LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Wednesday, October 18, 2006

PINK FLAMINGOS (P.II)


En mi contexto, Lima, Perú, no tenía, para empezar, ni cómo verla. No la conseguía. Amigos más serios que yo, pensaban que era una pérdida de tiempo ver algo así, o a lo más, sería para satisfacer un bajo apetito (oh, qué banal), una curiosidad cinéfila un poquito morbosa… y nada más… O para divertirse y/o asquearse un rato y punto. Yo sospechaba oscuramente que podía aprender más de Pink Flamingos que leyendo el Código Civil… Poseía un aura maldita muy atractiva (no hablo del Código Civil). Verla era un acto de superación cultural, un ajuste de cuentas con la educación que recibí, aguantar (y, si podía, asimilar) o gozar los gags terroristas contra mi propia formación burguesa, conservadora y católica era un reto, una prueba. Estaba fascinado de asco, saltando de a ratos mi propio condicionamiento cultural, y a ratos en el fondo de mí se agitaba un “¿por qué tiene que existir algo como esto?”, pero a la vez sabía que el ataque era a muerte y tenía su razón de ser, ya que nos habíamos reunido ahí para hacer mierda una moral enferma que nos estaba matando. Me impresionó la engañosa (grandiosa, gran diosa, Divine) estupidez de la película, su constante delirio sin fisuras y su “veracidad documental.” Y tengo un estómago fuerte, así que aguanté bien el happy-end.

Se ha dicho con acierto que la fuente de la comicidad es la preocupación, y aunque nada parezca tan despreocupado como Pink Flamingos (se nota que fue hecha en un estado de extrema diversión), veo que el ataque masivo contra una serie de sagrados valores trasciende el mero “programa estético.” Indica algo más. Una visión del mundo.

Para usar la jerga nietzscheana diría que lo que se opera aquí es una Transvaloración de los Valores. Así que entre otras cosas se trata de:

a) Una película estúpida que resulta ser en extremo inteligente. ¡Celebrar la estupidez y darle la vuelta es algo sublime! Ser capaz de llegar al fondo de la estupidez sin convertirse en estúpido es la prueba del genio. La película nos dice que nuestros prejuicios son estúpidos, y no lo son necesariamente las cosas curiosas que se ven en ella. Waters es un héroe exquisito de la contracultura.

b) Una película asquerosa que se convierte en una delicia. Y lo que parecía monstruoso podría ser divino. Divine vale su peso en oro.

c) La exageración es un método para ser justo (sé que suena paradójico) con aquello que se critica o retrata u observa “clínicamente.” Eso lo saben todos los grandes cómicos, satíricos y caricaturistas.

d) Una película enferma que se convierte en un acto muy saludable, de hecho, terapéutico. El miedo a lo sagrado, en sentido negativo, represor (al poder sacralizado vía actos de violencia), es aniquilado por un humor que respeta de manera insospechada nuestro derecho a reír. Reír es poder. Reid.

e) Una película fea tan bella como su nombre si llegas a entender lo que está tratando de decirte. (Y una dirección artística exquisita pese a la indigencia de medios materiales para llevarla a cabo.)

f) Una película gratuita que de hecho es una que necesitamos a gritos para entendernos mejor. El mal gusto no era arbitrario sino necesario para desmantelar el terror a ser “diferente.” Pink Flamingos es la celebración de la diferencia, de lo único, de lo “raros” que somos todos en verdad.

g) Una película escatológica que podría ser una película erótica, mirada sin prejuicios.

h) La mala actuación. No es mala en realidad. Es sólo otro estilo de actuación. Eso que parece un asco es una innovación. Que ignora “cómo se supone que uno debe actuar.” La exageración constante genera una especie de nueva naturalidad. Si no hay que ver a Edith Massey.

No me digas que Pink Flamingos es un vehículo de ideas que contiene una visión coherente de lo que es el hombre, de la condición humana.

Justamente.

¿Ha sido ya Pink Flamingos convenientemente asimilada (o tragada) por el stablishment cultural?

