EL BIO-PIC Y CARAVAGGIO

A propósito de Caravaggio, de Derek Jarman

Son pocos los bio-pics que se salvan de un error fundamental: la mayoría de las veces –y ya que hablamos de artistas– nos importa el biografiado a causa de su arte, y no al revés. A través de sus amores, placeres, dolores, hechos diversos, etc., no se explica una obra. Una obra no es copia, es transformación.

La mayoría de las veces los bio-pics aburren por su incapacidad para encarar o imaginar o explorar dicho proceso de creación o transformación. Así, ilustran escenas de la vida del personaje en cuestión, manosean lo obvio, lo literal, redundan, abundan en tópicos, naufragan en la frivolidad.

La falsa conclusión. Después de todo, este tipo extraordinario también era como nosotros. Genial descubrimiento. ¿Y la obra? O sea, eso que lo hace justo diferente de los otros –a la vez que se une a ellos, puesto que ilumina algo humano–.

Caravaggio, de Derek Jarman, no es una excepción a esta camisa de fuerza conceptual o populista en cuestión. Pese al tierno vanguardismo que exhibe la película. Pobre Caravaggio, pensando que óleos y pigmentos no se comparan con carne y sangre. Pobre Caravaggio, pintando lo que quisiera acariciar, morder y estrujar. Dilemas de pacotilla, ¿verdad? La escena del modelo con las monedas en la boca divierte y comunica, pero no mucho más. Ah Jarman, más interesado en un Caravaggio gay que en Caravaggio.

Graciosas imágenes de los modelos mudos e inmóviles, graciosos los sonidos de motocicletas en el Renacimiento, graciosa la calculadora en manos del prestamista, etc. Pero el resultado del conjunto ya no resulta tan gracioso. En vez de Caravaggio, Jarman hubiera podido biografiar a un grupo punk o qué sé yo. Me temo que hubiera sido indiferente.

P.D. La imagen del artista mártir me interesa cada vez menos.



Mario Castro Cobos



LA CINEFILIA NO ES PATRIOTA