TU AGENDA, MI AGENDA...

Agradezco la gentil invitación de Ricardo Bedoya y de distintas personas que con mayor o menor efusividad, y de ambos lados, me invitan a debatir. Me parece sin embargo que han olvidado que no soy yo quien debe explicaciones.

Los blogs (esto es fácil de probar) no han sido inútiles para debatir (pregúntenle a Quintín). En este blog, La cinefilia no es patriota, por ejemplo, se han cuestionado muchas cosas, y el tiempo me ha dado la razón en varios temas: percepción de los límites del cine peruano más 'tradicional'; falta de transparencia, democracia e inclusividad de parte de Conacine; percepción sobre un modelo empobrecedor de cine auspiciado por un grupo de poder, modelo que es el que ha venido decayendo sin desmayo en los últimos tiempos en el Perú... La conducta de un grupo de críticos, seguramente muy cultos y vitales, pero que en lugar de hablar de la necesidad de renovación como tema urgente (y había que cuestionar lo existente para eso) parecían aferrarse a ese modelo de cine tan fracasado como premiado (por Conacine).

Y he hablado de un Nuevo Cine Peruano.

El panorama del cine en el Perú ha cambiado dramáticamente; que la mayoría lo ignore no elimina este hecho fundamental -aunque está claro que hay que ponerle remedio y rápido-. Cualquier discusión sobre el cine peruano actual que valga al pena no podrá darse sin conocer varias de las nuevas películas primero. Desde ese canto de amor al Perú que no puede ser entonado con mayor cosmopolitismo cultural que en Andún (2002), de Rodrigo Otero, y que es al mismo tiempo un homenaje al poeta Javier Heraud; pasando por esa sensibilidad hermana de Robert Bresson y Chantal Akerman, que alguien como Raúl Del Busto practica en Detrás del mar (y hay que ver qué ha pasado ahora, que estrena en estos días El espacio entre las cosas); siguiendo por el humor invencible que florece en medio de la precariedad de los destinos de los protagonistas de Los actores, de Omar Forero; sin olvidar Sinmute, de Javier Bellido y Ana Balcázar, que es una película que da cuenta de nuestros demonios y terrores de manera más eficaz (a-lo-Lynch) que, por ejemplo, Ojos que no ven o Tarata (hay que ver entre otros el último plano de Sinmute para darse cuenta de cuanto digo); a lo que hay que añadir a la dupla conformada por Eduardo Quispe y Jim Marcelo, que en cuatro películas inteligentemente numeradas como para no terminar nunca, estudian el abismo omnipresente de las relaciones de pareja y documentan una Lima ambigua y girs y desconocida a fuerza de no querer verla; tampoco puedo olvidar Reminiscencias, de Juan Daniel Fernández, que abraza la modernidad y la vanguardia partiendo del montaje-lectura de sus humildes y reveladores home-videos cual replicante de su cerebro; como no puedo ocultar mi sorpresa por Cada viernes sangre, de Fernando Montenegro, que crea perdedores encantadores y tramas saludablemente engañosas trabajando desde la estilización y la frescura del pop; o a ese meteorito que es El epitafio no me importa, de Alberto Angulo y José Manuel S.P., donde documental, verdad del subconsciente, lucha por ser uno mismo (hasta el epitafio), y la posibilidad de ser poeta o de vivir como poeta, impregnan el retrato tragicómico más fiel de un ser humano complejo que yo haya visto en mucho tiempo; a la espera del 'pentametraje' Objetos, de Rafael Arévalo, que ya demostró en Alienados que puede construir con gracia bicolor, rostros sugerentes y saturación sónica una parábola sobre la locura cotidiana a través del cineB+Z y algunos encantos del cine silente, y de...

Pensarán que les estoy hablando en chino, pues no; solo les hablo de un cine peruano silenciado porque su sola existencia y correcta valoración nos coloca instantáneamente en otro escenario de veras inédito.

Es, en ese contexto, que Lima Independiente - Festival de Cine, nace.

M.C.