemos que su negocio es el papel y el cartón. Dejan todo lo demás (en este universo cada individuo tiene su especialidad). Este niño es inexpresivo. Hace su trabajo con mayor rapidez que la madre. En un paquete encuentra una caja de rompecabezas, con la tapa media rota, como si le hubieran arrancado muy fuerte el scotch. Lee: 100 Piezas. Voltea a mirar a su mamá: Al diablo, decide armarlo. Al poco rato, la madre cruza la calle hacia él. Sin terminar el rompecabezas, el niño junta las piezas, las mete en la caja y guarda todo en su maletín: alrededor suyo aún hay varias bolsas vacías, falta mucho trabajo para ponerse a descansar.
Está oscuro. En la calle, un niño rebusca entre las bolsas de basura. Su madre hace lo propio en la esquina contigua. Por lo que recogen, entendemos que su negocio es el papel y el cartón. Dejan todo lo demás (en este universo cada individuo tiene su especialidad). Este niño es inexpresivo. Hace su trabajo con mayor rapidez que la madre. En un paquete encuentra una caja de rompecabezas, con la tapa media rota, como si le hubieran arrancado muy fuerte el scotch. Lee: 100 Piezas. Voltea a mirar a su mamá: Al diablo, decide armarlo. Al poco rato, la madre cruza la calle hacia él. Sin terminar el rompecabezas, el niño junta las piezas, las mete en la caja y guarda todo en su maletín: alrededor suyo aún hay varias bolsas vacías, falta mucho trabajo para ponerse a descansar.
EXT. DEPÓSITO - AMANECER
Seis de la mañana. Estamos en las afueras de un depósito. La calle es terrosa. La madre conversa con un hombre mientras un joven va pesando los papeles y cartones que madre e hijo han recolectado. Comparado al de la madre o del joven, el rostro del niño está completamente despierto, con la mente en otro lado.
Seis de la mañana. Estamos en las afueras de un depósito. La calle es terrosa. La madre conversa con un hombre mientras un joven va pesando los papeles y cartones que madre e hijo han recolectado. Comparado al de la madre o del joven, el rostro del niño está completamente despierto, con la mente en otro lado.
INT. CASA DEL NIÑO - MAÑANA
Es una vivienda pequeña. Al ingresar, la mujer se mete al baño para lavarse. El niño saca el rompecabezas. Algunas fichas resbalan. Sobre su cama, empieza a armarlo. Al poco rato ya tiene tres grandes partes formadas por separado. Desde el baño, la madre le dice que se vaya a acostar. El niño se apura. La madre sale del baño y se acerca a él: "¿Qué es eso?" El niño no responde. La madre pregunta: "¿Estaba en la basura?" El niño asiente. La madre, sin mayor emoción, se sienta en la cama y ayuda a completarlo. Al cabo de un rato advierten que, en efecto, están todas las piezas.
Es una vivienda pequeña. Al ingresar, la mujer se mete al baño para lavarse. El niño saca el rompecabezas. Algunas fichas resbalan. Sobre su cama, empieza a armarlo. Al poco rato ya tiene tres grandes partes formadas por separado. Desde el baño, la madre le dice que se vaya a acostar. El niño se apura. La madre sale del baño y se acerca a él: "¿Qué es eso?" El niño no responde. La madre pregunta: "¿Estaba en la basura?" El niño asiente. La madre, sin mayor emoción, se sienta en la cama y ayuda a completarlo. Al cabo de un rato advierten que, en efecto, están todas las piezas.
La imagen del rompecabezas completo es bonita: es un avión de guerra. El niño mira a la madre y dice con firmeza: "Está completo". La madre dice "Qué bueno... Entonces lo podemos vender". El niño mira de nuevo la imagen y dice, siempre inexpresivo: "Sí… vender".
Pantalla a negro. FIN.
*
Diablos, ¿ya lo leíste? ¿Qué fue eso? Parecía el cuento de un estudiante que acababa de salir de su clase de Realidad Social. Qué tal moralina. ¿Quién me juraba? ¿Un pequeño De Sica? ¡Por Dios! Como sea, era un ejemplo, nada más, listo para ser regalado al primer incauto. No seas tan malvado. Tú también tendrás tus traspiés. No hagas como yo. No compartas solamente las malas historias. Obsequia las buenas también. No creas en el copyright. No hagas dieta. No te burles de los chancones. No olvides reírte de ti. No te tomes todo tan en serio. No te vuelvas crítico antes de tiempo. No te vuelvas crítico nunca.
Mientras sigo planeando todo lo que haremos juntos, mientras sigo pensando cómo decirte que, lástima, yo también te castigaré alguna vez, mientras sigo buscando por el planeta entero a la que será tu madre… mientras, mi querido heredero, mientras me iré entrenando nada menos que con tu primo, el yanqui, cuyo nacimiento acaba de ser anunciado a toda la familia vía internet.
Mi hermana va a ser madre y tus abuelos están contentos con la noticia. Sobre todo mi papá. ¡Va a ser abuelo, caray! ...y yo tío, doble caray. Para celebrarlo, se están yendo a una playa paradisíaca y luego buscarán por todo el estado de Florida, USA, un restaurante peruano donde ordenar unos sazonados lomos saltados y tres pisco sours.
¿Lo ves, petiso? Somos una familia chévere.
ODNANREF
Labels: crónica del mes
2 Comments:
At 6:38 PM, Anonymous said…
Casi como la carta de La Maga, si sabas algo de Rayuela, lo tomarás como un super cumplido.
At 9:26 PM, Anonymous said…
no le contaría esa historia sobre el niño pobre a mi hijo
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