Los tiempos cambian. Ahora es de “buen gusto” (de mal buen gusto, diría tal vez John Waters) echarle barritas a este monumento, a esta estatua de la libertad del “buen mal gusto.” Suena a chiste pero lo cierto es, que cuando Pink Flamingos se reeditó en 1997 (bonita manera de celebrar sus 25 años) ningún crítico se atrevió a hablar mal de ella. El truco era: cualquier cosa que dijeran en su contra podía ser usada a su favor, léase publicidad. Pocas películas pueden darse semejantes lujos dialécticos. Pink Flamingos metaboliza los insultos en razones para admirarla. Así, ha adquirido un aura muy graciosa de respetabilidad.

¿Qué grado de validez o pertinencia tiene, en tu opinión, compararla con Un Perro Andaluz de Luis Buñuel?

Al principio creía que era un puro ardid publicitario. Recordemos la frase: “Más allá de la pornografía, el film americano más parecido a “Un perro andaluz” de Buñuel” (New York Magazine). Pero ahora he cambiado de opinión (acabo de volver a ver el revulsivo corto para escribir este artículo). Ambas comparten ciertos puentes curiosos en común: desde su fecha de estreno han parecido a legiones de espectadores (y hasta el día de hoy, y de mañana…) obras completamente incomprensibles, además de inclasificables, incluso de indeseables, amén de detestables y en suma indigeribles; también, de adelantadas a sus respectivas épocas, claramente subversivas y lo más importante de todo es esto: son obras que luchan por la liberación del hombre, que critican agudamente la mutilación del hombre a manos de la “sociedad”, la “cultura”, la “buena educación”, “Dios”, la “religión”, la “moral”, etc., incluso con rabia y desesperación (esto último no se ve de forma tan manifiesta en Pink Flamingos, que es una verdadera celebración del “sé como te de la gana”, la más exquisita y libérrima comedia americana que en cierto sentido nadie nunca jamás imaginó, hasta que apareció John Waters). Aunque después de todo, hablando sin rabia de la rabia, nadie que se sienta feliz con el mundo sería tan satírico, ¿verdad?). Ya lo saben, “Pink” es Punk. Antes del Punk.



De pronto, pensaba en Saló.

Pasolini, en Saló, juega más o menos esa carta, pero en una clave seria y tremendista. Creo que Saló ha envejecido mal, su exceso de seriedad hace que uno ya no pueda tomársela en serio. A mí me resulta cada vez más inverosímil, me parece que es gratuita en muchas partes, a diferencia de Pink Flamingos. Como Kubrick, en A Clockwork Orange, se trata del caso de un director “intelectual” que cayó en la trampita de su propia obsesión, y al que la salió en Saló algo distinto de lo que tenía en mente (o en la mente “consciente”).

Hay algo muy serio en relación a Sade que quiero decir:

El tema del cuerpo como realidad única. La idea de que no “tenemos” un cuerpo sino de que somos el cuerpo, y que no hay nada más. Incluso para los que creen en el alma, ésta tendría que encontrarse dentro del cuerpo. Si en Crash de Cronenberg, el tema es el cuerpo herido e intentado una fusión con la tecnología, en Pink Flamingos tenemos al cuerpo celebrándose a sí mismo. Asqueroso, ¿no?

No hay en Pink Flamingos vergüenza del cuerpo. Vomitamos, eyaculamos, cagamos, salivamos… escapar de esas simples realidades es ridículo, ¿en dónde está el problema? ¿en esos actos o en nuestra cultura?

La idea de Sade es que no somos más que un cuerpo físico y que todo aquello que excede lo que podemos sentir y tocar es una quimera que termina esclavizándonos. Por otro lado, La Naturaleza es para Sade el mero hecho de gozar.

“No sabemos todo lo que puede el cuerpo” nos dice el filósofo Baruch Spinoza, con razón, advirtiéndonos sobre lo sospechoso que es creer saber algo acerca del “alma” si aún sabemos tan poco del cuerpo. Si Pink Flamingos es entendida como un “cuerpo”, se trata de uno que se ríe a carcajadas de quienes no pueden asumir un cuerpo en su totalidad como lo que es. El idealismo que niega realidades plenamente experimentables en nombre de realidades hipotéticas.

