La D debe corresponder a Daney, pero también a danza: Vincent Minnelli y Gene Kelly. Volviendo al cine de baile, y habiendo escrito todo un libro sobre Cantando bajo la lluvia, sé que la trayectoria musical de MGM no es en absoluto sencilla: las dos estrellas de la Freed Unit, Kelly y Minnelli, tenían gustos y temperamentos muy diferentes. Minnelli se formó en la década de 1920, cuando en los círculos entendidos se recuperó la década de 1890, el esteticismo y la decadencia. Reverenciaba a Freud y Aubrey Beardsley.
Gene Kelly se formó en la década de 1930, con la depresión y el Frente Popular. Minnelli se consideraba parte del mundo artístico de moda, estuvo influido por el surrealismo y aportó un delirio onírico al musical. Kelly formaba parte del mundo del baile popular: criado en el mundo del claqué y habiendo trabajado en clubes masculinos, el mundo del vodevil, pero aspirando al mundo del ballet, al mundo de las bellas artes.
Para mí, Kelly fue uno de los pocos grandes genios de Hollywood. Con Un día en Nueva York, sacó el musical del estudio, llevándolo a las calles de la ciudad, a la vida diaria. Con Cantando bajo la lluvia, perfeccionó lo que podríamos llamar su invención de “cinecoreografía”, su combinación en una persona de bailarín, coreógrafo y cineasta, de forma que cada pieza de baile se concebía y ejecutaba junto con el ángulo de cámara y el movimiento. El baile dejó de ser “filmado” desde el exterior. Se fundió con el film. Kelly rompió con la distinción entre fuera y dentro del escenario, entre narrativa y espectáculo. Dramatizó el baile, coreografió la acción. Fue trágico que, después de Cantando bajo la lluvia, Kelly se viese obligado a abandonar Estados Unidos debido a la lista negra, la caza de brujas, como Chaplin y Welles. A su vuelta, Hollywood había cambiado mientras él había envejecido como bailarín.
LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA
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