LEY DEL CINE
EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN
Sobre nuestra comunidad cibernauta
Para quienes no les suena el nombre Cinemaperú, bastará decir que es una agrupación de Yahoo! creada para convocar a los realizadores audiovisuales peruanos, y lograr entre ellos un acercamiento gremial, amical y, desde luego, laboral. Aquí, uno puede contactarse, sin mucho esfuerzo, con cineastas, videastas, productores, técnicos, críticos, periodistas, estudiantes, organizadores de festivales e infaltables curiosos. Esto es provechoso, sin dudas. Además, en mi opinión, el gran beneficio que tiene Cinemaperú es la apertura de información: convocatorias a concursos, becas, festivales, mercados; comunicados sobre cómo van funcionando nuestras instituciones (el CONACINE, los gremios); anuncios de charlas, eventos, estrenos, programación de cine clubes, y un largo etcétera.
Hasta ahí, todo suena fabuloso y quizá ya alguien desee animarse para solicitar su ingreso -y de veras lo recomiendo- pero antes, inocente lector, frénese un segundo y termine de leer estas líneas. De ahí no diga que no se le avisó.
Leer y borrar
A menos que alguien tenga un contraejemplo infalible, aceptemos que discutir no es un acto censurable sino, todo lo contrario, revelador y necesario, sea en persona o sea on line. Pero algo rarísimo pasa en este grupo, donde cada nueva oportunidad de debatir termina con unas embestidas tan belicosas que distraen rápidamente la atención sobre lo que quizá pueda estar pasando detrás, y con el transcurrir de los días uno ya no sabe –y ni quiere saber- cómo empezó ni quién lo hizo ni por qué lo hizo.
Aunque, en este caso, sí se conoce el punto de partida: el texto de una persona indignada con el filme Madeinusa. Indignación ideológica, además. Sobre este punto, las respuestas llegaron por todos lados (“el arte no representa la realidad”, etc) y esto ha sido una buena oportunidad para replantearnos de nuevo la pregunta sobre la naturaleza de la actividad artística. ¿Eso es saludable? Claro que sí. Más que irritación hasta da gusto discutir sobre esto. Sin embargo, esto no fue todo. Mejor dicho, fue el pretexto para regresar a un lío viejo que, al parecer, siempre está listo a erupcionar a la menor fricción.
Ataquen a CONACINE
Sigamos pensando que las discusiones son reveladoras y tratemos de examinar algo:
Aparece un grupo que nos llena de e-mails diciendo que, en los concursos de CONACINE, las cosas están arregladas para beneficiar a los de siempre, encima las películas que ganan son terribles, encima los directivos utilizan su presencia en IBERMEDIA para seguir ayudando al mismo grupo de amigos, encima no apoyan óperas primas...
En un medio tan pequeño como el nuestro, muchos de nosotros debemos conocer a amigos o compañeros que hayan participado de estos concursos. ¿Alguien puede decir que hubo fraude, realmente? Conozco personas que han participado en los concursos de CONACINE, alguna vez ganaron, otra vez perdieron. En ninguna ocasión los he escuchado quejarse a ese nivel. En un concurso de este tipo puedes perder, y luego perder, y luego perder. Y alguien que ha ganado antes puede volver a ganar, y volver a hacerlo. Porque CONACINE no premia (aún) una idea extraordinaria. CONACINE premia los proyectos más factibles de realizar. Tu proyecto puede no ser nada novedoso, pero si ya tiene, por ejemplo, alguna coproducción interesada, eso le da un gran plus porque sabemos que esa película podrá llegar a la casi inalcanzable etapa de exhibición.
Es cierto, varias de las películas que CONACINE premia no han ayudado a que el rostro del cine nacional cambie. Pero ¿quién es el responsable? ¿La institución que te da el dinero o tú, el realizador y/o productor que ya tienes que demostrar tu capacidad en las etapas de filmación? A diferencia de oscuros productores del medio, CONACINE solamente exige que con el dinero hagas tu película. Nada más. Y, por último, varias de estas insubstanciales películas que no ayudan a vislumbrar un cine distinto no han sido solamente obras de cineastas de trayectoria. También hay óperas primas olvidables.
