MALDITO CRÍTICO (I)
Lo que deseo de un crítico literario -y solo me lo concede raramente- es que me diga, a propósito de un libro, mejor de lo que podría hacer yo mismo, de donde procede que la lectura me dispense un placer que no se presta a ninguna sustitución. Usted solo me habla de aquello que no le es exclusivo, y lo que tiene de exclusivo es todo lo que cuenta para mí. Un libro que me ha seducido es como una mujer que me hace sucumbir a su encanto. Al diablo sus antepasados, su lugar de nacimiento, su entorno social, sus relaciones, su educación, sus amigos de la infancia. Lo que espero solamente de su conversación crítica es la inflexión exacta de voz que me hará sentir que está usted enamorado, y enamorado de la misma manera que yo: solo necesito la confirmación y el orgullo que procura al enamorado el amor paralelo de un tercero bien elocuente. Y en cuanto a la "aportación" del libro a la literatura, al enriquecimiento que debe aportarme, sepan que yo me caso incluso sin dote.
Qué farsa, en el fondo, y qué impostura, el oficio de crítico: ¡un experto en objetos amados! Pues si, después de todo, la literatura no es para el lector un repertorio de mujeres fatales, y de criaturas de perdición, no vale la pena que uno se dedique a ella.
Julien Gracq, En lisant en écrivant
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