THOMAS BERNHARD Y LA CINTA BLANCA
Thomas Bernhard cuenta con impasible agudeza en su novela autobiográfica El Origen (1975) que luego del fin de la guerra, al volver a su escuela, encontró en donde antes estuvo colgada la foto de Hitler una cruz. El sistema educativo era, así pudo comprobarlo, igual de democrático ahí, a despecho de (o justamente por) ese cambio de imagen. He recordado el placer que me produjo que me explicaran mi propia educación católica de manera tan económica. Muy cinematográfico, como verán. Leí el libro pocos años después de salir del colegio –y no puedo decir que me haya recuperado, tanto del colegio como del libro– así que mientras miraba La Cinta Blanca comprendía, sentía, una vez más (de nuevo Bernhard) que una manera de ver a la humanidad es como a una legión de niños abusados y torturados, y no pude evitar preguntarme por Hitler niño e imaginar de nuevo a su antítesis, Bernhard niño… En cuanto al niño Hitler, lo imaginé de inmediato no demasiado diferente de los torturados y torturadores niños y rubios, en blanco y negro (el mundo para ellos es, literalmente, blanco y negro) que aparecen en la película de Michael Haneke. La reconstrucción histórica resulta sin duda apreciable y me tiene sin cuidado. Es la idea lo que me importa. El tema: volver imaginariamente a esa época para descubrir o recordar que no nos hemos movido de ahí, pese a las apariencias… El ideal autoritario contempla el sometimiento a algo más grande que uno: una idea de lo todopoderoso, de lo perfecto, de la pureza, totalmente diabólica… Me interesa la puesta en escena de esta idea (¿y esta idea no sería hoy por hoy la del mercado?).Viene a mi mente, mi favorita de Haneke: El Séptimo Continente (1989). Los protagonistas de aquella película son los herederos contemporáneos del protestantismo, del autoritarismo, que brilla ahí, más sutil y no menos siniestra que en La Cinta Blanca. Y son ellos, justamente, los hijos de la economía (ideología) del mercado. Y Haneke no ha realizado otra película tan rigurosa y desnuda… Veinte años después, con La Cinta Blanca, encuentro de nuevo una sensación Bergman en una película de Haneke, más vestida. Culpa y religión, culpa e ideal autoritario y sistema socio-político como una y la misma cosa. Entiendo que la construcción más clásica, más asimilable, más convencional de La Cinta Blanca haya encandilado (y con razón) a muchos. Entiendo también que esta película de Haneke puede servir (objeciones aparte) para acceder al conjunto, complejo y contradictorio, de su, casi siempre apreciable y casi siempre inquietante obra. (M.C.)
El Origen, de Thomas Bernhard:
http://isaiasgarde.myfil.es/get_file?path=/bernhard-thomas-el-origen.pdf
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