Además, hay que tener algo totalmente claro en la cabeza: una queja de este tipo aumenta su legitimidad cuando uno sabe que ha presentado proyectos completos, minuciosos, bien estructurados. No puedes exigir que aparezcan nuevos rostros cuando tu proyecto ha estado impresentable. Antes de reclamar al resto, mirémonos al espejo y pensemos si nuestros proyectos han sido lo suficientemente atractivos en todos sus aspectos. Y si el proyecto en cuestión pierde el concurso –como sucedió con el guión de Días de Santiago- primero debería primar la actitud de corregirlo y mejorarlo –como, en efecto, hizo Josué Méndez- y buscar también fondos de otros lados. Aunque parezca difícil de creer por lo que se lee, no todo es CONACINE e IBERMEDIA.
Defiendan a CONACINE
Por el otro lado, sorprende que ante la cantidad de quejas, aparezcan reacciones defensoras con tintes de soberbia. Escuchar los reclamos debe ser una actitud completamente bienvenida, para instituciones y para seres humanos. Justamente, es la manera en que uno puede advertir sus propios errores, porque a veces estamos rodeados de seres que extrañamente nos llenan de halagos, nos dicen que todo es una maravilla y nunca nos cuestionan. De repente, el papelón.
Es cierto, los premios no los decide CONACINE, sino el jurado. Y muchas veces, se han visto personas realmente honorables. Pero, ojo, recordemos que estamos en el Perú, donde el universo cultural no es muy grande, ¿no? En un cóctel del jueves puedes encontrar a nuestros pintores, escritores, cineastas y periodistas charlando amenamente. ¿Eso es un crimen? Desde luego que no, pero tampoco se pueden evitar las posibles cercanías y amistades entre los “notables de la cultura” (?) y conocidos cineastas. Esto recién se ha empezado a tomar en cuenta y ahora ya se anuncia que los siguientes concursos serán de manera anónima.
De todas formas, el asunto de los jurados siempre creará discusiones. En todo caso, lo más preocupante es la uniformidad de obras que se empiezan a premiar. Hacemos un repaso a las cintas peruanas y todas parecen dar vueltas alrededor del mismo universo, de personajes que se repiten, del lenguaje de siempre. Eso, claro, es responsabilidad de los directores, no de CONACINE, pero sí debería el organismo considerar al menos la inclusión de algún miembro en el jurado que entienda y valore no solamente la factibilidad de la realización –preocupación legítima, ya que a nadie le interesa que un cineasta gane y se desaparezca con el dinero- sino también un jurado que estime la voz de un autor, la expresividad latente fuera del guión y mil otras cosas que no se ven aquí y sí se ve en filmes de otros países. Así que propondremos otra manera de hacer el asunto más transparente aún: traer un jurado extranjero. Seguramente imposible idea por el presupuesto mínimo que se cuenta. Aunque sea uno, que sea cineasta, y que sea Presidente del Jurado. No somos Cannes, pero contar con un Pablo Trapero (ejemplo al azar) para la etapa final de un concurso le daría una legitimidad aún invisible en las convocatorias.
Finalmente, cuando aparece una acusación con nombre y apellido, una persona no está obligada a contestar; pero si esa persona ha estado dirigiendo un organismo gubernamental, pues claro que lo tiene que hacer, y de la manera más clara posible. Y si los reclamos aparecen cien veces, pues hay que estar dispuesto a responder cien veces también.
La maldita Ley (una cuestión de fondo)
Como todo, esta discusión terminó por diluirse. ¿Qué se pudo vislumbrar? En medio de todo el entramado, no había que ser perspicaz para entender que algo detrás se cocinaba, un tema pendiente desde que nos acercamos tiempo atrás a este universo cinematográfico: el asunto de la Ley del Cine. Acá no vamos a explicar lo que es, porque ya asumimos que todos la conocen. El asunto es que gran parte del desencanto expuesto en la lista por muchas personas no es sólo porque el Estado no la cumple, sino porque cuando rara vez la cumple (y aparecen los concursos y los premios) la torta se reparte entre muy pocos. El poco dinero que suelta el Estado llega “a los mismos de siempre y para hacer las mismas películas” y etcétera. ¿Cuál es la solución?
Se habla de protestar, juntar firmas, hacer marchas, y así obligar a que el Gobierno suelte el dinero completo y, de esa manera, se repartirá mejor el presupuesto, habrá más talleres, premios más específicos, etcétera. Según mi posición, completamente personal y que no implica la posición del blog en su conjunto, creo que la forma es equívoca, ya que estamos hablando ahora de política (política aprista, además) y más le convendría a la comunidad intentar la persuasión antes que el reclamo. No es tan lejana la posibilidad de convencer a las cabezas adecuadas de que, en efecto, al gobierno le conviene que aparezcan buenas películas. En viajes, eventos internacionales, reuniones entre cancillerías, se suele hacer muestras de comida peruana, de danzas peruanas, de música peruana, ¿por qué no una de cine peruano? Creo que la manera es convencerlos adecuadamente, y no proclamarle marchas y protestas que, con legítimo derecho, se pueden hacer. Pero conociendo a gobiernos de este tipo, intuyo que no será la mejor opción.