Imagino en mis ratos libres que si el Divino Marqués resucitara o reencarnara o surgiera sobre la faz de la Tierra de nuevo algo parecido a él, tendría que ser Divine, precisamente. Un gordo travestido compitiendo por el título nobiliario de la persona más asquerosa del mundo… sátira transparente de la religión de la fama y el éxito…

Algo que me parece hermoso y digno de mencionar es que Waters no ha explotado a sus actores, a diferencia de otros directores más “respetables.” Son sus amigos. Se expresa de ellos con cariño y respeto. Digamos que no es tan ambivalente en este sentido como por ejemplo un Fassbinder.

En cuanto a lo técnico, una película puede estar bien hecha técnicamente pero mal hecha conceptualmente. Y Pink Flamingos, conceptualmente, me parece impecable.

2 Comments:

  • At 11:37 AM, Anonymous Anonymous said…

    Hola
    bueno, yo no tengo mucho que decir sobre Pink Flamingos porque cuando la vi estaba sin subtitulos y me aburri de no entender nada a la hora de duracion. Sali del cine sin interes de verla otra vez. Me parecio que la cinta no tenia mayor fin que ejercer una provocacion directa.

    Buen articulo, sobre todo la segunda parte. Pero no estoy de acuerdo contigo respecto a Salo. No creo que tenga una sola escena gratuita. No veo por donde su "exceso de seriedad" pueda funcionar ahora en su contra. Desde luego, me parece que sus intenciones son mucho mas honestas y menos estridentes que "Pink..", que despues de todo esperaba ocasionar cierta reaccion del publico y lo logro, como no. Esta pelicula se explica por su impacto, "Salo" no.

    A Pasolini le tenia sin cuidado si el publico vomitaba o no, ademas no veo como puedes saber que el resultado no era lo que el director tenia en mente.

    saludos

     
  • At 9:54 PM, Anonymous Anonymous said…

    Hola, mi estimado Andrés.
    Tienes que verla, ni hablar. Tu vida cambiará después de esa experiencia subtitulada esta vez. El asunto con Waters es que lo que ves en su película no está tan lejos de lo que era su realidad: hay, también, en Pink, un inquietante valor documental. (Cosa que no podemos decir de Saló.) Su película trata de un mundo que conoce bien (la hizo con sus patas yippies), y lo retrata con la más cachosa y conchuda y jocunda naturalidad. Es la trangresión en clave muito alegre. La película sigue silbando de lo más fresquita... Y nunca peca de solemnidad.

    La gratuidad de Saló desde mi perspectiva está dada por la simple idea de la maldad sin límites: puedo, sin ningún problema, imaginar a alguien filmando cosas peores, incluso en el mítico formato de las "snuff movies." Pero qué hago con eso. Qué demuestro. Somos cínicos, ya lo hemos visto todo (me refiero a la sociedad en que vivimos más que a mí). Veo en Saló, por eso, más regodeo supuestamente horrorizado que sutileza de análisis (que es lo que se necesita), a diferencia de, por ejemplo, El Séptimo Continente, de Michael Hanenke.

    Me pasa a mí, que, ante Saló, me digo a mí mismo: "Ya, y ahora qué más. Sí pues. Tu derroche de maldad de laboratorio me va dejando indiferente cuando me acostumbro. Lo que sospecho que me demuestras es que eres un moralista obsesionado casi voluptuosamente con el mal. Ah romántico pesimista. Idealizas el Mal. Y desde esa ubicación es difícil brindar lecciones de moral."

    Son mi percepciones, por supuesto, y siempre puedo volver a ver Saló, para reforzarlas o contradecirlas.

    Ah, lo del vómito; también es figurado, no solo es literal. La mierda es uno de los temas que hermana ambas películas, no te olvides. Ambas son potencialmente vomitivas. (Algo que tiene que ver tal vez más con el estómago que con la moral.) Y ambas son películas de choque.

    Su versión del Infierno se me hace dogmática y algo simplista. El documental Morir en Madrid, por ejemplo, muestra mejor el mal, y también desde la lucha por el "bien" y no desde una atmósfera unívoca de completa derrota y degradación. Porque la degradación en Saló ya no me parece un medio o un método sino un fin en sí mismo...

    Un abrazo virtual y gracias por disentir.

     

Post a Comment

<< Home