LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Sunday, May 06, 2007

SPIDERMAN Y EL INSECTO QUE SÍ NOS GUSTA

Como un adelanto a la deliciosa conversación que, luego de ver Spiderman, tuvieron nuestra columnista María Jesús Rey, nuestro editor Mario Castro y nuestra siempre afanosa colaboradora Cabecita Hueca (charla que será publicada en las siguientes horas), esperamos esas opiniones revisando el film de un insecto que sí intensificó nuestras percepciones, con mucho menos presupuesto: La mosca.







EL OLDIE: LA MOSCA
Un film de Kurt Neumann (1958)
Algo entre Dios y La Mosca
El experimento fallido –pero para película de terror la idea, en cambio, es hermosa, perfecta– o con un desenlace ligeramente distinto al esperado (todo es según cómo se vea), que da como resultado el bizarro espectáculo de un hombre con cabeza de mosca y una mosca con cabeza humana (en la película nunca se les ve juntos y es una pena, porque ¿y si llegaran a entenderse? ¡qué cosas se dirían! Me fascino en mis ratos libres imaginando subtítulos mentales, como en Annie Hall), es otra imagen –una y doble– que funciona como advertencia de ese señor con barba que nos mira desde arriba: el hombre quiere ser dios, sí, pero, ay de él, termina mosca.
Como todos sabemos, se trata en realidad de otra versión del mito esencial: Adán comiendo la manzana del árbol del conocimiento o Prometeo robando el fuego de los dioses para beneficio de todos los hombres. (A propósito: no olvidemos que Prometeo es el santo patrono de todos los filósofos.) Y el “castigo” por ese acto supuestamente pecaminoso, pero en el fondo un acto de libertad, es decir, un acto humano, convierte –en cada versión– la historia en tragedia. Pero por otro lado esta clase de películas da que pensar, uno por ejemplo podría ser una mosca y andar volando por ahí en lugar de escribiendo este artículo. Un dato encantador –y esta mosca qué hace aquí– es que el cuento que dio origen a la película había sido premiado por la revista Playboy (revista decisiva en la formación espiritual de muchos de los miembros de este blog).
A pesar de la ingenuidad, hay que decirlo, de no pocos de los efectos especiales (que si no hacen ningún efecto es bien simplemente porque no tienen nada de especial; por ejemplo toda la parafernalia discotequera de la teletransportación: casi me pongo a bailar) la película todavía se sostiene y al menos lo que en verosimilitud se desmaterializa teletransportado al ridículo, lo gana en humor (involuntario, claro). La última afirmación, sin embargo ¿no será un ejemplo más de lectura perversa de un típico espectador posmoderno que fabrica seudoargumentos para defender una película que todavía le sigue gustando? (Sorry, la frase me salió muy larga). Tal vez haya algo de eso, mi querido otro yo, pero debo apresurarme a señalar que hay cosas que sí funcionan. Una aplicación del sonido, muy simple, muy eficaz: el maullido del gato (otro experimento fallido) o mejor dicho, delosátomosdegatoperdidosenelespacio todosjuntosproduciendo elsonidoquehacenlosgatos: miau. Nunca, nunca, nunca pudieron reintegrarse en el gato original. Esquematicemos: de la imagen el –gato– queda solo el sonido (maullido). El eco gatunesco parece provenir de otra dimensión.
Otro acierto, dentro del rubro efectos de sonido, para crear atmósferas o definir situaciones (donde lo cotidiano muta en extraño e inquietante) se aprecia en cómo el humilde zumbido de una mosca pasa, de significar nada –si se trata de los créditos iniciales o, más adelante, si se trata de un personaje que ignora lo ocurrido (un zumbido es un zumbido, una mosca es una mosca) – a significar todo: cuando la mujer del científico sabe que encontrar a esa mosca es cuestión de vida o muerte (escenas donde la enfermera o el ama de llaves intentan preparar puré de mosca instantáneo). Un sonido de veras protagónico que atraviesa con gracia voladora toda la cinta, sonido dramático, sonido leitmotiv, corazón sonoro, sonido-clave; junto con otro, que oiremos a continuación.