Pero asumamos que ni con el diálogo ni con las marchas se llegará a nada (la posibilidad más realista) y que el Estado seguirá soltando el dinero según pueda, violando la ley que existe. ¿Entonces qué? Sabemos que hay una posibilidad que está considerando la SPIA y trataré de describirla de la mejor manera aquí: Se trata de cambiar la Ley del Cine por una Ley del Audiovisual:
Considerando la innegable revolución digital que existe en el mundo, y dado los pocos recursos que recibe el CONACINE, ¿por qué dejarlo en manos de pocos y costosos proyectos de cine cuando pueden servir de apoyo a mucho más personas, videastas inquietos por promover sus obras en un formato más barato y manejable?
Esta idea es casi una consecuencia lógica de lo que está pasando en lugares como el Perú, donde conseguir fondos para la realización en celuloide es complicadísimo. Desde conseguir los rollos hasta contratar un laboratorio para la colorización resulta penosamente costoso para toda una generación que ve cómo en otros lugares el cine digital cobra la presencia que ya se merece. Por ejemplo, festivales importantísimos del mundo ya aceptan obras en digitales incluso en sus competencias, pero acá nuestra nostálgica Pontificia sigue encerrada en los 35mm mirándose al ombligo. Entonces, ¿por qué no tener en cuenta que los fondos apunten también a eso? ¿No aumentarían las producciones y así se desarrollaría mejor una industria audiovisual? Esa es, en resumen, la propuesta de la SPIA.
Desde luego, aunque suene bien, todavía quedan muchas cosas por aclarar. Según entiendo, la SPIA buscará que esta ley incluya a proyectos de videos institucionales, publicidad, videoclips, programas de televisión y otras ramas que se escapan en su naturaleza y sus fines a lo que es el cine (el cine, entendido no como algo impreso en celuloide, sino como una expresión artística). Pensar que podemos confundir un documental bienintencionado pero educativo con una obra cinematográfica puede ser el inicio de una etapa terminal. También esa Ley del Audiovisual implicaría que los fondos para proyectos estrictamente en celuloide puedan desaparecer simplemente, y esa sí sería una frustración, sobre todo para el que tiene sueños de rodar alguna vez en 16mm ó 35mm o para los que lo han venido haciendo. Para aclarar mejor las cosas, se hará necesario que los gremios dialoguen entre sí y transmitan abiertamente sus impresiones al resto de nosotros. Este es uno de los grandes temas que ya apareció y sobre el cual intentaremos tomar mayor atención próximamente.
El inicio
Terminaré diciendo que felizmente el cine va más allá de premios o ayudas del gobierno y existen en el país personas que cumplen con sus proyectos a pesar de no contar con apoyo de ningún tipo, quizá porque es la mejor manera de no realizar concesiones que terminan perjudicando a la obra en su totalidad. Estos cineastas, aunque también buscan una cinematografía propia, lo hacen partiendo de una mirada muy personal sobre el mundo, donde quizá se pueda tomar de base lo social, pero para reinterpretarlo. La renovación de nuestro cine no va a aparecer solamente por la existencia o no de una ley sino por la capacidad que tengan los cineastas de arriesgar nuevas expresiones fílmicas, a nivel narrativo, plástico, intelectual; olvidarse que una audiencia los puede rechazar, rebuscar en los demonios íntimos. Estos cineastas existen, los hay en Lima y en provincias, y no están involucrados en esta actividad por el reconocimiento que se pueda conseguir “haciendo cine”, ni por las nobles ganas de contribuir con el país sino por la actitud más artística de todas: hacen una película porque espiritualmente se ven obligados a hacerla, y la hacen de la mejor manera por un respeto no al resto, sino a ellos mismos. Esa actitud, y no otra, es la que saludamos, apreciamos y admiramos.
Fernando Vílchez Rodríguez
4 Comments:
At 8:14 PM, Anonymous said…
Excelente texto... ojalà que esto sirva para que luego se pueda afinar mejor una propuesta sobre la ley del cine. Yo me inclino más a darle espacio a los jóvenes, y a los proyectos audiovisuales, en digital. Eso permitirá que mayores profesionales se beneficien, en lugar de solamente un puñado.
