LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Sunday, December 31, 2006

UN GENIO MALHUMORADO


TESTIMONIOS DE AQUELLOS QUE CONVIVIERON CON TARKOVSKI



Sus ojos son oscuros, azul grisáceo, gris azulado y rasgados. Parece un bebé tártaro y un pequeño lince. Parece enojado. Su nariz es como la mía, pero no estoy muy seguro a causa de las pecas. Su boca es adorable.
Del diario de su padre, el poeta Arseni Tarkovski, al tercer día del nacimiento de Andrei.

De estudiantes, pasábamos de discusiones abstractas a temas sobre el arte en el cine contemporáneo. Éramos intolerantes y despiadados. Incluso criticamos las últimas películas en los exámenes de acceso, tales como Amigos verdaderos, de Kalatozov y Anna, de Annenski. En presencia de Romm nos cargamos su película Asesinato en la calle Dante. Cuando pienso en nuestra intolerancia comprendo que era motivada por el deseo de evitar el arte oficial y falso. Años después los italianos llegaron a Moscú. Con diez años de retraso pudimos ver Paisa, de Rossellini, Sin lástima, de Lattuada, La provocación trágica y Arroz amargo, de De Santis. Nos volvíamos locos con el Neorrealismo italiano, pero Andrei tomó una postura extraña. Dijo que el Neorrealismo estaba acabado, que ya no tenía el efecto de los primeros años, que era repetitivo y que su tiempo había expirado. “Algo más innovador debe ser encontrado”. Alexander Gordon, compañero de estudios.

Era pedante cuando era necesario. Quizá su pedantería era ingenua pero consistente al mismo tiempo. Su preceder avisaba a la gente de que deseaba mantener la distancia. No cedía este espacio rápida o fácilmente, pero cuando lo hacía resultaba ser muy confiado y, lo que es más extraño, fácil de influenciar. A menudo esta característica de su carácter lo hacía sufrir. Desgraciadamente había algunas personas que alardeaban del hecho de que Tarkovski, que tenía fama de testarudo e incontrolable, dependía de ellos.
Vadim Yusov, cámara de Tarkovski en sus primeras películas.
En La Infancia de Iván asumí un trabajo práctico en la dirección… específicamente en los sueños. Sin embargo, cuando Tarkovski hizo el montaje definitivo y cortó la escena de los cuerpos carbonizados de las hijas de Goebbels, me sentí lleno de indignación. "¡Es horrible y vergonzoso!", dije furioso. "¡No comprendes nada! ¡No te atrevas a la sala de montaje!", me contestó. "¡No tengo intención de hacerlo!", grité, cerrando la puerta bruscamente. Uno o dos años después me di cuenta de que lo que hizo fue una idea excelente.” Andrei Konchalovsky, compañero de estudios y luego coguionista y actor de Tarkovski.

Pasaron siete meses sin vernos, tras el estreno de Rublev. Cenamos juntos, bromeamos, hablamos hasta las dos de la madrugada. Podía cantar mis canciones a cualquiera pero no a Andrei. Me bloqueaba, sentía la pobreza de mis ideas y mi falta de talento. Andrei me preguntó esa vez: “¿Por qué estás tan triste?” Le hablé sobre mis problemas personales. Empezó a bromear, esgrimiendo una teoría sobre cómo tratar a las mujeres. “¿Quién te ha desordenado? ¡Vete y túmbate en tu sitio”. En mi último encuentro, antes de que partiera a dirigir Nostalgia, fui a su casa con Vadim Yusov. Nunca había visto a Tarkovski en la manera en que lo vi esa noche. Era como si la vida hubiera acabado con la última gota de su paciencia. Maldijo a todos y todo lo que le rodeaba. Yusov y yo también éramos blancos de sus reproches, él por escribir guiones y yo por convertirme en director y escribir poesía. Tarkovski dijo que sólo podíamos ser creativos en sus películas, Yusov como cámara y yo como actor. Nos dijimos adiós y nos abrazamos tiernamente. No sabía que me estaba despidiendo de él para siempre.
Nikolai Burlyayev, actor que representó al niño Iván (La infancia de Iván) y a Boriska (Andrei Rublev) .

Una vez, durante una sesión de doblaje, los actores estábamos hablando de que la mayoría de espectadores no podrían comprender Stalker, cuando alguien añadió: “Sí, como la mayoría de sus películas”. Andrei estaba sentado en la cabina del ingeniero de sonido y escuchó nuestra conversación: “Para su información, ¡yo no hago esa clase de películas ni las haré jamás!” Él estaba convencido de que no hacía sus películas para una elite especial o una minoría selecta. Nikolai Grinkó, actor en las cuatro primeras películas de Tarkovski.

