LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA

DEDICADO AL CINE PERUANO QUE AÚN NO EXISTE

Friday, July 11, 2008

EL REGRESO DE FERNANDO VÍLCHEZ: DIARIO DE UN CORTOMETRAJISTA



Día 1: Parece aceite


En su libro El oficio de vivir, Cesare Pavese encuentra una definición delicada pero al mismo tiempo certera sobre ese momento en que, a nuestros ojos, todo confluye de manera asombrosa y brota eso que llamamos "creación artística”: La poesía comienza cuando un necio dice del mar: "Parece aceite". No se trata, en absoluto, de una más exacta descripción de la bonanza, sino del placer de haber descubierto la semejanza, del cosquilleo de una misteriosa relación, de la necesidad de gritar a los cuatro vientos que se ha notado. Pero resulta igualmente necio detenerse aquí. Iniciada así la poesía, es preciso acabarla y componer un rico relato de relaciones que equivalga hábilmente a un juicio de valor... Aunque no sé si esta sea de sus ideas más lúcidas (Pavese es pródigo en pensamientos profundos a pesar de su sencillez formal, además de tener una prosa muy elegante… ¿y acaso no es la sencillez el camino más elegante hacia la profundidad? No solamente en la escritura sino también en cosas tan disímiles a lo intelectual, como el diseño de un vestuario o la decoración de un estudio de televisión), decía, aunque quizá no sea una de sus ideas más lúcidas, presiento que Pavese acierta en lo siguiente:

En algún momento de nuestras vidas existen esos momentos de revelación en donde parece que uno ha realizado un “descubrimiento” novedoso sobre la naturaleza y este suceso inusitado se manifiesta, ya sea en un cosquilleo, o en esas ganas de gritar.

El cosquilleo de una misteriosa relación… esto es, precisamente, lo que he sentido meses atrás cuando surgió en alguna parte de mi cerebro la necesidad de hacer el cortometraje que ahora, después de mucho vacilar, voy a realizar.

Hace nueve meses este cortometraje fue concebido y, aunque la idea original se mantenga intocable, hubo excesivos vaivenes que modificaron, para bien o para mal, el guión inicial –en caso se pueda hablar de un guión-. Fue un corto que estuvo siempre a la espera, siempre bajo el riesgo de ser abortado.

Si no lo grabé entonces fue principalmente por los siguientes motivos:
a) Empecé un trabajo, asfixiante como todos, y que no me dio tiempo para pensar en hacer cortos ni gracias de ese tipo.
b) Decidí realizar viajes impostergables.
c) Fui víctima de inseguridad personal, miedo al ridículo y/o flojera.

Si decidí finalmente grabarlo ahora es por una sencilla razón: en Agosto parto a una larga estadía en Madrid, y no quisiera irme sin saldar mi cuenta personal con esa historia forjada desde hace buen tiempo (ya he dejado muchas cosas a la mitad en mi vida). Además, valgan verdades, me gustaría mucho llevarme ese corto conmigo a España, bajo el brazo.





“Quiero hacer un corto...” Ahí está una de las frases que más he oído decir en los últimos años a amistades, compañeros, extraños y, obviamente, a mí mismo. “Se me ocurrió un corto…” Cada vez que alguien la decía, se podía sentir la efervescencia que el estimulante ser en cuestión transpiraba. “¿Y si hacemos un corto?” Lógico. Nos resulta apasionante sentir ese cosquilleo: es la impresión de tener una buena idea, una imagen rescatable, algo qué mostrar, algo qué contar… Es ahí cuando nace la poesía.

Pero Pavese tiene razón en algo más: No basta con un “descubrimiento” para pensar que el trabajo ya está hecho. La entusiasta idea inicial de un proyecto artístico no garantiza que algo bueno saldrá. Iniciada la poesía, es preciso acabarla.

Digamos que a usted se le ocurrió hacer un cortometraje. Luego de pensarlo mucho, la idea no le parece del todo mala -incluso hasta puede que tenga algo rescatable, sino no se animaría a hacer el corto-; pero obviamente no basta con una aparente buena idea: hay que ir hasta el final, enriqueciéndola a cada momento. Quedarse en la buena idea y exhibirla sin más, sería necio, por decirlo suavemente. ¿Cuántos proyectos se han quedado en meras ideas? Buenas o malas, sencillas o complejas, pero ideas al fin. ¿Cuántas buenas ideas perdidas? Imposible saber, aunque nadie duda que las haya.

¿Y qué es de aquellas ideas que nos parecen de golpe suficientemente hermosas y no buscamos ya enriquecerlas, pues a nuestros ojos resultan plenas en sí mismas? ¿Cuántas veces la promesa de algo valioso se quedó en eso, en mera promesa? ¿Cuántas veces lo que nos pareció fascinante inicialmente nos resultó vergonzoso con el tiempo?

¿Alguien puede saber hasta cuándo vale la pena perseguir incesantemente una idea? ¿Y se puede saber hasta qué punto nuestras ideas necesitan revisión, una y otra vez?

Truffaut decía que mientras más se piensen las decisiones, mejor sale la película. Pero también se sabe que mucha reflexión conduce a la inacción.

Al final de 8 ½, luego de la apabullante conferencia de prensa, Guido decide no seguir más con su farsa de película. Acepta que no tiene nada interesante qué decir. En ese momento, el crítico que siempre lo acompaña no demora en felicitarlo y le dice que hace bien en renunciar, que es mejor no decir nada y evitarle así al mundo la molestia de ver las idioteces que se les ocurre a los “artistas”. ¿Será, entonces, verdad? Quizá es mejor abortar las ideas ridículas de plano -y en ese caso al fin encontraríamos una función útil para los críticos: que analicen las obras desde su concepción y no una vez terminadas, que haya un diálogo más fluido entre creador y crítico desde mucho antes que la obra sea finalizada-. Pero, vamos, realmente, ¿alguien lo haría? Bienaventurados los que no esperan nada de sus ideas.

Qué triste e inacabable cuestión la “creación artística"… En todo caso, si los plazos no se mueven, dentro de unos días grabaré un cortometraje. Aunque no es una súper producción, debo pensar en presupuesto, equipo técnico, plan de rodaje, locaciones. Debo pensar en las personas que estarán delante de las cámaras y en las que estarán detrás de ellas.

Estoy contra el tiempo; pero aún antes de sumergirme en esta vorágine que se viene en los próximos días, no dejo de pensar: ¿Valdrá la pena hacerlo? ¿Es necesario que este cortometraje exista? ¿Tendré algo nuevo que decir? ¿Qué pasará si resulta lamentable? ¿Adónde irán mis expectativas? ¿Adónde irán estas palabras?

De algo estoy seguro. Si no puedo contestar con firmeza a esas preguntas en las siguientes horas, todo saldrá mal.


Fernando Vílchez Rodríguez

La Cinefilia No Es Patriota



2 Comments:

  • At 9:27 PM, Anonymous Anonymous said…

    cortometrajista tú?

     
  • At 8:39 AM, Blogger Pablo said…

    Discrepo un poco contigo con esa vacilación que tienes, si es que lo pensaste y sigues pensando en ellos y han valido varios minutos o incluso horas de tu vida pensar en ello, es porque es necesario que lo hagas, sino estas lineas y ese pensar que tienes es en vano. Espero haber leido un prologo y que no desista tu marcha. Saludos y suerte viejo. Cuenta conmigo.

     

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