At 12:32 PM, La cinefilia no es patriota said…
Gracias por tus palabras, Gabriel.
El asunto es más complicado que eso, y corresponderá al CONACINE y a las conclusiones que los gremios saquen tras conversar entre ellos saber qué se puede hacer. Incluir premios a proyectos en digitales, antes era impensable, pero ahora se ve que hay un mercado importantísimo donde se pueden exhibir dichas obras. ¿En qué medida se puede renovar esto? Por lo pronto, nosotros estamos conversando con una universidad para armar un conversatorio que pueda servir a las partes interesadas para exponer con mayor claridad sus porpuestas e ideas. Gracias por leernos.
At 1:44 PM, Unknown said…
Es probable que peque de ingenuo con la siguiente propuesta, sin embargo, ahí va.
El cortometraje es visto muchas veces como algo inferior a los largometrajes, como tan solo una preparación previa de un cineasta joven para luego hacer un largo. Es tan sonso decir eso, como lo es calificar a los cuentos cortos de Cortázar de inferior calidad o menor esfuerzo que una de sus novelas. Así que me formulé la siguiente pregunta: ¿porqué no se pueden ver cortometrajes en Cineplanet, UVK o Cinemark? La respuesta sería... ¿quién pagaría por ver algo de 8 minutos? Y también sería difícil organizar funciones únicas.
Tuve la oportunidad de leer acerca de la ley de cine que promulgó el gobierno de Velasco. Me parece que fue y sería el sueño de cualquier cineasta, que las empresas tengan la obligación de comprarte tus cortos y proyectarlos antes de cada función. Pero esta ley me parece que fue digna de un gobierno como el de Velasco, me parece una falta de respeto para el público que le hagan ver algo que no fue a ver. Esta medida sumamente autoritaria tenía excelentes intenciones pero me parece que no era un buen plan a largo plazo para el desarrollo (la creación) de la industria cinematográfica peruana.
Tengo la esperanza que exista una mejor alternativa de hacer de los cortometrajes, una industria masiva. Creo que la siguiente propuesta es completamente viable para un mercado como el peruano:
Tomaré como puntos de referencia a los conjuntos de cortometrajes como "Paris, je t'aime" o la argentina "18-j". Desconozco si estos fueron proyectados masivamente, pero lo que quiero rescatar es que fueron producciones guiadas por una misma temática (la belleza de paris en la primera y el atentando terrorista del 18 de junio para la segunda), juntando a directores diferentes escuelas y gran variedad de estilos. De manera que dio como resultado un conjunto de cortometrajes ricos gracias a la perspectiva subjetiva de cada uno de los directores hacia un mismo tema. Esto incrementa las posibilidades de que el público queda satisfecho con el gasto que significó asistir a la proyección. Digamos que vendiéramos la idea como "Vea 10 películas al precio de 1", ¿acaso esto no atraería la atención del público peruano? Este mercado siempre busca una buena relación costo-beneficio, y el hecho de tener la seguridad de que almenos 1 de los 10 cortos lo satisfaga, disminuye ese común miedo de gastar plata para ver una película de 2 horas que probablemente te disguste.
De esta manera, me parecería genial si el CONACINE se podría comprometer a producir anualmente 1 conjunto de cortometrajes centrados en una temática que, si bien tiene que establecer una relación entre los cortos, no limite la creatividad de los realizadores. CONACINE debería elegir cuidadosamente a los realizadores más serios, más talentosos y de una variedad de estilos para que la seguidilla de cortometrajes no se sienta pesada. Dentro de esta selección de directores, también sería inteligente combinar experiencia y juventud, pedir la colaboración de realizadores ya reconocidos (Lombardi, Tamayo, Méndez) con otros cineastas jóvenes con propuestas refrescantes y de gran potencial.
¡Viva la utopía!
Juan Daniel Fernández
At 3:52 PM, La cinefilia no es patriota said…
Hola Juan Daniel,
tus ideas no son lejanas a algún proyecto que se intentó hacer entre un grupo de cortometrajistas locales. Convocarlos y proponerles un tema en común (y quizá algunas reglas internas) podría empezar como un ejercicio atractivo y terminar como una obra coherente.
Ya es conocido el caso argentino de "Historias Breves", tremendo punto de quiebre que significó la aparición de futuros cineastas como Lucrecia Martel, Daneil Burman y Adrián Caetano. En el Perú existen nuevos cineastas y cortometrajistas que podrían, sin mucho esfuerzo, agruparse y participar de un proyecto semejante.
Y si es auspiciado por Conacine, mejor aún.
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