Mientras escribíamos el guión de El Espejo, tuvimos un conflicto. Andrei estaba preocupado por un episodio que yo había escrito. Vino apresurado a la una de la tarde, leyó lo que yo había escrito y me di cuenta de que no le gustaba. Me enfadé un poco y le pregunté: “¿Cuál es el problema? ¿Qué es lo que no te gusta? Lo discutimos, lo hablamos y lo escribí de la forma que habíamos acordado, ¡incluso más…!” Entonces él hizo una aclaración realmente punzante: “¿Sabes?, deberías poner un poco más de talento en ello”. Me sentí tan ofendido que rompí todo lo que había escrito y le insulté en todas las formas en las que fui capaz de pensar… Para la hora de la cena ya había escrito toda la historia de nuevo. Más tarde me besó.
Alexander Misharin, coguionista de El Espejo, junto a Tarkovski

La única vez que se enfadó en el rodaje de Solaris fue cuando estábamos ensayando una escena complicada y uno de los trabajadores que estaba frente a nosotros, los actores, estaba comiendo insaciablemente un bocadillo. Era típico de él. Andrei era un director sorprendentemente constante y estricto que insistía en que todos respetaran su trabajo.
Donatas Banionis, protagonista de Solaris

Tarkovski era genial para las profecías. Una vez dijo que había participado una sesión de espiritismo y se había comunicado con el espíritu de Pasternak, a quien le preguntó: “¿Cuántas películas voy a hacer?” “Siete” fue su respuesta. “¿Tan pocas?” preguntó Tarkovski. Siete, ¡pero todas buenas!”, le respondió el espíritu del gran poeta. Era 1970, estábamos trabajando en Solaris, su tercera película. Al final, hizo siete películas.
Natalia Bondarchuk, protagonista de Solaris.

En una reunión del consejo artístico del Mosfilm escuché como todo el mundo, con sabias expresiones en sus rostros, explicaba a Tarkovski hasta qué punto le parecía incorrecta la película El Espejo… Andrei permanecía sentado simplemente, sin responder a ninguno de los ataques y yo pensé “qué paciencia sobrehumana".
Margarita Téreshkova, protagonista de El Espejo.
Andrei nos pidió a los Strugatski que escribiéramos el nuevo guión de Stalker. "¿Cómo quieres que sea?" Yo estaba desconcertado. "¿Cómo podría yo saberlo?", respondía, "pero no quiero ese bandido vuestro en el guión". Traía un nuevo episodio y me decía “No sé, tú eres el autor, no yo. Vete y revísalo”. Lo reviso. Intento captar el tono y se lo llevo de vuelta. “Ahora está todavía peor. Revísalo”. Suspiro y me dirijo a la máquina de escribir. “Ahora ya está algo mejor, pero no lo que necesitamos. Te has perdido en esta frase.” Miro la frase. Me parece una frase como cualquier otra. Voy y la reviso de nuevo. “Reescribe este diálogo, tiene que tener conexión con el episodio anterior y posterior”. “¿No lo tiene?” “No, en absoluto”. “¿Qué es lo que no te gusta del diálogo?” “No lo sé, simplemente revísalo.” “¿Cómo debería ser Stalker en el nuevo guión?” “No lo sé, tú eres el autor, no yo.”
Finalmente le pregunté apresurado: “Escucha Andrei, ¿para qué necesitamos la ciencia ficción en la película? ¡Eliminémosla!” Sonrió de la forma que lo hace un gato que se acaba de comer el loro de su dueño. “¡Eso es! ¡Por fin lo has dicho! He estado deseando oírtelo hace mucho tiempo, aunque tenía miedo de sugerírtelo por si te molestabas.” Cuando finalmente terminamos el guión, lo fuimos a buscar. “¿Lo has traído?” Asentí con la cabeza, tomó el manuscrito, se retiró a la habitación contigua en silencio y cerró la puerta tras de sí. Su esposa nos sirvió coñac. Pasó una hora, la puerta se abrió y entró Andrei. Su cara no expresaba nada, sólo destacaba su bigote erizado. Nos miró ausente, se acercó a la mesa, se llevó un bocado a la boca y luego exclamó mirando sobre nuestras cabezas: “La primera vez en mi vida que tengo mi propio guión”.
Arkadi Strugatski, coguionista de Stalker


Una vez ocurrió algo simplemente maravilloso. El guionista Alexander Misharin vino a una de las reuniones a casa de Tarkovski y trajo consigo un juego por el cual, nos aseguró, cualquiera de nosotros podía determinar quién de todos era un genio. Misharin nos pasó a cada uno un trozo de papel que se doblaba en cuatro partes, con un dibujo en cada cuadrado. Se suponía que teníamos que añadir algo al dibujo o rasgar parte de él. Todo el mundo comenzó a calentarse los sesos para encontrar la idea más “genial”. Andrei (yo fui testigo de sus acciones) también cogió un papel, lo estudió atentamente, luego le dio la vuelta y dibujó una cruz sobre el reverso. Absolutamente sorprendido, Misharin dijo que ésa era precisamente la solución. Eduard Artemiev, compositor en Solaris, El Espejo y Stalker.