No puedo, nunca podré no mencionar una imagen que no se borra, una vez vista en la dulce compañía de uno gritos que siguen sonando hasta ahora dentro de mi cabeza: la pequeña mosca cabeza de hombre o el pequeño hombre cuerpo de mosca da de grititos help me! help me! atrapada en una tela de araña a punto de ser devorada por ya saben. Luego una piedra resuelve el problema en una mancha de mosca & araña. Es el plano más famoso de la película. Infaltable en cualquier antología del género fantástico que se respete. Fusión de fascinación y asco… y horror. Experiencia absolutamente deliciosa desde mi personal estética. Y, al revés del caso del gato sutil, el viaje fue, más bien, del sonido a la imagen. Aquí, el sonido crea expectativa por la imagen y luego la imagen y el sonido se refuerzan mutuamente en un momento climático que supera tus mejores pesadilla...
Ahora, comentaré una pequeña sorpresa de estilo: desde los ojos del hombre-mosca la imagen de la mujer que grita (sí, un grito, otra vez) se ve multiplicada, o sea, muchas mujeres todas la misma todas gritando al mismo tiempo el mismo grito. La mujer del científico: sus gritos de terror inexpresable al verlo tan cambiado. (Qué quieren, el precio de la ciencia). Su cabeza y su ¿cara? Tamaño piñata. Cabeza de mosca entre cómica y torpe y aún así terrorífica. Vemos las cosas no solamente como las ve él (efecto este sí bastante sorprendente) sino que experimentamos casi simultáneamente el terror y dolor de ella al descubrir el cambio (el había mantenido la cabeza cubierta por una tela, hasta ese momento). No es una escena sexy. Y es una película romántica, a prueba de experimentos. Ella lo ama. Una imagen que más que multiplicar el terror multiplica la tristeza, la compasión.
Por último. El énfasis, en la santidad de la vida, presente en más de una línea de diálogo (Vincent Price dice de su hermano científico, “él no podría matar… ni a una mosca” al ser interrogado por el inspector sobre experimentos con animales. Humor negro puro envuelto en la más blanca inocencia.) Énfasis que deviene excesivo, por desgracia, y me refiero sobre todo a la escena final, inspirada, me parece, menos en la santidad de la vida que en el deseo de no apartarse de lo políticamente correcto. No necesitábamos, después de todo lo visto, una moraleja tan blanda. Si algo queda claro además es que el científico no era un loco, sino por el contrario, un tipo bueno e idealista. Molesta por eso todo el rollo de “tu padre era como un explorador de territorios desconocidos, que buscaba la verdad”, lo cual es una media verdad, una simplificación no aceptable, una solución falsa, un final medio trágico/medio feliz que dejará feliz solo al espectador más “infantil” que estaría, representado en la ficción ¡por el niño! (el hijo del científico a quien tío Price le da la explicación).
Hay, sí, una verdad que se siente en toda la película, una contradicción fundamental, entre el optimismo ingenuo y entrañable de los personajes, cierto clima idílico, y el fatalismo, la piedra que los aplasta. ¿Por qué siento todo como una suerte de pequeña-gran-tragedia-sin-embargo-optimista? (tampoco debemos olvidar que se trata de un clásico, serie B). Yo lo diría así: el hombre sí es dios. La libertad es un bien, sea para bien o para mal. No hay cómo escapar. La opción entre lo ejor y lo peor con todo lo que haya en medio, está dentro de cada uno. Y no hay nada entre Dios y la mosca capaz de prohibirnos que la ciencia ficción menos imaginable sea verdad mañana.
Mario Castro Cobos

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1 Comments:

  • At 9:43 PM, Anonymous Anonymous said…

    y ahora si fueran tan amables comenten por fa la mosca de cronenberg.

     

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