Durante un intercambio con estudiantes de Colorado, un joven le vio como un gurú o un guía espiritual y le inquirió acaloradamente: "Señor Tarkovski, ¿qué debo hacer para ser feliz?" Esta era una pregunta bastante normal según los cánones de allí, pero para Andrei resultó completamente estrambótica. Interrumpió la conversación y preguntó: "¿Qué es lo que quiere este joven? ¿Por qué hace preguntas tan estúpidas?"
Kzrysztof Zanussi, cineasta polaco.

Él escribió el guión de Nostalgia pensando en Anatoli Solonitsyn, que estaba muriéndose de cáncer. Cuando me encontré con Andrei en Roma, estaba nervioso como siempre, rápido y flaco. Nos abrazamos y permanecimos callados durante un largo tiempo. La muerte de Anatoli, el temor que yo sentía de no poder dar con la esencia del personaje a pesar de que había retocado el guión, mi ignorancia de lo que esperaba de mí… Cuando finalmente rodamos el episodio final de la piscina, me dijo: “Hay veces en que un acto es experimentado como la conclusión de toda una vida”. Se enfadaba porque “moría” y “me excitaba” demasiado pronto. Comenzaba el rodaje y de repente le oía: “¡Oleg, ya es hora, excítate!”.
Oleg Yanokovski, protagonista de Nostalgia.

No era fácil entrevistar a Tarkovski. Lo intenté por mucho tiempo y al final me exigieron una condición: quería dinero. Volé a Londres. Hice sonar el timbre y la puerta fue abierta por un hombre de mediana estatura y más bien descortés. Estaba envuelto en un batín y me dijo que no me esperaba y que no le apetecía hablar conmigo. Pero tenía el dinero y lo puse sobre la mesa: Tarkovski tuvo que hablar conmigo. Se sintió humillado y me odió por ello. Me dijo que estaba enfermo y que estaba desconectado de los periodistas. Y que todo lo que tenía que decir ya se había dicho en sus películas. Y que el periodismo como profesión era más bien inferior. Me preguntó por qué no estaba en mi casa con mi marido como debería hacer una verdadera mujer normal.
Irena Brezna, periodista.

Podía hablar sin parar durante horas, echaba de menos a Rusia, a sus lugares favoritos y la lluvia rusa. Sus descripciones eran tan reales que me parecía que iba caminando con él por Moscú, encontrándome con sus amigos, sacando a su perro a pasear. “¿Sabes? Yo era bastante diferente en mi juventud. Era colérico e irritable. Sólo ahora que ya soy viejo, me he reblandecido un poco”, me dijo una vez.
Leila Alexander, traductora de Tarkovski en Italia.

Hacía sus películas siguiendo las directrices de la cámara. Esto me contrariaba al principio. Pensé que se estaba apoderando de mi trabajo. Pero tuvimos una conversación franca sobre esto y me explicó que siempre construía sus escenas de esta manera. Era la coreografía misma lo que buscaba. Sus ideas sobre una toma son diferentes de las de la mayoría de los otros directores. No las fragmenta en planos generales, planos medio y primeros planos. Sus composiciones son singulares. Su cámara se mueve, sus actores se mueven, hay gran cantidad de acción en sus escenas.
Sven Nykvist, cámara en El Sacrificio.

Cuando comenzaba a reírse, todos experimentaban la alegría a su alrededor. A veces dudaba: “Está película es imposible, esto es un caos absoluto, el problema parece irresoluble.”. O levantaba las manos: “¿Por qué están todos aquí y qué están haciendo? ¡Vámonos todos a casa y empleemos nuestro tiempo en algo más inteligente!” Y de nuevo se colocaba junto a su cámara y al momento, como un general en el campo de batalla, comenzaba a luchar contra la realidad y la conquistaba. Y no sólo conquistaba a la gente, sino también al sol, a las nubes, al viento, a la niebla. Si a alguien se le puede llamar el creador de la cinematografía del futuro, ése es Tarkovski.
Erland Josephson, actor que representó a Domenico (Nostalgia) y a Alexander (El Sacrificio)
(Fernando Vílchez R.)

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2 Comments:

  • At 11:37 AM, Blogger Unknown said…

    excelente material el de tu blog

     
  • At 2:00 PM, Anonymous Anonymous said…

    I really like your blog and i really appreciate the excellent quality content you are posting here for free for your online readers. thanks peace dale tuck

     

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